Tú en Australia y yo en A Coruña: dos amigas en las antípodas reviven la pandemia

Melissa Orozco / C. A A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

A la izquierda, Noelia López, y a la derecha, Noelia Rodríguez, en el paseo marítimo de Riazor.
A la izquierda, Noelia López, y a la derecha, Noelia Rodríguez, en el paseo marítimo de Riazor. Gema García

Largos mensajes de voz a diario les ayudaron a pasar el confinamiento

29 jul 2021 . Actualizado a las 12:26 h.

Noelia Rodríguez es fotógrafa. Noelia López es pintora. Ambas se conocieron en la escuela de arte hace diez años y desde entonces no han dejado de hablar, quedar para tomar un café y ser las mejores amigas. Las dos han vivido siempre en la ciudad herculina, pero un viaje a Irlanda trazó un nuevo camino para una de ellas. Noelia R. se enamoró de un joven australiano mientras trabajaba en una cafetería, se fueron a Holanda y de regreso a A Coruña marcaron su próximo destino: Australia.

En enero del 2020, la joven pareja tomó un vuelo hacia Albury, una ciudad del estado de Nueva Gales del Sur. La fotógrafa pensaba regresar en verano a visitar a su familia y a su amiga, pero la llegada de la pandemia retrasó su retorno. Sin embargo, los efectos de la epidemia apenas se sintieron en las casi antípodas de España. Noelia R. trabajaba como profesora de español en un instituto a la vez que Noelia L. era camarera en un restaurante de A Coruña e intercalaba sus turnos con largas jornadas de pintura al óleo.

«Unos días antes de que decretasen el estado de alarma, celebré mi cumpleaños con mi familia en un restaurante. En ese momento pensamos que el covid no llegaría a España, pero de un día para otro entramos al confinamiento y empezamos a usar mascarillas. Parecía que el mundo se fuera a acabar, me sorprendía que no fuera así en Australia», recuerda Noelia L., que aún lleva en sí misma la huella de una pandemia que le quitó la tranquilidad y su trabajo. Se dedicó por completo a la pintura para sobrellevar la ansiedad que le generaban el sinfín de noticias sobre el coronavirus. No estaba sola, cada día, su tocaya hablaba con ella. Entre audios de diez minutos se desahogaban, justo en un momento en el que las buenas relaciones eran más importantes que nunca.

Mientras que Noelia L. pasaba el confinamiento en A Coruña, Noelia R. trataba de hacerse una vida en Albury con su pareja, una vida sin mascarillas, toques de queda, controles de aforo y cuarentenas. Cuando podía, salía de su pueblo a explorar distintos lugares y a ver los míticos canguros del país. Como buena fotógrafa, capturaba su mejor ángulo.

Tranquilidad en Australia

«En Australia está muy esparcido todo, no puede haber los mismos contagios que se ven en España. Era surrealista. Podíamos salir al pueblo sin mascarilla y pasear. Por un lado me sentía aliviada porque no me afectaba la pandemia, pero otra parte de mí se sentía preocupada por mi familia. El pensar que no podía volver me agobiaba bastante», dice Noelia R.

La morriña vino después, extrañaba las tradiciones de Galicia, por momentos quería dejar de hablar inglés y retomar sus lenguas maternas. En cada conversación con su amiga, se cruzaba un «echo de menos a todos».

Ya había pasado un año, la lejanía se hacía más intensa hasta que decidió regresar a A Coruña con su novio en enero de este año. La sensación de llevar una mascarilla se le hizo ajena, se preguntaba con frecuencia por qué había vuelto. Pensaba que ya no pertenecía aquí, su casa ya no era su casa. Ahora tenía el peso de la pandemia encima, el pensar dos veces si podía dar un abrazo o un beso, pedir permiso para hacerlo, ver la desconfianza de las personas en la calle y la ausencia de aire bajo un tapabocas. Esto sin contar su otro calvario: buscar trabajo. Tardó seis meses en encontrarlo, al tiempo que su mejor amiga le apostaba a proyectos propios.

La amistad les daba un respiro a las dos. La primera vez que quedaron después del confinamiento fueron a tomar un café a la playa. Ya no eran las mismas, pero su complicidad estaba intacta. La pintora Noelia L. deseó que su tocaya estuviera en España cuando empezó la pandemia. «Terminé el confinamiento con un impulso constante de aislarme, pero estar con ella me ayudó a mejorar mi ansiedad y salir más. Soy una afortunada», asegura.