El inmueble cadáver que no se debe olvidar

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

Esqueleto de un edificio sin terminar en Os Mallos.
Esqueleto de un edificio sin terminar en Os Mallos. j.b.

17 nov 2017 . Actualizado a las 12:07 h.

Es seguramente el punto más bonito y acogedor del barrio de Os Mallos. O, al menos, lo era. Porque, a decir verdad, ya no es lo mismo que antes. Se trata de la plaza de Padre Rubinos, ese espacio entre la avenida de Arteixo y la de Os Mallos, cortado por la ronda de Outeiro, en donde se había establecido una cierta armonía. Allí, en la zona en la que cada día acuden las palomas a por el pan que les dan algunos vecinos, uno hasta se podía olvidar del tráfico bestial de la ronda. Ahora tiene que evadirse de algo más: de los edificios que rompen violentamente la altura general, uno de ellos sin terminarse.

Son los resultados de la burbuja inmobiliaria de la pasada década. Cada vez que miro a aquel esqueleto de hormigón observo un monumento al descontrol y el todo por la pasta. También un símbolo de a dónde se llegó en el pasado y a dónde se puede volver a llegar, a poco que nos descuidemos. Allá por el 2004 me interesé por uno de los pisos de aquella zona. ¡Pedían 180.000 euros por un tercero sin ascensor! Le dije al vendedor que no podía asumir algo así. Me puso en contacto con su asesor financiero. Este me dio una solución: «Dile a tu jefe que te haga una nómina falsa que ponga que ganas 1.500 euros. Te consigo el 100 % del valor del piso, incluso más». Eran otros tiempos. De tanto hacer maniobras así, la cosa pinchó y quedaron muertos tan espantosos como ese.

Hubo quien accedió a la falsificación. Recuerdo el caso de un joven del Agra del Orzán. Suscribió una hipoteca por 120.000 euros cuando ganaba 900 euros mensuales. Le pidió al jefe que le manipulase la nómina para hacer el paripé. A los tres años se quedó en el paro y no pudo asumir las cuotas. Fue desahuciado. Pero no se quedó sin casa. Sabiendo que el inmueble había terminado en Caja Madrid, forzó la puerta y volvió a entrar. En el 2013 La Voz recogió ese caso. El titular: «Okupa en su propia casa». Otra consecuencia anómala de la locura general de aquellos días en los que parecía que se iban a terminar los pisos y había que comprarlos al precio que fueran.

Existe cierta recuperación en el sector, muy necesaria para la economía local. Pero también la llegada de los que se forran comprando casas para luego revenderlas. «Lo que pasa es que aquí en este país la gente quiere ganar dinero sin trabajar, dando pelotazos», me comentaba hace poco un veterano agente inmobiliario. Puede ser. El golpe ha sido tan fuerte que todos hemos aprendido la lección. O deberíamos. Pero cuando escucho a gente quejarse porque no le dan el 100 % de la hipoteca o el que dice que coge una casa antigua, la restaura y multiplica por cinco su valor me acuerdo del cadáver de Os Mallos. Y cruzo los dedos para que algo así no se vuelva a repetir porque, queramos o no, estamos todos en el mismo barco.