San Xoán en A Coruña, la fiesta del desenfreno que en los noventa se trasladó a la playa

marta valiña A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

CÉSAR QUIAN

El Campo da Leña fue en el siglo XIX y principios del XX el epicentro de unas celebraciones en las que, según las crónicas, había «curdas de todos los calibres»

21 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Este año, como el pasado, no habrá San Xoán en las playas de A Coruña. Los arenales de la ciudad, tal y como confirmó hace unas semanas la alcaldesa, Inés Rey, permanecerán cerrados y la hogueras, como ya ocurrió en el 2020, tampoco podrán arder por los barrios de la ciudad. «Plantearnos un San Xoán en la playa con miles de personas no nos parece prudente. No se podrá celebrar esta fiesta tal y como la conocemos, con miles de personas haciendo hogueras», zanjó la regidora.

En esta ocasión, la pandemia manda, y toca ser prudentes. Es el momento de poner cortapisas al desenfreno que ya en el siglo XIX caracterizaba al San Xoán en A Coruña, tal y como reflejan las crónicas periodísticas de la época. Entonces, sin embargo, la fiesta se vivía a lo grande en el Campo da Leña, porque lo de trasladar la juerga a las playas no se produciría hasta los años noventa del siglo XX.

Así lo contaba La Voz de Galicia el 23 de junio de 1882, solo unos pocos meses después de su fundación: «Esta noche, con motivo de ser víspera de San Juan, habrá la animación de siempre en el Campo de la Leña, donde se levantarán las históricas casetas para la venta de dulces y licores, los chicos iluminarán las calles de la población con las acostumbradas fogatas y las parrandas se escucharán por todas partes». ¿Una fiesta tranquila? No a la vista de la conclusión del artículo: «Las consecuencias de todos estos jaleos son fáciles de adivinar».

No se equivocaba el cronista, porque solo unos días después contaba que, aunque «el agua y el viento que reinó por espacio de algunas horas ha contribuido mucho a refrescar los cerebros y evitar camorras», aquella noche durmieron «en el cuarto de prevención de la comisaría» varios «sujetos» que faltaron a los agentes de la autoridad. Todos ellos estaban, decían entonces, «en completo estado de embriaguez».

Poco cambiaron las cosas los años siguientes, cuando las hogueras siguieron ardiendo con fuerza las noches de San Xoán y los desmadres continuaron sucediéndose. Así, por ejemplo, la escueta crónica de 1901, hablaba de grandes fiestas en el Campo da Leña, la plaza de Lugo o Monelos, y decía que «el aspecto que presentaban desde la calle Caballeros los montes que circundan La Coruña era verdaderamente curioso pues en la cumbre de casi todos ellos destacaban grandes hogueras». ¿Fue aquella una noche tranquila? Parece que no del todo. «Los casos de borrachera, más o menos fulminantes, fueron numerosísimos», concluye.

¿Se calmaron las cosas con el paso de los años? Poco a la vista de lo que contaba La Voz el 24 de junio de 1910. «No añadimos que hubo curdas de todos los calibres y otras yerbas... de San Juan, porque se supone», remataba la crónica de aquel día después de lamentar que «la noche de San Juan se caracterizaba en La Coruña hasta hace pocos años con una lucidísima verbena en el Campo de la Leña». Aquel lugar, rememoraba con nostalgia el periodista, «se cuajaba de farolillos, tocaba una banda militar lindos bailables y cuando enmudecía, soplaban por turnos todas las murgas del pueblo». Y con la música, continuaba contando, «danzaba la gente moza sin distinción de clases y sin grandes remilgos». La fiesta había perdido fuelle, decía la crónica de aquel 1910, desde que «al popular Campo lo partió por el eje una calle y perdió todo su encanto verbenero».

El desenfreno llegó hasta tal punto que en los años treinta del siglo pasado, comenzaron las prohibiciones, que muchos años más tarde acabarían por llevar la fiesta a la playa.  «El alcalde, que tiene memoria y sabe cuántos clamores de protesta se suscitan todos los años por las desgracias y los abusos a que dan lugar las hogueras de la fiesta tradicional, decidió suprimirlas de raíz, por lo menos en las principales calles», contaba La Voz en 1933. Pedía entonces el alcalde, Manuel Iglesias Corral, que la prudencia también se impusiese en las afueras de la ciudad «para que el número de chamuscados, contusos y heridos sea menor que otras veces, porque hubo años en que el balance más parecía de una batalla que de una verbena».

Prohibir, prohibió, pero poco caso le hicieron los coruñeses porque, tal y como se contaba en La Voz al día siguiente, «las tradicionales y prohibidas hogueras de San Juan ardieron por toda la ciudad». El resultado: «Unas desconsoladoras y aun vergonzosas listas de heridos, chamuscados, quemados y contusos. Muchos se abrasaron más o menos a conciencia por rendir culto a la tradición».

Redadas, crímenes e incendios, los sucesos de la noche más corta

Coincidiendo con la noche de San Xoán de 1896, el entonces inspector jefe de vigilancia «creyó necesario, y con razón, dar una batida por todos los puntos limítrofes de La Coruña a fin de recoger el mayor número posible de armas». Por lo que cuentan las crónicas de aquel año, los coruñeses de finales del siglo XIX debían de ser especialmente pendencieros a la vista de lo que los guardias lograron incautar tras varios cacheos: «Fueron recogidas tres pistolas, trece navajas, cuatro cuchillos, cuatro revólveres, una navaja de afeitar y otra de lengua de vaca. Además se recogió un vergajo de alambre, rematando en una bola de plomo». Como anécdota, la crónica resalta que a una chica le requisaron un revólver y una pistola. «No puede negarse que la moza era de armas tomar», concluye el periodista.

Fue siempre una noche de mucho trabajo para las fuerzas del orden, pero sobre todo para los bomberos, que en el San Xoán de 1912 tuvieron que enfrentarse a lo que La Voz tituló como «la mayor hoguera». La noche, contaba el cronista, «convidaba a no acostarse y la gente se echó a la calle», hubo «alguna que otra curda escandalosa», y un suceso de última hora en la calle de Vera, donde la chispa de una hoguera «saltó y fue a prender en un cargamento de tojo seco que conducía un carro. La llamarada fue enorme». El carro paró junto a una casa y «los vecinos comenzaron a arrojar los muebles a la calle y el pánico dominó durante un rato». Finalmente «solo el carro y el tojo quedaron reducidos a cenizas».

Más trágico fue lo acontecido la noche de San Xoán de 1923 en Carnoedo (Sada), donde un joven chófer, «conocidísimo en La Coruña» mató de un disparó a «un dependiente de una peluquería en Sada». Ambos acababan de participar en una sardiñada en la que «bebían abundantemente. Y a esto, a la excesiva bebida, se atribuye que llegase a ocurrir el crimen».