
El centro lleva años expandiendo su proyecto de jardinería
18 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.En Adormideras hay un pequeño rinconcete lleno de flores. Es el jardín del instituto de educación secundaria que lleva el nombre del barrio, escenario de un proyecto que ha traído a esta zona de la ciudad un necesario toque de color. Agapantos, margaritas y abelias hunden hoy sus raíces en lo que hasta hace no tanto era poco menos que un secarral.
Todo surgió de la tozudez, o acaso sería mejor decir tenacidad, de un puñado de profesores con ideas y maña y de unos alumnos inesperadamente volcados con las labores jardineras. «Nos juntamos todos por primera vez en el 2019 para adecentar esta zona del centro. Al principio contratamos a un jardinero para allanar el terreno y terminar de cubrirlo todo de hierba. Ya teníamos planeado ir a comprar las plantas que íbamos a plantar cuando, de pronto, llegó la pandemia y tuvo que paralizarse todo», relata María Díaz, una de las principales impulsoras.
Pero esto no fue sino un punto y aparte en la historia. Volvieron, y con fuerzas renovadas, al curso siguiente. Aún con la mascarilla inundando el rostro, pero por lo menos liberados del encierro del confinamiento, retomaron las labores. «Todo esto fue gracias a que recibimos asesoramiento y ayuda de Voz Natura, de la Xunta y del Concello. Nos dieron fondos, nos explicaron qué especies de plantas, flores y árboles eran más idóneas para el terreno y hasta nos cedieron unos bancos municipales que estaban en desuso para que los pudiéramos colocar en el jardín».

A pesar de que las manos tendidas de los expertos han sido inestimables, también son dignos de reseña los esfuerzos del propio alumnado. «Los chicos se involucran mucho, y normalmente hasta se acuerdan de lo que plantaron. Se acercan y se interesan continuamente por el tema. Tenemos a dos jardineros que vienen una vez al mes a cortar la hierba y hacer algún arreglo, pero el resto lo hacemos todo los profes y los alumnos. Es todo muy cooperativo», explica Díaz.
Los propios vecinos han notado un gran cambio. A mejor, claro. Agradecen la inyección de vida. «Al final es tener un nuevo espacio verde en el barrio, un espacio recuperado, y eso les gustó mucho». Con el tiempo están depurando cada vez más las técnicas. Todo es ir probando. «Esto de elegir las especies adecuadas es sobre todo ensayo y error. Hemos tenido muchos árboles y plantas que se han muerto». Pero cada revés era una nueva oportunidad de seguir aprendiendo.