Prohibido desaparcar

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

Señal de prohibido desaparcar
Señal de prohibido desaparcar

04 jul 2017 . Actualizado a las 12:07 h.

Soy un peatón profesional, de los que ni siquiera tienen carné de conducir, así que los cortes de tráfico, como teoría general, me parecen una idea espléndida. Es más, hace años que espero el Corte de Tráfico por antonomasia. El que saque a A Coruña de la lista negra de las últimas ciudades de Occidente que permiten que su casco histórico sea una obsoleta y humeante pista de automovilismo. Pero nada, he visto pasar ya a uno, dos, tres y cuatro partidos por el primer piso del palacio de María Pita y los coches siguen ahí, sepultando la Ciudad Vieja bajo sus neumáticos. Eso sí que es feísmo, y no un somier cerrando una finca, que al fin y al cabo es un acto de puro reciclaje y ecologismo.

Por eso, como entusiasta militante de los cortes, vetos y prohibiciones a los vehículos, quiero celebrar por todo lo alto la interminable agenda de campeonatos, festejos, trofeos, romerías, meriendas y jolgorios que permiten bloquear el paso de los automóviles en A Coruña.

Un fin de semana cualquiera, lo normal es que el centro urbano o el paseo marítimo -o los dos espacios a un tiempo, que tiene mucha más gracia- estén cerrados al tráfico porque hay un maratón, medio maratón o cuarto y mitad de maratón. Si uno baja despistado un sábado por la mañana a la Marina, corre el riesgo de quedar sitiado, detrás de una valla y dos municipales, por una procesión de runners, ciclistas, patinadores, marchadores y fornidos ironmen.

He visto los seis carriles que los Cantones tienen a la altura de Obelisco clausurados porque había veinte intrépidos deportistas practicando zumba sobre el asfalto. Tal vez 25. ¿Para qué bailar en la acera -¿lo del zumba es bailar?- si se puede hacer a todo lo ancho del Cantón Grande?

Uno de mis cortes favoritos se produjo no hace mucho, cuando se echó el candado a media ciudad para que caminasen por nuestras calles los devotos de la marcha nórdica, que consiste en andar por A Coruña apoyándose en dos bastones como si se avanzase por los hielos de la tundra.

En su día pensé que habíamos alcanzado ya la perfección, que la ciudad había elevado el corte de tráfico a la categoría de las bellas artes. Qué ingenuo. Todavía me quedaba mucho por ver y festejar. La cima estaba aún por alcanzar. Lo logramos este fin de semana. La vida tiene esas cosas. Uno cree que ya lo ha visto todo y, de pronto, tropieza con un precinto rojo y blanco que le impide el paso y un cartel pegado en la parada del bus de Puerta Real: «Campeonato ibérico de mensajeros en bici». Y zas, zas, zas, venga a pasar mensajeros ibéricos en bici.

Por un momento creí que ese texto era la cumbre absoluta. Pero mientras esquivaba ciclistas, al subir a Azcárraga encontré el mejor letrero de todos los tiempos: «Prueba deportiva. Prohibido desaparcar». Ante esa genialidad, yo ya me rindo. No va más.