En algún lugar del escenario también estaba Duncan Dhu

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

LA CRÓNICA | Así fue el concierto de Mikel Erentxun en el San Xoán de Carballo: ¡incluye álbumes!

26 jun 2019 . Actualizado a las 08:27 h.

Mikel Erentxun tiene 54 años, pero podría tener 20 menos y ser el mismo: parece que el tiempo pasa más rápido para los otros. Su voz, dulce, tal personal, sigue con él como en los 90, incluso como antes. Ese poso es el que mejor conecta con su pasado, incluso su aspecto casi juvenil, pero no se ha quedado anclado en otra época, al contrario que algunos colegas de generación. Y por ese lado sí que es otro músico. Mejor, claro: gran guitarrista (los tres músicos que lo acompañan, también), compositor orfebre.

En estos últimos años ha ido publicando nuevos trabajos, ya fuera de los éxitos de masas, con canciones que tienen la virtud de que encandilan solo con escuchar su mensaje, a menudo muy poético. Desenfundo mis palabras tan despacio como puedo viéndote/ Leo propaganda del sol sobre tu cuerpo al atardecer/ aparcados muy cerca de un río que sonríe igual que tú, cuenta la letra de Mañana, uno de los temas que forman parte de su ya amplísima discografía, y que interpretó en su concierto de la noche del lunes en la Praza do Concello de Carballo.

Una plaza llena, pero sin apretones. Público de una edad mayoritariamente razonable como para poder decirle a los hijos que a ese chico de ahí arriba ya lo habían visto tocar, en el mismo sitio y a la misma hora (pero con tres meses de diferencia porque la actuación del día San Xoán se chafó) justo 20 años antes, en el 99. Una efeméride que él mismo se encargó de recordar; de las pocas cosas que dijo, por cierto. Como entonces, no es demasiado locuaz, salvo con las seis cuerdas. Sí se refirió al puesto de violencia cero instalado en el fondo de la plaza, y pidió al despedirse que ojalá no pasen otros veinte años para volver.

BASILIO BELLO

Ese adiós llegó a la hora y media de canciones, cortas en su mayoría, un ADN de su estilo musical, pero antes fue desgranando temas de su reciente disco, El último vuelo del hombre bala. Abrió con Muchacha de ojos tristes, y cayeron otros temas como Amor circular, Animales heridos, La vereda (una canción con un ritmo que engancha incluso escuchada la primera vez), Ángel en llamas... También llegaron temas del penúltimo (acaba de cerrar una trilogía), El hombre sin sombra, como la poesía Cicatrices, y por supuesto del anterior, El corazón abierto, con la magnífica Veneno, que de haber sonado de los 80 quizás se habría convertido en un himno.

Desfilaron muchos temas, en fin: Si te vas, Mañana, Cartas de amor, A tientas, El hombre que hay en mí, Quién se acuerda de ti, A un minuto de ti, Corazones... Unas más conocidas, otras menos; aquellas más guitarreras y rockeras, estas más pop o íntimas, pero todas asimilables. Erentxun sabía perfectamente que estaba en un concierto abierto y no en un teatro y fue envolviendo al público con medidas combinaciones de unos y otros ritmos, aunque a los más puristas les bastaría con leer las letras para quedarse.

Elixir nostálgico

Y precisamente ese público generalista también buscaba ese elixir de la nostalgia que aportan los clásicos de Duncan Dhu. Erentxun se hizo de rogar y solo concedió Ojos negros durante toda la serie principal de temas, que ese sí es un himno que jóvenes y menos jóvenes podían corear casi al completo. Lo mejor de ese pasado lo guardó para el final, en los bises. Los empezó con Tu nombre en los labios, ayudado de su armónica, y siguió con Cien gaviotas. Es curioso: en el 99, él y Diego Vasallo también escogieron este tema para casi despedir la actuación. Como era de esperar, el público agarró todas las aves al vuelo.

Para el final dejó En algún lugar, una canción casi generacional. Imposible no corearla, levantar los brazos, aplaudirla... Puestos a pedir, podría haber añadido Jardín de rosas, Una calle de París, La casa azul... Pero no era ese el objetivo de la actuación, y visto con los ojos del día después, tampoco es mala idea que quienes no siguieron la carrera musical en solitario del donostiarra descubran, en una noche de verano, que los buenos, al final, siempre ganan.