Vida y muerte en punta Herminia y Tarragona

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

herminia
Hassan

Solo la suerte salvo a un ciclista osado que desafió las olas en plena alerta naranja

18 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Compramos unos boletos de la lotería cuando nacemos y el destino, o lo que sea, se encarga de hacer girar el bombo hasta que van saliendo las bolitas. Vida, muerte. Cara y cruz de la misma moneda; el absurdo aleatorio que hace que alguien muera en el sillón de su casa por una carambola cósmica mientras otro resulta ileso después de coquetear con la dama de la guadaña en un desafío inconsciente pero voluntario.

En Tarragona explota una planta petroquímica y una placa metálica de una tonelada sale propulsada, vuela más de dos kilómetros, entra por la ventana de un edificio y hunde el suelo de un piso que al desplomarse siega la vida del vecino de abajo. ¡Cruz en la moneda para el inocente! Y en punta Herminia, un desaprensivo desafía adrede las leyes de la física al someterse a la violencia de una ola pedaleando en una bicicleta enclenque en plena alerta naranja. La onda lo envuelve, lo zapatea y lo escupe contra las rocas, pero el joven sale ileso. ¡Cara en la moneda para el inconsciente!

Un acto absurdo, inexplicable. Tratar de cabalgar olas de varios metros en una bicicleta, más que una gracia parece el acto pretendidamente heroico de un iluminado con alucinaciones: «Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molinos de viento y no gigantes aquellos que iba a acometer». La caracola, la Torre, enormes también, dieron una respuesta contundente a esa acometida estúpida: «Dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho».

 

Maltrecho también el ciclista, pero vivo y coleando gracias a la fortuna. El azar quiso que sacase la bolita premiada en este sorteo macabro. El Atlántico pudo despedazarlo sin piedad contra los arrecifes o envolverlo en la ola y llevárselo al fondo en un abrazo letal. Esta vez hubo suerte. No siempre es así. Bajo el mar del Orzán yace el recuerdo de tres héroes que dieron sus vidas por tratar de salvar a otro joven como el de la bicicleta, pero al que le salió cruz en la moneda. Y me pregunto cuántas veces las viudas de esos héroes habrán pensado en el azar, en el infortunio de que fuesen precisamente ellos los que estuviesen allí en aquel momento para sacar la bolita incorrecta como el pobre hombre de Tarragona, de que fuesen tan nobles como para no arredrarse e intentar a toda costa aquel rescate imposible del eslovaco Tomas Velicky.

Tal vez por el respeto que inspira todo esto dé tanta rabia la temeridad del joven de la caracola, que a punto estuvo de hacer girar otra vez el bombo siniestro de la vida y de la muerte... para sus rescatadores.