La ciudad herculina lanza un plan de reformas para adaptar el centro urbano al modelo de este siglo. ¿Es A Coruña una ciudad para ir a pie?

Xosé Gago
Redactor

A Coruña intenta recuperar el tiempo que ha perdido en la carrera contra los coches. Por un lado, con la puesta en marcha de cinco grandes proyectos de peatonalización o reducción del tráfico. En los Cantones, San Andrés, el paseo marítimo, el Parrote y en las vías que unen San Diego con el Agra. Por otro lado, con cambios en la circulación. La velocidad máxima bajará a 30 por hora en la mayoría de las calles, y se implantará una plataforma reservada a transporte público en Juan Flórez. Todos esos proyectos requerirán una inversión de más de 12,5 millones de euros, y en su mayoría deben quedar listos en un plazo de tres años.

La ciudad tomará esas medidas con importante retraso. Mientras numerosas urbes europeas -algunas muy próximas, como Pontevedra o Santiago- ponían coto al tráfico, en A Coruña se atrincheraba el modelo del siglo pasado, centrado en el vehículo privado, y estallaron protestas incluso contra soluciones mínimas, como la colocación de bolardos.

Pese a ello, las peatonalizaciones avanzaron. Se limitó la circulación en espacios del centro muy señalados, como la plaza de España, la Marina y, con muchos años de retraso, la Ciudad Vieja

La advertencia de Lores

Ninguno de los alcaldes que impulsó o ejecutó esas obras fue reelegido. Lo ocurrido contrasta con Pontevedra, donde Anxo Fernández Lores encadena gobiernos tras una amplia reorganización del centro. Fue el propio Lores quien en el 2013, en un debate con el entonces alcalde, Carlos Negreira, recomendó más ambición: «Se fose alcalde da Coruña peonalizaría os Cantones».

Inés Rey parece haber escuchado a Lores. La alcaldesa presentó hace una semana un proyecto para remodelar la señalada avenida que, como decía el regidor pontevedrés y destacó Rey, pone al ciudadano en el centro.

El plan forma parte de una serie de obras más ambiciosas e interconectadas, que el concejal de Urbanismo, Juan Díaz Villoslada, ha ido poniendo sobre la mesa en el último año. Muchas provienen de mandatos anteriores, lo que es inevitable tras el parón que sufrió la obra pública con el gobierno de la Marea (2015-2019).

El problema es de tiempo. Además de la amplitud de las reformas, en el Ayuntamiento atribuyen el éxito de Lores a que están terminadas meses antes de las elecciones, y los ciudadanos tienen tiempo para valorarlas. No fue así con la plaza de España, la Marina o la Ciudad Vieja.

Este año debe quedar lista la plataforma reservada a transporte público en Juan Flórez, que está en proyecto y para la que todavía no hay un coste estimado.

Los tres proyectos más ambiciosos: la reforma de los Cantones y su entorno (3,8 millones), San Andrés (dos millones) y la remodelación del paseo marítimo entre San Antón y Adormideras (3,2 millones) deben quedar listos antes del fin del mandato. La obra del paseo debe estar en marcha el año que viene, y terminada en el 2022. A esas alturas ya se debe estar trabajando en San Andrés y los Cantones, con el objetivo de terminar antes incluso de que acabe el año. 

El riesgo de los plazos

Pero esos plazos podrían bailar. Por un lado está la contratación de las obras. La normativa aprobada en la crisis anterior, más garantista, facilita la presentación de recursos administrativos. Esas reclamaciones pueden dejar el proceso en suspenso y tardar meses en resolverse, como pasó con los contratos de recogida de basura y limpieza viaria.

Por otro lado, los proyectos no solo dependen del Ayuntamiento, sino que implican a otras Administraciones, como Patrimonio, que tiene competencias para exigir cambios en los proyectos. Sin olvidar posibles retrasos por la aparición de restos arqueológicos u otros imprevistos.

Todas esas circunstancias se dan en el proyecto de reforma del Parrote. Es una zona de gran valor, en la que tiene competencia tanto Patrimonio como el Puerto, y en la que con seguridad se encontrarán restos históricos. En principio estaba previsto ejecutarla en este mandato, pero fuentes municipales señalan que no hay plazos cerrados, a la vista de esas circunstancias y de la necesidad de ampliar el proyecto.

La ronda peatonal, el itinerario a pie que unirá San Diego con el parque del Observatorio, se terminará en el próximo mandato. En el 2021 se reformará Alcalde Marchesi con un presupuesto de 1,2 millones de euros. Hasta el 2023 se intervendrá en el segundo tramo de la calle -de Ramón y Cajal a la rotonda de la parte trasera del centro comercial Cuatro Caminos-, en la que se ampliarán los espacios peatonales aunque se permita la circulación; y se remodelarán calles como Mariscal Pardo de Cela o Ramón Cabanillas, que enlazarán con Ángel Senra o la calle Barcelona para formar la ronda. Quedará para el próximo mandato la parte final de la calle Barcelona. 

Abrir los terrenos del puerto es la gran asignatura pendiente para rediseñar la ciudad

El diseño futuro de la ciudad estará condicionado por la apertura de los terrenos portuarios, que aportarán más de 430.000 metros cuadrados a la ciudad. La mayor parte, 376.192, están situados en San Diego. Pero esa zona será la última en integrarse en el terreno urbano, ya que su apertura depende de la construcción del ferrocarril al puerto exterior de punta Langosteira, al que el Gobierno central sigue sin poner fechas y un presupuesto concreto.

Más próxima está la apertura de Calvo Sotelo y Batería, que sumarán 54.533 metros a la ciudad. La mayoría de las empresas que operan en esa zona han completado o tienen avanzado su traslado al puerto exterior, pero la apertura se ha ido retrasando año tras año. El último anunció era que comenzaría en el 2019 y culminaría en el 2021, pero por el momento no ha comenzado.

La incorporación de esos terrenos, ya estudiada en el plan Busquets, devolverá a la ciudad su otro acceso al mar y permitirá la construcción de nuevos edificios públicos, todavía por concretar, y, salvo que se cambien los acuerdos existentes, viviendas.

Las reformas de las calles del centro llevan más de tres décadas pendientes en algunos casos

Aunque la opinión general dice que el grueso de la inversión municipal se ha volcado en el centro, la realidad es que con la excepción de la Marina y la plaza de España la mayor parte de las calles de la zona histórica lleva años a la espera de una reforma, y la calidad urbana de la mayoría de ellas está por detrás de vías como Pablo Picasso, en Elviña.

El caso más destacado es el de San Andrés. Los proyectos para reformarla se han sucedido durante los últimos 30 años, sin que ninguno de ellos arraigase. Los primeros se toparon con rechazo de los comerciantes a medidas como el carril bus. Fue planteado en 1989, pero la oposición fue frontal y no salió adelante.

En el 2008 se optó por instalarlo pese a las quejas, pero pudieron más las segundas y fue retirado en el 2011. Ya por entonces se hablaba de la «bulevarización» de la calle, que ahora cuenta con el respaldo del sector comercial, que ha visto como la avenida ha entrado en una decadencia profunda en la última década.

La reurbanización de las viviendas María Pita contará con 3,8 millones

Aunque la reforma de los Cantones ha acaparado la atención, el gobierno local insiste en que también se harán inversiones importantes en los barrios. Pone como ejemplo el plan de reurbanización del grupo de viviendas María Pita, en Labañou, al que se destinarán 3,8 millones de euros.

El proyecto, que incluye mejoras en las viviendas y también en los espacios públicos con la introducción de plataforma única en las calles, ya ha sido presentado a los vecinos de la zona.

Las obras se dividirán en cinco fases, que se ejecutarán de acuerdo a la demanda de los residentes. La primera de ellas, que asciende a 780.000 euros, se licitará durante este año. El proyecto está cofinanciado por la Xunta y el Estado, y forma parte del plan de rehabilitación del barrio.