¿Devolvería un bolso con 7.400 euros?

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

20 ene 2018 . Actualizado a las 16:34 h.

¡Y con un móvil valorado en mil euros! Todo un botín para los honrados currantes de Díaz y Compañía, que encontraron el bolso tirado en el suelo mientras pintaban la calzada de Linares Rivas. Pero no dudaron en devolvérselo a su dueña, avisando antes a la policía. La noticia de La Voz, que arrasó en las redes sociales con miles de visitas, dividió a los lectores en dos bandos: los que felicitaron a los trabajadores por devolver el dinero y los que se habrían quedado con él. El único argumento de los primeros es la honradez, pero en cambio llaman la atención los múltiples razonamientos con que los segundos construyen su tesis:

Latrocinio político. El asunto es aparentemente sencillo: los políticos roban, y no vamos a ser menos, así que justificamos el hurto con la sangre que nos chupan «los vampiros» que nos gobiernan. Pero el tema se complica cuando entran en juego las siglas. Unos respaldan su decisión con los desmanes de la izquierda, y otros, con los de la derecha, de manera que, curiosamente, en el reproche mutuo se hermanan todos al asumir el mismo acto.

El que roba al ladrón… Este argumento parte de una pregunta: ¿Qué hace una persona con 7.400 euros en el bolso, camino del despacho del abogado, cuando el máximo legal permitido para pagos en metálico es de 2.500? «Ella se merece que no se lo devuelvan porque seguro que iba a hacer algo irregular», se pudo leer entre los comentarios. Es decir, la presunta ilegalidad ajena juzgada y sentenciada por uno mismo da derecho a cometer otra. Es la ley del talión, ojo por ojo.

El efecto Robin Hood. La que lleva 7.400 euros en el bolso es necesariamente rica, y eso faculta a los pobres para quedarse con su dinero. Con el pequeño matiz de que aquí el pobre que apaña los euros es uno mismo. El autohood replantea la historia de la literatura, pues según esto, Robin debería haberse apropiado de la pasta en vez de repartirla entre los oprimidos.

No invitó a café a los trabajadores. Esta excusa introduce la necesidad del viaje en el tiempo. Si ella no tiene un detallito con sus salvadores, entonces merece la guillotina financiera. Pero claro, si nos quedamos antes con su dinero tampoco podemos saber qué hará cuando lo recupere, cuál será su comportamiento. Pues que inventen la máquina del tiempo.

La honradez se percibe desnuda y simplona frente a semejante avalancha de justificaciones. Dotarla de contenido ha sido durante siglos la obsesión de grandes pensadores. Uno de ellos fue Kant, que halló esta fórmula para describir el camino de la conducta ética: «Obra de tal modo que aquello que hagas pueda convertirse en norma universal». ¡Quién sabe! Tal vez también él encontró en la calle un bolso repleto de dinero y pensó en todo esto.