Puentes para andar camino hacia la Costa da Morte

Patricia Blanco
Patricia blanco CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

Ya sea sobre el Xallas, el Grande o el Anllóns, son elementos patrimoniales a visitar

10 sep 2017 . Actualizado a las 09:08 h.

El bardo Eduardo Pondal loó en sus versos A Ponte Dona, el viaducto que une los municipios de Ponteceso y Coristanco. Al pasar por él, uno puede imaginar al poeta cruzando el límite. Se presta a evocar. Hay puentes de la Costa da Morte que tienen esa especificidad, la de hacer de frontera -y, al mismo tiempo, la de facilitar el paso- entre concellos: es el caso de Ponte Lubiáns, por ejemplo, uno de los símbolos de Bergantiños, entre Carballo y Coristanco, sobre el Grande-Rosende; o el de Ponteceso, precisamente en frente de la que fue casa natal del escritor, que separa Ponteceso y Cabana y sortea el Anllóns, del que el Rosende es afluente.

Elementos patrimoniales indiscutibles, sirven estos acueductos como verdadero reclamo de una comarca. Bien se puede andar camino hacia ella para conocer el puente de Brandomil, en Zas, un monumento medieval cruce de dos vías romanas. O, también, para conocer A Ponte Olveira (Dumbría), que como el anterior permite cruzar el río Xallas. Hablan estas infraestructuras de historia y, también, de cómo en cierta manera se ha ido renunciando a ella: el conocido como puente de Isabel II, en Carballo, tuvo en su día nueve arcos (dos más hacia el centro de Carballo y tres dobles hacia Fisterra). Todavía quedan quien los recuerde, si bien solo se conserva uno: la construcción lo tapó todo. Otro de Isabel II, en Torelo (Vimianzo), construido en 1852, permitió que la AC-552, arteria vital de la comarca, pasase por la localidad.

Y hasta los hay que dan nombre a donde su ubican: A Ponte do Porto, sobre el río Grande, medieval, o el propio Ponteceso. A Garga, en la parroquia de Anllóns, también en el municipio natal del bardo, se encuentra ahora en fase de rehabilitación. Datada del siglo XIX, está siendo arreglada.

Nuevamente, muchas razones para echarse a la Costa da Morte. Sea en verano o también en otoño. Ya no solo por historia, sino por cuestión de paisaje valen la pena.