Una hora para doblar la manzana

A CORUÑA

La odisea de una conductora en una ciudad colapsada por dos manifestaciones

13 may 2009 . Actualizado a las 11:47 h.

Doce menos veinte de la mañana: la víctima se dispone a hacer una gestión rapidita en el centro de la ciudad. Al bajar por la avenida de Arteijo divisa al fondo, junto a la Delegación del Gobierno, lo que parece ser una manifestación.

Después de diez minutos en procesión detrás de la manifestación, logra entrar en el párking del Obelisco. («Ya está. Ahora la gestión y a la vuelta salgo sin problemas»).

Mediodía. Gestión realizada. La conductora coge el coche de nuevo y sale del párking por la salida de la plaza de Orense, con la intención de salir de la ciudad. Primera sorpresa: un policía local con cara de acelerado le indica que tiene que dar la vuelta en el sentido contrario, por la calle Picavia. («Vale, subo por la calle Ferrol y salgo por la avenida de Arteixo»). Segunda sorpresa: en la misma calle el mismo policía le impide tomar el carril de la derecha y le obliga a meterse por el túnel que va a la plaza de Pontevedra.

Doce y veinte. Atrapada en el túnel. Le da tiempo para mantener una larga conversación telefónica antes de ver la luz de nuevo.

Doce y veinticinco. El morro del coche asoma al caos de la plaza de Pontevedra. El semáforo cambia varias veces antes de que logre tomar la dirección hacia San Andrés (la única posible). El tráfico está colapsado en los dos sentidos. Ni un policía municipal en lo que alcanza su vista. Una ambulancia con las sirenas activadas está atrapada sin posibilidad de salida. Eso sí, el carril bus-taxi, vacío. Le entran verdaderas tentaciones de usarlo como atajo (¡maldita educación!). El coche de atrás decide hacerlo.

Diez minutos después. Ante la congestión que parece sufrir el desvío por Juana de Vega, opta por probar a seguir por San Andrés y bajar por Santa Catalina hasta Alférez Provisional. A ver si hay más suerte.

Una menos cuarto. Después de varios intentos logra colarse en dirección salida en Alférez Provisional, totalmente atascado. El de la derecha lee el periódico, la de la izquierda se fuma un pitillo por la ventana, tranquilamente. Avanzar es una hipérbole.

Una menos cinco. Se divisa al fin el semáforo de la plaza de Orense. Por fin un municipal. Se escuchan insultos a voz en grito por las ventanas de los coches (de todo menos bonito). El policía en cuestión está obligando a los coches a girar otra vez hacia el centro («No me lo puedo creer»).

La una de la tarde. El agente municipal manda parar. Recibe instrucciones y, de repente, empieza a soplar como un poseso el silbato y abre el tráfico en sentido salida. Fin de la odisea. La conductora atraviesa Linares Rivas, aún desierta. Por fin la ciudad tiene salida.