Mi trabajo es pasear

Noelia Silvosa, Ana Abelenda, Tania Taboada

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

ELLOS SON CANGUROS DE PERROS Su trabajo no se limita a sacarlos a la calle, faltaría más. Estos cuidadores permiten que los dueños concilien mascota y trabajo. Y hasta que se vayan de fin de semana.

11 mar 2017 . Actualizado a las 05:15 h.

Estos paseadores no tienen una vida de perros. Para nada. Durante toda la semana siguen su horario milimétricamente. Solo así les da tiempo a recoger a todos los animales que tienen bajo su cuidado para sacarlos a la calle. Pasear con ellos no es tan fácil. Que se lo digan a Antonio Nogueiro, creador de Dog Walkers Galicia y uno de los paseadores más conocidos de A Coruña. «Hay días que me he juntado con diez perros, aunque no puedes reunirlos de golpe. Tienen que pasar por una fase de aclimatación, porque ellos no se presentan de frente. Hay un protocolo y un primer acercamiento de tolerancia, un lenguaje que tiene que pasar por el contacto visual y después por otro olfativo. Hay algunos que tardan hasta una semana en poder juntarse con el resto», explica Nogueiro, que dice que un paseador no puede actuar nunca como un dueño: «Los dueños a veces no dan las pautas. Ya el hecho de estar solos y con la correa les tensa, y cuando son demasiado conflictivos recomiendo un adiestrador». También tiene sus trucos: «Si tengo a un macho muy agresivo, por ejemplo, lo junto con una hembra, o al revés». Su jornada empieza a partir de las nueve y media. «Estoy haciendo entre 15 y 20 servicios al día y paseo por la mañana, por la tarde y por la noche. Puedo echar unas tres horas en cada paseo si son varios, porque voy a domicilio tanto a recogerlos como a llevarlos. Tengo la llave de la mayoría de las casas para poder ir a por ellos», afirma Nogueiro, que lleva siete años dedicándose a esto. Sus servicios no terminan en el paseo diario. Si los dueños quieren irse de vacaciones o de fin de semana, también se ocupa de los perros en su propia casa.

COMIDA Y CHUBASQUERO

«Solo les pido que me dejen su comida, un chubasquero y una cama o manta en la que puedan dormir», dice el paseador, que está encantado de tenerlos con él. Fue precisamente su amor por los perros lo que le llevó a emprender este negocio que, de momento, le va muy bien. «Yo tenía dos perros pequeños e iba a tener problemas para atenderlos, así que pensé: ‘Este problema lo tiene que tener más gente’», señala. A la vista está que no le faltaba razón. Ahora Nogueiro tiene otro en acogida y piensa adoptarlo. Él no se cansa de vivir entre ladridos.

José Pardo

Hace año y medio que Yadira lleva una vida de perros pero que muy feliz. No reprimas el «guau» porque es la vocación de esta auxiliar veterinaria a punto de los 30 que abrió el año pasado el hotel canino y felino El Bosque, en Narón: «Me encanta mi trabajo, pasar el día rodeada de perros. Todo el día... todos los días. Antes de abrir la residencia y al cerrar, también paseo perros. Aunque no seas su dueño, el cariño que te dan es...». No hay palabras. Que nos cuente la verdad sobre perros y gatos, ¿posible la paz? «En nuestro hotel -muchos prefieren ese nombre al de residencia- están en zonas independientes. No hay problema», cuenta esta paseadora que ofrece guardería pet para ayudar a la conciliación y que cuida perros de Lugo, Santiago y A Coruña. Su hotel perruno, que abre toda la semana y sábados y domingos de 10.00 a 14.00 horas, cuenta con dos patios de arena y diez habitaciones de 4 metros cuadrados, todas con ventana y calefactadas. «¡Estamos llenos! Suele hacer falta la reserva», advierte Yadira.

RELACIONES PERRUNAS

El apego animal le viene de casa... ¡y de casta! «Ya los tenían mis abuelos. Había perros antes de llegar yo», cuenta quien rescata y acoge animales que, si no, serían sacrificados. Hoy Yadira, que ha tenido gatos y roedores domésticos, tiene cuatro perros, Tango, Nana, Aza y Eco; esta, «la pequeñita de la foto». En El Bosque Eco es la recepcionista la encargada de recibir «y de llevar al patio a los perros que, porque así lo quieren sus dueños, se juntan con otros... ¡relaciones perrunas!».

En esta residencia, u hotel, o guardería, perros y gatos pueden quedarse a comer (por 2 euros más). El requisito para entrar es una cartilla al día, «que todo esté en orden». Los perros pasean aquí diariamente cuatro veces. Pero los paseos de Yadira no acaban con el día. Una vida de perros quizá no está tan mal ¡ni es un paseo! Requiere una entrega total.

ALBERTO LÓPEZ

La misma que practica Nerea López. Hace tres años esta chica decidió convertir su vocación en su forma de ganarse la vida: se dedica a cuidar y a pasear perros por entornos naturales de Lugo. Una labor que en países como Estados Unidos o ciudades como Madrid es habitual, pero que en zonas pequeñas como esta todavía no es muy habitual.

La idea de Nerea, que tiene 27 años y estudió auxiliar de veterinaria y educación canina, surge por el ritmo y el continuo estrés en el que vivimos. «Hay personas que trabajan muchas horas y no tienen tiempo para cuidar el perro al detalle. Para que el can esté mejor y no se agobie necesita su paseo diario. Así cuando llega a casa está tranquilo y relajado», indica.

DIEZ PERROS DIARIOS

La jornada laboral de esta lucense va en función de las horas de trabajo del dueño del perro. Es de lunes a domingo, y por lo general empieza a las nueve de la mañana y termina a las ocho de la tarde. Pasea una media de diez canes al día, y la ruta dura unos treinta minutos o una hora. No llevo más de tres canes a la vez por el bienestar de los animales. «Considero que para que un perro disfrute del paseo no conviene juntar a más de tres, porque no tienen margen de movimiento y se estresan. Además hay perros que no son compatibles», explica Nerea, quien dependiendo del lugar de residencia del animal, elige un camino u otro. «Lugo es un sitio privilegiado en este sentido, puesto que cuenta con muchos entornos naturales», matiza.

«Me lo paso como una enana. Entre los míos y los que paseo, estoy las 24 horas del día con los perros. Todos los días aprendo algo de ellos. Cuando voy a buscarlos se ponen muy contentos, pero de regreso a sus casas caminan despacito. No quieren que se termine...», dice Nerea, quien nunca los saca sin arnés ni su correa de dos metros.