Caridad Alvela Calo, aparte de descubrirse como embajadora de excepción de la asociación Neira Marcos de Salto, con la que participa en todas las actividades por mucho que le tiemblen las piernas los días de estreno de teatro, también desnudó ante el auditorio vimiancés su propia vida. Con 18 años, en el 77, se casó y puso rumbo a Lucerna (Suiza) gracias a que unos primos que ya estaban allí les mandaron los contratos. «Dixéronme que mo tomara como a lúa de mel, só que estiven de lúa de mel 40 anos», bromeaba ayer.
Ella en la lavandería y su marido de portero pasaron 10 años trabajando en un hotel hasta que se fueron porque allí no podían tener con ellos a su hija. Ahora aquella niña son dos mujeres con su propia familia establecida en el país helvético y Caridad tiene claro que volvería junto a ellas «pero para vivir, que traballar xa traballei dabondo».
Ninguna de las dos quiere que les digan que son suizas y en todo el tiempo que sus padres pasaron en el país «na mesa sempre se falou en galego, o meu home dicíalles que alemán podían falalo no cuarto ou onde quixesen».
Como en todos estos casos también hay detrás una o varias historias de separación. La más dura para Caridad fue el regreso para cuidar de sus padres ya mayores teniendo que dejar a sus hijas en Suiza.