La música rusa del siglo XX

Antón de Santiago CRÍTICA MUSICAL

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

La OSG dedicó su último programa de abono a Prokofiev y Stravinski, conducida por el director nicaragüense Giancarlo Guerrero

18 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Llegó la Sinfónica de Galicia a su 20.º de abono. En el Coliseo. Con Giancarlo Guerrero (Nicaragua, 1969) a la batuta: Concierto n. 3 para piano y orquesta de Sergei Prokofief (1891-1953), con el rumano Daniel Ciobanu (1993), y Petrushka, de Igor Stravinski (1882-1971). Dos grandes músicos rusos del siglo XX, al que llegan con 9 años el primero, y 18 el segundo. Tras de sí el enorme bagaje iniciado por Glinka y seguido por el grupo nacionalista de Los Cinco, guiado por el magisterio de Rimski Korsakof hasta llegar a Chaikovski. La sustancia de un pueblo eminentemente musical.

El tercero de Prokofief cumple 100 años, estrenado en 1921 con él mismo al piano. Escrito para su lucimiento y presentación. De larga gestación y nutrido de retazos compositivos abandonados. Y es el más aceptado de los cinco que escribió. Obviamente la parte solista está llena de exigencias virtuosísticas y la orquesta de amplio orgánico, involucrada. Diverso juego de sonoridades, bitonalidad, disonancias, riqueza tímbrica, temáticas paródicas, en constante diálogo y contraste con la orquesta. Ciobanu mostró entendimiento, técnica para las exigencias de potencia, percutividad, amplios acordes y digitacion cabal para abordar las endiabladas tiratas. También lirismo La implicación de Guerrero y orquesta contribuyeron a la gran ejecución. Ciobanu fue muy celebrado.

El gran Diaghilev, descubre el talento de Stravinski y le encarga la orquestación para Las Sílfides. También La Consagración de la primavera. Pero antes Igor escribe una pieza para piano con argumento, que Diaghilev redirige hacia el ballet, exclamando «¡Eso es Petrushka! El eterno e infeliz héroe de todas las ferias». Un monicreque que convive con una muñeca y un moro. Desencuentro amoroso que finaliza trágicamente con la muerte de Petrushka. Obra maestra en la orquestación que viste cabalmente los cambiantes acentos, los constantes giros rítmicos, las sonoridades festivas y los acentos dramáticos (1911). Como buen objetivista, quería Stravinski ejecución fiel a la partitura. Ahí estuvieron Guerrero y la OSG, objetivos y notables, con brillo especial de los solistas Lamela, Walker, Villa, Ferrer, Harriwangler, Naval y la percusión. Gran ovación para todos.