El dichoso género de la ropa infantil

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

Santi M. Amil

19 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Los mecanismos para ubicar a cada uno en su lugar son a veces tan sutiles que parecen inofensivos. Mucho más que el clásico azul o rosa, la falda o el pantalón, los pendientes o el pelo largo. Desde que nacen, a los niños y a las niñas se les sitúa en unos marcos que pueden ser muy rígidos o apenas perceptibles. Desde la vecina bienintencionada que suelta un «es tan lindo que parece una niña», porque la belleza parece ser una cualidad femenina, a quien diseña ropa para niños y niñas que tiene género desde el primer mes.

A mi retaco le quedan pequeños los vaqueros. Entro en la tienda de una marca infantil de las de toda la vida, y a la izquierda está la ropa para niño. A la derecha, para niña. En el lado masculino de la tienda no encuentro nada que me convenza. Al fondo, al parecer en territorio vedado a los cativos, asoman unos vaqueros con pinta de facilitar la vida. No tienen botones, son elásticos, perfectos para poner y quitar si tu hijo es como un ninja cuando intentas vestirlo. Pregunto si hay talla. Me dice la dependienta que sí, «¿pero es niño o niña?», pregunta. Es niño, le digo. Resulta que ese vaquero para un bebé de 20 meses, al parecer tan inofensivo, no lo era tanto. Me lleva de nuevo al lado masculino y me enseña un par de modelos que deben ser más viriles porque tienen botón. Insisto en que este me parece más cómodo y más bonito. ¿Se creen que impuse mi criterio y me lo llevé? Pues no. El gesto de la dependienta mezclaba tal desaprobación y risita contenida, que en el mostrador se quedó el pantalón y mi maltrecha condena a los estereotipos, vencidos los dos por los prejuicios ajenos.

Pero los sutiles mecanismos de control de roles no acabaron con el pantalón. Los muy masculinos esfínteres del cativo superaron la capacidad del pañal, y su muy imperfecta madre no llevaba ropa de repuesto. Así que tuvimos que hacernos con muda completa. Sin problema para conseguir un pantalón de chándal en otra tienda. Pero las camisetas son otro cantar. Imaginen un modelo básico, blanco, con un logo en el pecho. Simple como el mecanismo de un botijo. «No hay talla para niño», me dicen. ¿Pero estas de aquí no son iguales? «Es que son de niña», responden. Les juro que era idéntica. Pues no, al parecer era «un poquito más entallada». Y hasta aquí llegaron los marcos, las sutilezas y los prejuicios. Porque no sé qué es más irritante: que nos intenten vender la moto de que una camiseta infantil tiene género o que una prenda talla dos años sea ligeramente ajustada porque es para ellas. El cativo estrenó su camiseta de niña corriendo como todos los críos y crías a los que aún no hemos educado para que crean que lo femenino es entalladito y lo masculino no.