Luis Rodríguez Moya: «Soy afortunado y me lo creo»

A CORUÑA CIUDAD

Abraldes

Dice que le cuesta perdonarse, pero presume de títulos y de haber superado cuatro aneurismas cerebrales

05 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Luis Moya (A Coruña, 1960) es historia viva del automovilismo. Dos Mundiales de ralis al lado de Carlos Sainz le avalan, pero su figura va mucho más allá. Su carisma (pocos personajes públicos han calado tanto como el coruñés) y su capacidad de superación (demostrada en sus largas travesías a nado y en una asombrosa recuperación de cuatro aneurismas cerebrales) lo sitúan en el ámbito de las leyendas. Esta es su particular visión de sí mismo:

-¿Quién es Luis Moya?

-Un coruñés que nació en 1960. Coruñés, gallego y español. Muy orgulloso de serlo, y con la suerte de haber competido en los ralis, porque era lo que más me apasionaba desde siempre.

-¿No se recuerda alejado de los coches?

-Es que de adolescente me encantaban. Iba al rali de A Coruña. Al de Portugal fui con muletas y una pierna enyesada. Mi padre me había advertido: «Pero ¿a dónde vas así?». Y al regreso me tuvieron que cambiar el yeso... Veía a los pilotos y no me atrevía a acercarme ni para pedirles autógrafos. Y alguno después fue compañero mío...

-¿La pasión es la clave?

-Seguramente. Y tenerlo claro, para concentrar la energía en lo que haces. Hace poco preguntaba a algún joven en un circuito: «Y tú ¿qué quieres hacer?» Alguno contestó: «No lo sé». Pues muy mal.

-¿Seguirá siempre en el motor?

-Es que mis amistades están ahí. Incluido Carlos Sainz. Y me gusta ir a los ralis, me apasiona. En los de España y Portugal es donde veo a mis amigos.

-¿Cómo llevó una relación tan intensa como la que tuvo con Carlos Sainz?

-No es difícil, es como una de pareja. Hay que manejar la tensión y arreglarla lo antes posible. Más que nada, porque en un coche no tienes escapatoria. Es la importancia de tener una relación estable. Son las más longevas entre piloto y copiloto las que cosecharon más Mundiales.

-¿Por qué?

-El factor humano. Te conoces. Sé lo que quiere con solo mirarlo.

-¿Sus fans le dan mucho la lata?

-Es que no me dan la lata. Me reconocen mucho por la calle, se hacen selfis... ¿Cómo me va a molestar si me están haciendo un homenaje? Tras la operación de los aneurismas, todos me paraban. Sentí mucho el cariño de la gente. Tenía casi doscientos wasaps. Los contesté casi todos. Ahora con los mensajes de voz es una maravilla. Y así me escuchaban. Me llamó Carlos Sainz para escucharme. A los pocos segundos ya me dijo: «Para, para, que ya veo que estás bien, que hablas igual de deprisa que siempre».

-¿Cómo se encuentra ahora?

-Estupendamente. Hago vida normal. Hago deporte. Gracias a los doctores Ángel Martínez Muñiz en A Coruña y Juan Macho en Barcelona.

-¿Cómo encajó esos momentos?

-Pues con el primero descubrieron que tenía tres más. Los médicos me dijeron: «Esta operación es de riesgo, pero de riesgo vital. O te pueden quedar secuelas». Así que quince días antes de la operación hice un testamento. Es que los copilotos somos muy ordenados...

-¿Cree que su trayectoria a veces queda reducida a la anécdota en el imaginario popular, como las imitaciones o el «trata de arrancarlo»?

-No. Hay gente que me conoce por esas cosas. No me molesta. Solo hay que tener ganas de buscar el lado positivo. Por ejemplo, gracias al primer aneurisma supe que tenía tres más y me los atajaron a tiempo. Aquel motor del rali de Inglaterra de 1998 nunca podría arrancar. Pero le di la vuelta. Y me quedo con la primera reacción: intentarlo.

-¿Podrá seguir nadando larga distancia?

-Sí. Y haciendo triatlones. Completé los once kilómetros a nado de la vuelta a A Coruña, crucé el estrecho de Gibraltar. El deporte me ordena mucho la cabeza, tomo mejor las decisiones.

-Un ránking le sitúa como una de las personas públicas que mejor cae. ¿No tiene defectos?

-Los tengo, claro. Soy muy exigente conmigo mismo. Me obligué a ello con Carlos Sainz porque él también era muy exigente. El talento se te supone, pero la capacidad de trabajo, no. Probablemente sea mi mejor amigo. Pasamos trescientos días juntos fuera de casa al año durante mucho tiempo. Y me quedó eso. Es lo que menos me gusta de mí. A veces me cuesta perdonarme cosas, pero eso me hace mejorar. Lo analizo todo mucho, en cualquier ámbito.

-¿Quién le enseñó a tomar notas?

-Prácticamente nadie. Fui bastante autodidacta. Y a los pilotos les gustaba cómo las cantaba. Porque las cantaba de verdad, con entonación y cambio de ritmo. Para que viesen la carretera. No las leía plano.

-No le ha ido mal.

-Pues no. Donde toco, cae un título. Soy muy afortunado, y me lo creo.

-¿Cocina?

-Lo básico. Suelo comer sano, sigo una dieta equilibrada: pasta al mediodía y por la noche, proteínas. Mi esposa también sigue esa dieta. Con ella aprendí a comer ensaladas. Antes, el verde no me gustaba mucho. Parafraseaba al que decía: «Queda muy bonito en la mesa, pero nada de llevármelo a la boca». Ahora...

-¿Qué música prefiere?

-Soy gran fan de Frank Sinatra. Siempre había soñado con conocerlo y decirle: «Hello, Frank» y que él me contestase: «Hello, Luis». Cuando vino a tocar a Galicia, me lo presentó un conocido común. Él no sabía quién era yo, así que le dijeron mi nombre. Yo le estreché la mano: «Hello, Frank». «Hello, Luis», respondió. Me fui pensando «ahora me puedo morir tranquilo».

-Con lo que ha viajado, ¿a dónde le gustaría ir?

-De lo que vi, Nueva Zelanda (he ido veinte veces a competir), Australia, Italia... ahora me cansan más los aeropuertos que los aviones, pero el tren me gusta mucho. Una de las cosas que quiero hacer es alquilar una autocaravana con mi esposa y recorrer Canadá, a la parte de Australia que no conozco... y hacer deporte en cada uno de los lugares donde hagamos una parada.

-¿Ha tenido una vida feliz?

-Muy feliz. Nunca me lo podría haber imaginado.