Fallece el psiquiatra Mariano Ferro, fundador de Los Abetos

Alexis Ferro Patrix

A CORUÑA

VÍTOR MEJUTO

El especialista ferrolano, de 80 años, fue una referencia de la psiquiatría a nivel nacional. Su hijo Alexis Ferro le recuerda con este emotivo obituario

14 nov 2018 . Actualizado a las 13:25 h.

El psiquiatra ferrolano Mariano Ferro López, fundador del sanatorio Los Abetos y una referencia de la especialidad a nivel nacional, ha fallecido a los ochenta años en A Coruña, donde ejerció su profesión durante más de cinco décadas. Su hijo, Alexis Ferro Patrix, recuerda en este emotivo texto la trayectoria profesional y personal de su padre y se despide de él, orgulloso y agradecido de la herencia vital que le corresponde.

«No perdono a la muerte enamorada,

no perdono a la vida desatenta.»

Miguel Hernández, Elegía a Ramón Sijé

Mi padre nació en Ferrol donde mis abuelos originarios de Ares se establecieron y prosperaron abriendo un negocio de hostelería. Pronto la familia se instaló en A Coruña, primero en un humilde piso de la calle Barrera, donde mis abuelos seguían regentando un local, y más tarde en la calle de Asturias, donde Mariano Ferro padre cambió la barra del bar por la distribución de vinos a granel.

Mi padre no estoy seguro de que viera esto como un progreso, puesto que a partir de ahí eran toneles y no tazas lo que había que transportar de un punto geográfico a otro. Transportar el vino del tonel a la taza no era el mismo esfuerzo que transportar el tonel de vino de la calle de Asturias hasta la avenida de Peruleiro. Experiencia sin duda forjadora de carácter... y de espaldas.

Estudió Medicina en Santiago, quizás soñando con los toneles de la calle de Asturias o quizás sufriendo todavía agujetas, acabó brillantemente la carrera. Esa vivencia o su talante «nietzscheano» lo llevaron fuera de Galicia. Primero a Madrid con el doctor López Anón, donde confirmó que sería la neuropsiquiatría su especialidad después de flirtear con la traumatología.

Más tarde París, donde pudo frecuentar a grandes psiquiatras de la época como el gran Henry Ey o Jacques Lacan, participando en el mítico seminario del hospital psiquiátrico de Sainte Anne.

París bien vale una misa. O dos, o dos y una boda en la iglesia de Saint-Sulpice, en la plaza del mismo nombre inmortalizada por Georges Perec... O más tarde, menos elegantemente pero más universalmente por Dan Brown con su péndulo, o más bien el de Foucault. De París al cielo debió decirse ya que en la «Rive Gauche» encontró al amor de su vida, Delphine Patrix, la nieta del eminente urólogo y escritor, el doctor Georges Wolfromm, miembro de la Academia Francesa de Cirugía.

Posteriormente mi padre siguió al gran Julián de Ajuriaguerra, considerado como el mejor psiquiatra español de todos los tiempos, catedrático en París y Ginebra.

Una vez su maleta estuvo cargada de experiencias, volvió a su tierra, instalando su domicilio y su primera consulta en la calle Ramón de la Sagra, donde conoció a un hermano, Don Celestino Rega, que le acompañó hasta el final. No hay palabras para definir nuestro sentimiento de agradecimiento hacia «Tino» y familia.

Viendo que en aquellos años la asistencia psiquiátrica era bastante pobre y siendo consciente de lo que podía aportar, decidió crear Los Abetos.¿O quizás serían todavía los toneles? Fueron casi quince mil personas las atendidas, que venían de toda la geografía gallega.

Murió mientras dormía soñando con el día siguiente. Ya avisó a mi madre: « Mañana me levanto». O quizás soñaba que se iba a París a ver a su último nieto Sacha. O quizás con los buñuelos de su abuela o quizás con el próximo cocido. No creo que soñara con toneles. Celebró sus ochenta años en septiembre y sus bodas de oro hace una semana, entrando y saliendo de pie de uno de sus restaurantes favoritos.

Busqué consuelo en la filosofía: Platón no fue muy eficaz. El estoicismo menos: recuerden a Empédocles tirándose al cráter de un volcán siciliano. El hedonismo, con lo de que no hay nada después, tampoco. Estoy condenado al desconsuelo, salvo si...

Salvo si consideramos el duelo como una herencia de las cualidades que hicieron «amable» al ser querido que se fue. Esa herencia potencial está aquí, dentro de mi cuerpo, materialmente. El progreso de las neurociencias y de las técnicas de imagen, nos permitirán pronto localizarla.

La Voz del jueves está aquí: ¿hasta que página leyó? En todo caso, hoy por primera vez en mi vida, leí La Voz el primero.