Santiago Cirugeda: «En dos años 290 personas construyeron un comedor escolar»

MONTSE CARNEIRO A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

ÁNGEL MANSO

El arquitecto dirige en la Fundación Seoane la autoconstrucción de un taller desmontable que quedará en la ciudad

19 jul 2018 . Actualizado a las 12:10 h.

Santiago Cirugeda Parejo (Sevilla, 1971) vive en una casa apuntalada en la Alameda de Sevilla. Es arquitecto social y desde hace veinte años dirige proyectos de autoconstrucción, normalmente estructuras móviles de materiales reciclados con una función social que casi siempre interpelan a la Administración y a la propia arquitectura sobre los límites de lo posible, los vacíos legales o la ocupación del espacio público. Esa gente a la que ha dirigido en las obras es la que ahora lo agasaja gritándole: «¡Santi, te vamos a arreglar la casa!». Y el arquitecto, que en una charla rebatió a Moneo con un discurso sencillo sobre la felicidad, la relación con las constructoras y la no relación con los habitantes de los edificios, resiste el cortejo del mundo de arte e insiste en el trabajo social, por más que aquí llegue invitado por la Fundación Luis Seoane, después de pasar por la feria ArtBasel.

-Aquí también tenemos problemas con algún comedor escolar. ¿Qué pasó en Dos Hermanas?

-Un pequeño grupo de madres estuvo años pidiendo un comedor a la Junta, que decía que había crisis y que no podía. Insistieron y al final les dijeron que buscaran una alternativa, intuyendo que no iban a hacer nada. Hicieron una tómbola, reunieron 2.000 euritos para un proyecto básico y lo llevamos a la Junta, con código técnico e instalaciones completas por 140.000 euros. Pero cómo, dijeron en la Junta, ¡si el nuestro cuesta 450.000! Una pelea tremenda. Nos pusimos muy tercos, las madres muy heavies. Yo les dije que si no venía gente no salía. Juntaron a 45 personas, me llamaron, les dije que adelante, y al final 290 personas de 43 países construyeron en dos años el comedor, que acabó siendo un aula de convivencia. La primera licencia para una obra con niños trabajando fue en Dos Hermanas. Nos la han pedido de todos lados. Los Reyes Magos les traían herramientas, no playstation.

 -¿Cómo se consigue que la participación sea tan alta?

-Si parte de la Administración, tiene que haber una transparencia en la información absoluta, sobre procedimientos, recursos, lo que se gasta o no se gasta, a quién se le da, qué empresa, cómo se licita. En nuestro caso hay una demanda y una toma de decisiones distinta. Y no hemos tenido un accidente en 20 años. No hay estrés. La producción de arquitectura y de construcción por empresas cuyo objetivo legítimo es ganar dinero va por un lado. La construcción como respuesta a una necesidad y como actividad terapéutica, afectiva y formativa va por otro. Son ritmos distintos.

-Y el mundo del arte a sus pies...

-Al principio fue hacer la cuba [un columpio en un contenedor de obra en un barrio de Sevilla donde el Ayuntamiento no quería poner columpios] y la casa ilegal de Pepe, que allí sigue 18 años después, solo le quedan dos para ser legal...

-¿Ilegal por qué?

-Una ilegalidad administrativa, no hemos matado a una vieja. Había un acuerdo entre vecinos para convivir gente mayor y gente joven aprovechando las azoteas y se salía de edificabilidad. Y nos autodenunciamos, como hacemos siempre.

-Hablaba de la reacción de los artistas.

-Sí, sí, vieron la cuba y dijeron: esto debe de ser arte. Y se volvieron locos. Ahora llevamos dos años y medio sin ninguna exposición, adrede, y muy felices. Pero de repente viene toda esta maquinaria de la cultura y el arte, donde también puedes hacer cosas, como una plaza preciosa en Amberes, con todos los vecinos movilizados.

-O en ArtBasel...

-Alguien que me conoce bien me preguntó: Santi, ¿qué pintas tú en ArtBasel? Y es verdad. Pero nos hemos traído 80.000 euros en materiales para un centro social de Madrid y podemos hablar en primera persona de qué es aquello. No volveré a ArtBasel en mi vida. Pero hemos visto el poder de la estructura del arte, fundaciones culturales promoviendo viviendas de lujo, concejales trabajando para fundaciones privadas. Esa experiencia no te la quita nadie.