Fernando Alonso Romero: «El vákner es un lobo, pero no como animal, sino transformado en el mítico lobisome»

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado REDACCIÓN / LA VOZ

DUMBRÍA

TAMARA EIROA

El catedrático estará presente en el simposio que se celebrará este fin de semana en Dumbría sobre la mítica figura del Camiño de Santiago

16 oct 2019 . Actualizado a las 07:59 h.

El catedrático, ahora jubilado, de Historia de la Universidade de Santiago de Compostela (USC) Fernando Alonso Romero (A Coruña, 1994) es uno de los grandes estudiosos de la ruta jacobea, con obras como O Camiño de Fisterra (1993) y también de los primeros investigadores en rescatar del olvido la figura del vákner. De ahí la vital importancia de sus aportaciones para el congreso al respecto que se celebrará este fin de semana en Dumbría.

Explica que llegó hasta este personaje mítico hace ya más de 30 años, a través, como todos, del testimonio medieval del obispo Mártir de Arzendján, cuya peregrinación enmarca en el conflicto religioso de la época que supuso una ruptura en el seno del Cristianismo. «Él era partidario de la Iglesia de Roma y tuvo que ser allí donde conoció a otros peregrinos que hacían la ruta. Llegó a Francia por mar y mi teoría es que desde el norte de Bayona tuvo que entrar en Galicia por la costa de Ribadeo, porque la ruta que siguió es la que hacían los navegantes de llegaban por el norte de Galicia, iban a Betanzos y de ahí a Santiago. Luego pasando por la zona de los Páramos, entre O Hospital y Corcubión es donde describe esta figura, porque al llegar a Fisterra le preguntan como ha podido pasar por un lugar tan peligroso», señala el investigador, que incide en que la descripción que hace de la supuesta bestia es demasiado superficial para tener un conocimiento preciso de ella, pero sí sirve para identificarla como «un animal muy peligroso y dañino» que, por su propio nombre, abre otros ámbitos de indagación «a nivel etimológico del sánscrito, indoeuropeo».

Tal como detalla el profesor, «el vákner es un lobo, pero no como animal, sino transformado en el mítico lobisome, una figura que, ni mucho menos, es exclusiva de Galicia. Ya estaba muy extendida desde el siglo V antes de Cristo. Los romanos, los griegos, los germanos ya tenían estas creencias. Por ejemplo, entre los germanos es muy común la figura de los guerreros lobo. Luego ya existen muchos datos históricos, que relacionan la figura del lobisome con la enfermedad psicológica, por encima de esa creencia mítica. Pero hasta finales del siglo XIX la seguimos encontrando en la tradición asturiana, vasca, gallega... Ese ser mitad hombre, mitad animal que era capaz de arrancar árboles».

Para Alonso Romero, de lo que no cabe duda es que detrás del vákner y, en general, del Camino hay «un mundo mítico interesantísimo», que debería valorizarse desde el punto de vista cultural y turístico. «No hay más que ver lo que ha dado de sí en otros lugares la figura del vampiro», subraya.

Aunque los testimonios documentales del vákner en sí sean muy limitados, no cree que el personaje desapareciese de la tradición oral, porque recuerda un congreso en Cee y luego un libro de historia de la villa, con participación de varios autores y dirigido por Baldomero Cores Trasmonte, en el que él mismo recogía un testimonio de licantropía, cree recordar que de la zona de Santa Comba. «Tenía la sensación de convertirse en hombre lobo, aunque luego con los conocimientos de medicina tenemos otra perspectiva y eso ha desaparecido, pero no se ha olvidado. Forma parte de un mundo espiritual poco estudiado, como lo es también nuestra cultura en su aspecto europeo, algo que sería enormemente importante valorizar, para acabar con las fronteras que tantos problemas generan. Pero en lugar de eso, y me da pena, lo que se promociona machaconamente es el fútbol, que no pasa de ser un entretenimiento pasajero. Yo que viví 30 años en la dictadura de Franco, creo que en este aspecto estamos incluso peor», concluye Alonso, que aboga por el intercambio cultural que supone el Camino, «que nos abre los ojos a muchas realidades que desconocemos, a que se conozca, se valorice y se proteja el patrimonio», sin que eso signifique que haya que renunciar a la parte económica que supone, «porque la cultura también trae ingresos y son cosas complementarias».

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