Peregrinos

Cristóbal Ramírez VIVIR Y VIAJAR

CARBALLO

22 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Alos peregrinos procede mimarlos. A los meros turistas que vienen festivamente recorriendo alguno de los Caminos de Santiago para ver de qué va la cosa, también. Son los protagonistas del moderno renacer de las viejas rutas jacobeas, y tenemos que agradecerles que estas no se hayan perdido en el agujero negro de la historia. Y por supuesto constituyen un factor de dinamismo económico. Nada que objetar. Pero no confundamos: no todos los que pisan un Camino son almas de la caridad. Los garrulos y soplagaitas suman aplastante minoría, pero existen. Y no hay que hacerles la ola.

Para muestra, un botón: la semana pasada recorrió el Camino Inglés un grupo de ocho peregrinos que han tenido a bien -demostrando que para ejercer la libertad de expresión en este país no hace falta nada más que poseer DNI- denunciar que el Ayuntamiento de Oroso debería dar alternativas a los que se quedan en la calle cuando «el albergue está lleno».

Primero, en Oroso no hay albergue público, que es al que se refiere ese grupo. Segundo, cualquiera de los ocho pudo haber cogido su teléfono móvil y reservar desde hace meses en uno de los seis albergues privados, pensiones u hostales que abren sus puertas en Sigüeiro, sin referirse ya a otros cercanos, incluyendo un cercano hotel yaen suelo compostelano.

Pero no. Con cargo a mis impuestos reclaman un espacio cubierto y cerrado, gratis, acondicionado con luz y agua, claro está, y menos mal que no exigen televisor. Todos los peregrinos y viajeros son bienvenidos. Pero no está de más pedirles que antes de salir de casa se documenten. Aunque sea un poquito y para no hacer el ridículo.