Eva Piñeiro: «Con la fibromialgia he aprendido a no sufrir por tonterías»

Loreto Silvoso
loreto silvoso A CORUÑA / LA VOZ

PONTEDEUME

BELISA FRANGIONE

Presenta su libro el próximo viernes en la Casa da Cultura de Pontedeume

16 jul 2018 . Actualizado a las 15:55 h.

La vida no ha sido fácil para Eva Piñeiro (Pontedeume, 1973), y no solo por la fibromialgia que padece. Dado que escribir sobre ello le hizo bien, decidió autoeditar su propia historia en un libro titulado Un poco de todo y un mucho de nada. Mi mundo es mágico.

-¿Cómo empezó todo?

-Cuando me puse enferma, los médicos no sabían lo que tenía. Venga pruebas y más pruebas... Tenía 38 años, estaba en una cama y me decían que me tenía que quedar así, sin saber a qué atenerme. Me daban 21 pastillas al día. Estaba casi siempre dormida.

-¿Cuáles fueron los primeros síntomas?

-Mucho cansancio, dolor y vértigo. A veces, no podía ni andar, me caía para todos los lados.

-¿En qué trabajaba?

-Por entonces, vivía en O Barco de Valdeorras y trabajaba en el sector de la pizarra, escogiéndola y embalándola.

-Pero empezó a ponerse mal.

-Sí. Sentía un malestar generalizado, ganas de devolver y vértigos. No era un cansancio como el del trabajo, que ya era duro en sí.

-¿Cuánto tiempo pasó hasta que obtuvo el diagnóstico?

-Siete años. Antes de eso, el neurólogo de la Seguridad Social me había recetado un tratamiento sintomático: «Si te duele, pastillas. Si te mareas, pastillas».

-¿Se sintió ninguneada?

-Sí. Otra médica me llegó a decir que no tenía nada. Y yo lloraba. Me costaba tanto levantarme y vestirme, aunque solo fuera para ir al médico, que no entendía que me tratasen así. Soy una persona, no un perro. ¡Pero si hasta me daban morfina!

-Solo pedía que la tomasen en serio, supongo.

-Eso es. Siempre tenía la esperanza de que me iba a poner bien, pero ese día no llegaba nunca. Sientes que vas a peor, que la enfermedad te chupa, que te estás muriendo. Te sientes morir. Es como cuando te va a dar un bajón de tensión: esa debilidad, ese momento en el que piensas que te vas a caer, ese sudor frío, esas ganas de devolver...

-¿Desespera mucho no saber contra qué estás peleando?

-Sí. Un medico me dijo que la fibromialgia no mata, pero tampoco deja vivir. No tienes fuerzas ni para comer. Te levantas con un 15 % de energía y eso es lo que tienes que administrar para todo el día. Es un cansancio que no te deja hacer nada. Yo no daba ni llegado al cuarto de baño. Cuando lo conseguía, ya estaba al borde del desmayo.

-¿Qué otros síntomas tiene? Porque no es solo el dolor.

-Así es. Si solo fuera el dolor, creo que podría vivir perfectamente. Yo lo aguanto mucho, pero son más cosas. Lo que más me fastidia es el agotamiento. Siento que no puedo con el alma. Ahora, con el tratamiento, voy algo mejor. Antes, tener que levantarme de la cama era un suplicio. Pones los pies en el suelo y sientes las piernas como si estuvieran rotas.

-Pero ahora ya sabe lo que tiene.

-Sí. Cuando me dijeron lo que era, respiré. Ahora ya sé con lo que estoy viviendo, ya pienso de otra manera, ya me puedo intentar adaptar a ello. Además, cuando no sabes lo que tienes, piensas en todo tipo de dolencias. En mi familia hay varios casos de cáncer y temía que me tocaba.

-¿Qué ha aprendido con esto?

-A darle importancia a las cosas que realmente son importantes y a no sufrir por tonterías.

«Solo logro salir a la calle una o dos veces al mes, para ir al médico»

Eva Piñeiro relata cómo es su convivencia con una enfermedad crónica como la fibromialgia.

-¿Cómo es ahora su vida?

-Pues un día no me puedo levantar de la cama y al otro, sí. A lo mejor ahora llego a casa y me tengo que acostar. No puedo seguir una rutina diaria.

-¿Todos los días tiene dolor?

-Todos. Sí. Hay días en que es tan intenso que no me puedo mover. Lo único que me hace efecto son los opiáceos que me han recetado, porque me duermo.

-¿Logra salir a la calle?

-Solo uno o dos días al mes, que es cuando voy a la tienda o al médico. Los domingos me puede llevar mi marido de excursión y eso me da la vida.

-¿Cómo lleva el tratamiento?

-Los tratamientos son duros, te cambia mucho la vida. Yo tenía una melena..., pero se me cayó el pelo. Siempre fui deportista y ahora no puedo andar, ni subir las escaleras de casa. Vas adaptando tu vida. Conozco mucha gente que se hunde con esto y no ve salida. Es una enfermedad crónica, pero si te dejas llevar, acabas con depresión y sin salir de la cama. Quiero ayudarles.

-Por eso quiso compartir su historia en este libro.

-Sí. Como no podía salir de casa prácticamente, me busqué algo para estar entretenida. Primero empecé a pintar [la portada del libro es obra suya], pero lo acabé dejando, porque tenía cada vez más encargos de toda España y no podía. Luego me dio un derrame cerebral y me costó recuperarme.

-Hubo más momentos duros.

-Sí. Esto es una historia triste, porque empiezo a contar mi vida desde que era una niña y hablo de una violación y de unos malos tratos, pero ahora lo veo desde otra perspectiva. Valoro tanto lo poquito bueno que tengo, que eso me hace feliz. Por eso digo que mi mundo es mágico.