Campos de fútbol de hierba de altura en la Costa da Morte

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

ZAS

BASILIO BELLO

Terrenos olvidados que alguna vez acogieron competiciones locales o comarcales languidecen en el olvido

20 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Es muy posible que en la Costa da Morte haya casi tantos campos de fútbol como cementerios. Ni de unos ni de otros existe censo oficial, pero a una ratio de algo más de uno por parroquia (los excesos de cuentas compensan los defectos) no andará lejos la cifra. Hay que incluir en ellos las reliquias que los que fueron y ya no son. Los que ahora están sepultados por el olvido y la hierba. La hierba muy alta, en algunos casos. Viendo ciertas imágenes pueden parecer trucadas, tomadas desde una perspectiva inferior para que parezca mucho más grande de lo que es, como en los de Mira o San Cremenzo, en ambos casos en Zas. No: están sacadas desde una altura normal, así que en estos lugares (y en tantos otros) lo de césped de hierba natural hay que tomarlo con absoluta certeza de realidad, y con una altura que parece que se escapa ya hasta para silo.

Hay campos que ahora tienen pinos y antes fueron tapetes verdes, y hay otros a los que el verde les llegó ahora y que hace años eran pinares. Eso ocurre por ejemplo en el de San Cremenzo. El recinto está en una finca que antiguamente tenía los pinos del cura que, como se puede suponer, eran grandes y de gran diámetro. Pasó a zona común, hubo otros aprovechamientos, jugaron chavales que ni recuerdan lo del cura, y ahora sus hijos ya ni recordarán el campo. Pinos y eucaliptos hay en O Balsiño de Baio, un lugar de partidos épicos, parte de la historia de la localidad y de la Liga da Costa. Fue inaugurado hace 50 años, en 1968, sustituyendo a O Valongo, y desde el 2003 ya no se usa. También crecen los eucaliptos, desde el año pasado, en el de A Vila de Abade, Tordoia, a poca distancia de Rus, que en su día fueron unas instalaciones excelentes. Al menos están plantados en hilera, como formando.

Queda en el recuerdo el campo de Erbecedo, en Coristanco, del que apenas se conserva una parte de un muro. No tiene suerte este municipio con los camps, porque también desaparecieron los de Seavia y Alcaián.

No hay culpables de todo esto: la emigración, la falta de relevo generacional, la caída de la población... Las necesidades son otras, el balón solo es un recuerdo.