La explosión que hizo temblar la ciudad en 1942

Fernando Molezún A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

El suceso se saldó con una víctima moral y 72 heridos, lo que fue calificado de milagroso teniendo en cuenta la magnitud del estallido

23 sep 2020 . Actualizado a las 14:40 h.

«¡Qué ejemplo de ciudadanía y de disciplina dio ayer La Coruña!». Así arrancaba la crónica de La Voz de Galicia que, el martes 22 de septiembre del año 1942, contaba cómo el día anterior había hecho explosión el polvorín del Orzán. La desgracia se saldaba con una víctima mortal y setenta y dos heridos, lo que fue calificado de milagroso teniendo en cuenta la magnitud de la explosión y el populoso barrio en el que tuvo lugar, dentro de una ciudad que en aquel entonces contaba con unos 120.000 habitantes.

Pasados diez minutos de las doce del mediodía se producía esta explosión cuyo estruendo pudo escucharse «a varios kilómetros de la capital», llevándose por delante las lunas de escaparates y ventanas de diversos barrios de la ciudad. En el polvorín situado en Monte Alto se almacenaba pólvora negra para proyectiles de cañón, y tras la explosión «desapareció totalmente, siendo despedidos a gran distancia bloques de piedra que formaban parte de la construcción y sus murallas», según explicaban las crónicas de la época, que añadían que «una densa nube de humo cubrió el lugar de la explosión por completo y se extendió luego por el mar».

La víctima mortal fue Francisco Souto Pita, «bombero zapador de la sección municipal de 37 años, vecino de Monte Alto, que se encontraba trabajando en una cantera inmediata al lugar de los hechos». El fallecido dejaba viuda y seis hijos de corta edad, por lo que desde La voz de Galicia se abrió una suscripción popular en la que se fueron recogiendo donaciones con el fin de ayudar a la familia de la víctima.

«Con todo ello no ha vivido nuestra ciudad más que unos minutos de angustia (...) sin que hubiese que registrar ni en los mercados pletóricos de gentes, ni en los talleres, ni en las fábricas ni en en pueblo en general, la más ligera inadvertencia», culminaba la crónica refiriéndose al ordenado comportamiento de los vecinos, que evitaron que se produjesen escenas de caos en la zona.