Un tique para sentarse en la Marina

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

21 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Julia es la bomba, el ciclón bomba que los coruñeses estamos esperando con los brazos abiertos, con las manos abiertas y con la camisa abierta. Esperamos esta bomba «calórica» porque ya huele a primavera. Estamos ahí, a puntito de caramelo para enseguida quitarnos las medias, el chaquetón y empezar a absorber toda la vitamina D, de los domingos al sol. En ese júbilo en que nos instala el buen tiempo tenemos que jugárnosla al quítate tú para ponerme yo porque no cabemos todos en esta solana en que se ha convertido la Marina. Solo con vernos a todos cómo estábamos el sábado pasado en ese día de calor, apiñados, buscando un sitio como locos para coger las tumbonas que son las sillas de los «porches». Cómo estábamos el otro día haciendo cola en las heladerías (este fin de semana ya abre la Colón), con ganas de sacudirnos el invierno. Si me llegan a decir de niña que en febrero habría en esta ciudad más ambiente en las heladerías que en aquellos veranos de entonces, no me lo creería; pero el helado se nos ha hecho tendencia invernal y es un clásico ya del paseo coruñés, que cada cinco metros nos ofrece unos cuantos en esa milla calórica que es todo un gustazo.

Nos van los helados, nos van las colas, y nos va el terraceo que da el mejor de los disfrutes, pero que los días de anticiclón a veces nos saca otros calores. Lo digo porque ya no va ni una ni dos que en ese lagarteo de tirarnos a buscar una silla surge la bronca por hacerse un hueco en esos escasos metros cuadrados a hora punta. Por eso los hay que madrugan, como los guiris de Benidorm que son los primeros en bajar a la playa para clavar la sombrilla, y saben que si se sientan a las doce y media del mediodía pueden tener pegado el trasero hasta las cinco de la tarde sin que nadie les diga ni mu. Que para eso se curran ese uso horario. Vale.

Pero a las dos de la tarde, cuando baja esa marea de gente, ya no hay manera de llevar un control de para quién es cada mesa, para quién esa silla, para quién ese sol. Y si eres tú el que está sentado felizmente notas la presión y la sombra de todos esos que a tu alrededor se quedan de pie, pegados en círculo, esperando como la velutina a clavártela en cuanto te levantes al baño. Si estás sola, no puedes dejar la mesa ni un segundo porque de pronto te quedas sin ella, y tampoco hay quien ponga un poco de orden en ese escenario lleno de actores de reparto. Un buen reparto es lo que van a tener que hacer quienes estén detrás de esos locales, en los que terminaremos cogiendo un tique para sentarnos, apuntándonos en la lista de coruñeses deseosos de sol. En esa fila en busca de la mejor terraza, en busca del mejor helado acabaremos por hacer un turno para vitaminarnos calóricamente. Díganme, ¿quién es el último?