Hay pocos ejercicios tan coruñeses como deambular lánguidamente por los Cantones y su derivada, el borde exterior de Méndez Núñez, y quizá por eso a los lugareños nos pone mucho el plan actual para peatonalizar la zona noble de Marineda y extender ese paseo, sin obstáculos, como un todo continuo, desde el Obelisco hasta el mar por los jardines.
A lo largo de la historia se acumulan los paseantes célebres del Cantón, pero los más viejos del lugar recuerdan todavía la figura conspicua e insólita del doctor Enrique Flórez del Cueto, especialista «en enfermedades del estómago, intestinos, hígado, nutrición y sangre», como detallaba el anuncio que publicaba en La Voz de Galicia desde los años veinte del siglo pasado.
Residía y pasaba consulta en el primer piso del Cantón Pequeño 22, y hasta los años sesenta bajaba a la calle por la mañana para dar su paseo de rigor en pijama y gabardina. Médico brillante y personaje extravagante a partes iguales, por delante del ultramarinos de Aniceto cruzaba al jardín casi sin mirar, mientras con un brazo levantado y valor torero mandaba frenar a los trolebuses que se le echaban encima. Cuando iba de pesca o a pintar, abría en la acera una silla de tijera y el termo que bajaba de casa mientras esperaba el bus.
Flórez del Cueto era muy popular, pues en La Voz anunciaba el Xerez Quina Ruiz: «Certifico que es una feliz combinación de vino generoso y quina de inmejorable calidad, un eupéptico de primer orden, estimula rápidamente el apetito, ejerce favorable influencia sobre la digestión y lo prescribo siempre a los enfermos débiles, convalecientes, anémicos e inapetentes, con notable resultado». ¿Era el contenido del termo? Quién sabe… Otros tiempos.