El botellón vuelve a tomar la calle Vista y deja un reguero de quejas

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Los vecinos, que han presentado ya una docena de escritos en María Pita, advierten que la situación es «inaguantable». Participa en nuestra encuesta: ¿Hace el Ayuntamiento todo lo necesario para evitar situaciones como esta?

15 abr 2019 . Actualizado a las 19:54 h.

Los vecinos de la calle Vista «ya no podemos más». Así lo resumía este domingo por la mañana el portavoz de las comunidades afectadas por el botellón después de una noche más sin dormir, soportando griterío, cánticos y las consecuencias de la movida nocturna: suciedad, basura acumulada, cristales rotos y mal olor por los «regueros de orina».

Han reunido ya medio millar de firmas para dejar constancia de su malestar, vía registro y como ya han hecho con diferentes escritos, ante el gobierno local, ya que las condiciones de su calle, una vía estrecha y encajonada entre San Andrés y el Orzán, maximizan aún más los efectos de las concentraciones de jóvenes bebiendo a cielo abierto.

Los portales más afectados son los números 1, 5 y 6 de la calle Vista, junto al 18,20 y 22, además del 86 y 90-96 con entrada por la calle San Andrés, que cada vez con mayor frecuencia sufren las molestias de la cultura de reunirse al fresco para beber.

Aseguran que, de media, llegan a juntarse hasta 200 jóvenes de madrugada al arrimo de los locales de hostelería más cercanos, pero que ha habido noches en que en la calle Vista no cabía ni un alfiler, con hasta medio millar de noctámbulos copa en mano y voz en grito.

«Actúan con total impunidad», lamenta el representante vecinal, que la madrugada del domingo volvió, como suele hacer, a requerir la presencia policial. Sin éxito. «¡Claro que llamamos! Primero a la local, y no cogían; a la sexta vez por fin lo conseguimos y nos dijeron que no podían hacer nada, que presentásemos una queja. ¡Pero ya he entregado al menos una docena de escritos con dosier de fotos incluido», insiste. Según recalcan, el domingo de madrugada ni el 092, ni tampoco el 091, al que también avisaron, se pasó por la zona. En otras ocasiones, las fuerzas de seguridad sí han patrullado cerca, pero más por la calle Orzán que por la suya. Tiene su explicación: «Con la gente que se junta, aquí no entra un coche».

Los más próximos a las notas, sonoras y olorosas, de la festiva afluencia han contactado también con la asociación de vecinos para reclamar su apoyo ante una situación que, en su opinión, va a más y provoca inquietud entre los ciudadanos. «La gente empieza a tener miedo -apunta- porque sales a decirles que por favor, que quieres dormir, y aún se ríen de ti; la gente tiene miedo de decirles nada porque igual al día siguiente te encuentras los cristales rotos».

La sensación de sentirse «olvidados» y de ser «el patio trasero del centro», en palabras del portavoz, es común en la pequeña calle. «Nosotros compramos la casa en octubre del 2017 y desde entonces esto es una tortura», explicaba ayer una de las afectadas, que asegura que son contadas las semanas en las que pueden descansar. «Los jueves, viernes y sábados, a partir de las doce y media de la noche esto es insoportable», señaló antes de aludir a que, en su caso, «vive conmigo mi madre, una persona mayor, tengo dos nietos que son bebés, y yo me levanto a las siete para trabajar, imagínate lo que es aguantar esto todas las semanas». «No te creerías lo que hemos visto aquí, de todo», resumía.

La cafetería de los jardines de Méndez Núñez, de nuevo objeto de ataques vandálicos

Las quejas por los problemas de convivencia que traen consigo las costumbres sociales de entretenimiento vienen siendo recurrentes en diferentes puntos de la ciudad. Hace apenas una semana, fueron los vecinos de Novo Mesoiro y Feáns los que protestaron por los ruidos procedentes de las fiestas en Vío, y el botellón en los jardines de Méndez Núñez se ha convertido ya en un clásico en el repertorio de lamentos.

Este fin de semana, tampoco la zona del Relleno quedó a salvo. Al margen de la acumulación de basura y de ver sus esquinas convertidas en orinales, la cafetería Copacabana, que ayer adelantó su apertura para dar servicio al maratón Coruña42, volvió a encontrarse a las seis de la mañana con cristales rotos en la puerta de entrada. «Llevamos 48 años aquí, imagínate las veces que hemos tenido destrozos, aunque esta vez llevábamos un año sin grandes cosas», explicó Anahí Sánchez, la hija del propietario. «El seguro ya ni me contesta, le envío un correo y ya sabe», comenta para dar idea de lo acostumbrados que están a los daños colaterales de la movida.