Diez años de la tragedia del Orzán: A Coruña aún llora a los cuatro muertos

ALBERTO MAHíA A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

Algunos de los componentes de los equipos de rescate participantes hace diez años en la tragedia del Orzán, Iván Ramos (policía local), Germán Lago (era el jefe de Seguridad del Ayuntamiento en el 2012), Marcial Canitrot (bombero), María José Rodríguez Sanjurjo (era responsable de Protección Civil), Carmen Reigía (coordinadora de emergencias de Cruz Roja) e Isabel Lozano (madre del policía Rodrigo Maseda), este miércoles delante de la escultura de recuerdo en la coraza coruñesa.
Algunos de los componentes de los equipos de rescate participantes hace diez años en la tragedia del Orzán, Iván Ramos (policía local), Germán Lago (era el jefe de Seguridad del Ayuntamiento en el 2012), Marcial Canitrot (bombero), María José Rodríguez Sanjurjo (era responsable de Protección Civil), Carmen Reigía (coordinadora de emergencias de Cruz Roja) e Isabel Lozano (madre del policía Rodrigo Maseda), este miércoles delante de la escultura de recuerdo en la coraza coruñesa. Marcos Míguez

«Ahora solo ves imágenes, pero había unas personas que estaban en el agua y que no eran capaces de salir», recuerdan agentes que participaron en el intento de rescate aquel 27 de enero del 2012 en el que fallecieron tres policías y un joven eslovaco. El padre de Tomas Velicky: «Estos días son muy difíciles para nuestra familia»

27 ene 2022 . Actualizado a las 10:27 h.

El dolor permanece fresco en la coraza del Orzán. Aunque ya han pasado diez años de aquella maldita noche, la tragedia parece que sucedió ayer. Cuando el mar sacó toda su bravura y se llevó la vida de cuatro seres humanos que no tenían que morir. Pero murieron. Los agentes de la Policía Nacional José Antonio Villamor, Rodrigo Maseda y Javier López se convirtieron en unos héroes que entregaron su vida en vano para salvar la del estudiante eslovaco Tomas Velicky, un joven que cometió una gran irresponsabilidad, pero, como dice la madre de Rodrigo, «es una víctima más, tan buena o generosa como podían ser nuestros hijos». Este jueves, a las 12,30 horas en la coraza del Orzán, se celebra un acto en memoria de los cuatro fallecidos, convocado por el Ayuntamiento.

No hay ni pizca de rencor en los familiares de los que se echaron a un mar enfurecido. A día de hoy, los allegados de los fallecidos mantienen un estrecho y emotivo lazo.

Aquella madrugada del 27 de enero del 2012, las temperaturas eran muy bajas y el mar estaba enfurecido, con amenazantes olas de hasta 8 metros de altura. Las autoridades habían activado la alerta naranja por mal tiempo y la playa coruñesa del Orzán era, en esas condiciones, un lugar muy peligroso. 

A las cinco de la madrugada, con 23 años, celebrando el final de los exámenes de Erasmus en los pubs de la zona de copas del Orzán, sin tener la más mínima idea de que en Galicia, en noches como aquella, es una enorme insensatez siquiera mirar el mar, un grupo de jóvenes, entre los que se encontraba Tomas Velicky, decidieron bajar a la playa para escribir sus nombres en la arena. Lo normal a esas edades. Tomas se acercó a la orilla a orinar. Tardó más de lo normal. Los compañeros giraron sus cabezas y lo vieron luchar contra las olas y la fuerte resaca. Ahí empezó una tragedia que se prolongó durante 24 días y 24 noches.

José Antonio Villamor, de 34 años y natural de Friol, y Rodrigo Maseda, de 35 y de Burela, estaban en la zona vestidos de paisano, pues minutos antes habían ayudado a un militar francés que se estaba bañando en medio de aquel furioso mar. Dos jóvenes los avisaron de que Velicky estaba en dificultades y acudieron en su auxilio. Intentaron el rescate en vano. La secuencia de golpes de mar devolvió a tierra a Velicky, lo volvió a llevar y con él a los dos agentes del 091 y a Javier López, de 38 años y vecino de A Coruña, que acudió a ayudarlos.

Los tres, grandes nadadores, lucharon como toros. Para salvarse ellos y salvarse entre ellos. Durante minutos, el mar hizo con ellos lo que quiso. Los acercaba a la orilla, los golpeaba y se los volvía a llevar.

Los agentes de la Policía Local Iván Ramos, Alejandro Rodríguez y José Antonio Villar patrullaban por el paseo marítimo cuando vieron gente asomada a la balaustrada. Corrieron hacia la playa. «Ahora solo ves imágenes, pero había unas personas que estaban en el agua y que no eran capaces de salir. Había varios agentes atrapados entre la ola y la resaca. No sabría decir cuántos porque algunos estaban de paisano», rememora Iván. Un policía para el que fue tan duro aquello, que reconoce que su mente «borró muchísimas cosas».

Las olas, grandísimas al coincidir con la pleamar, no los amedrentaron y lograron sacar a un policía nacional de paisano. Iban con lo puesto, con las botas, la cazadora y el arma reglamentaria. Cuando pudieron rescatar al agente se desvistieron para regresar al agua. Lograron salvar a otra persona, a Adrián Doce, un joven que pasaba por allí y también se lanzó al mar para ayudar. Otro héroe.

«Fue entonces cuando vino una ola y nos tiró al agua, estuvimos luchando contra corriente hasta que aprovechamos la llegada de otra ola y con el impulso logramos salir, pero no soltamos al joven que agarramos», recuerdan.

Para entonces ya se habían dado cuenta de que faltaba un compañero: «Un policía nacional gritó ''¿dónde está Javier?'' Entonces pensamos que solo faltaba uno», dijeron. Los agentes se desplegaron en su busca.

En aquel momento, vieron al estudiante eslovaco: «Venía y se iba con las olas». Villar llevaba una linterna en la mano y empezó a enfocar al joven: «No sé si era él, solo sé que era un chico y que parecía calvo». Observó que le hizo señas: «Estaba vivo porque levantó el brazo», explicó. Fue entonces cuando se formó una cadena humana. José Antonio Villar era el primero: «La cadena logró aguantar tres olas grandes, de unos cuatro metros, pero vino una cuarta que nos tumbó. De ese momento solo recuerdo que yo iba agarrado a un hombre y que no lo solté. Y clavé la linterna que llevaba en la otra mano en la arena y me agarré con fuerza para evitar que me llevase la resaca». De esa manera logró salir del agua. Entonces se dieron cuenta de que el joven que rescataron logró alcanzar una cuerda. «Un policía se ató a ella. Iba como un miura. Pero la cuerda era corta y ya no se veía a nadie», recordaba Villar, que le pareció ver a alguien salir a flote, pero «enseguida desapareció». Sin duda, «lo más duro fue tener a una persona a escasos metros y no poder hacer nada por salvar su vida», lamenta Iván Ramos.

Mientras todo eso sucedía. sonó el teléfono en la casa del entonces jefe de Seguridad del Ayuntamiento, Germán Lago. Vivía cerca y corrió hacia la zona. «Llegué antes de que apareciera el primer cuerpo, el de Javier López. En las dos primeras horas, dice, no sabían cuántos desaparecidos había. Montó el operativo y no descansó hata 21 días después, cuando se encontró al joven estudiante Velicky. De su memoria, aparte del inmenso esfuerzo humano y la gran coordinación entre todos los cuerpos, le viene el momento de encontrarse con el padre de ese chico, que viajó a A Coruña nada más enterarse de la desgracia. «Le expliqué dónde había muerto su hijo por la mañana, en un día despejado y sin olas. No se creía que una playa como la del Orzán fuera peligrosa».

A Germán Lago le tocó conjugar la parte profesional de la coordinación del rescate y la emotiva o emocional, la de estar cerca de los familiares. Y entre medias, transmitir todo lo que está ocurriendo a las distintas autoridades. «Lo que agradecen en esos momentos los allegados es que les informen al minuto. Hay que decirles toda la verdad por muy dura que sea», destaca.

El entonces jefe de Bomberos y hoy jefe de Seguridad del Ayuntamiento, Carlos García Touriñán, recibió la llamada de alerta al mismo tiempo que su antecesor. Recuerda que al llegar se encontró con la imagen de tres policías municipales que han salido del agua gracias a una cadena. a su memoria vuelve aquel mar enbravecido, «con alerta naranja y muy poca visibilidad. El rescate fue duro, porque eran compañeros que habían sacrificado su vida por otra persona y había que encontrar los cuerpos».

El océano devolvió sobre las nueve de la mañana el cuerpo de Javier López, frente al Millenium. Hubo que esperar seis días, hasta el 2 de febrero, para que el mar dejase salir de sus profundidades los cadáveres de José Villamor y Rodrigo Maseda en la misma ensenada del Orzán. Casi un mes después de la tragedia aparecía el cuerpo del joven eslovaco. Durante todos esos días, decenas de personas trabajaron de sol a sol. Cada una de ellas, cumpliendo su cometido.

Por ejemplo, María José Rodríguez Sanjurjo, que en 2012 era responsable de Protección Civil Coruña. No olvida «la enorme generosidad de los padres de una de las víctimas del Orzán, el policía Javier López». Nunca se olvidará del encuentro que ese padre y esa madre tuvieron con Peter Velicky, que también lloraba la muerte de su hijo.

Imposible de borrar fue el momento en el que estaba junto a la esposa de Javier López cuando apareció su cuerpo y participó en la recuperación del cadáver de Rodrigo Maseda. «Vieron algo flotando en la orilla y nos movimos rápidamente para retirar el cuerpo de la zona lo antes posible. Los padres del policía pasaban por allí todos los días y tratábamos de que el daño emocional fuera el menor posible», recuerda. Qué curioso, dice, que el agente «fuera a parar a los pies del hotel en el que se alojaban sus padres».

El calor a los familiares lo protagonizó Cruz Roja. Carmen Reigía desempeñaba hace 10 años el cargo de coordinadora de Emergencias en la ciudad. «Desde el primer momento procuras darle a los allegados de los desaparecidos el bienestar posible dentro de la durísima situación. Se trata de minimizar el impacto inicial, de conocer sus necesidades básicas (comida, medicación, contactos) y organizar el dispositivo en función de ellas», explica Reigía. Aquella tragedia supuso «un orgullo enorme» para los que de una u otra manera participaron en el operativo.

Para el bombero Agustín Barreiro, más conocido como Hache, supuso enfrentarse no solo a una actuación que él desempeñó en el mar, también a la pérdida de un amigo que conocía del barrio, el policía Javier López. «Trabajamos horas y horas buscando por todas partes. Cuando llegaba la hora del descanso, no podíamos parar, estábamos más tiempo porque queríamos que aparecieran ya», dice. Familiares de los desaparecidos los animaban y daban las gracias, se acercaban a ellos para preguntar «y también los animábamos», señala.

Hoy en día, como destaca su compañero Marcial Canitrot, hay una unidad de rescate acuático en el cuerpo de bomberos. En el que él trabaja. «Nunca se sabrá si hubiese sido distinto todo si existiéramos nosotros. Puede que fuese igual, porque los que estuvieron lo dieron todo y más». Le llama mucho la atención que en el parque del 080 se recuerde «muy a menudo cómo fue aquello, lo duro que fue. Creo que les marcó a todos».

«Estos días son muy difíciles para nuestra familia», dice Peter Velicky, el padre del joven eslovaco. Un hombre que se presentó en la coraza del Orzán dos días después de la tragedia sin saber qué se encontraría, cómo iban a reaccionar las familias de los policías al verlo. E inmenso en el inimaginable dolor de perder a un hijo. Y fue uno más. Al que abrazaron todos. No solo los miembros del operativo, también los padres de los agentes.

Aquella desgracia los unió a todos. Nadie le reprochó nada. Ni a él, ni a su hijo. «Desde que pasó la desgracia tenemos contacto de manera frecuente. Hay un estrecho lazo entre nosotros. Se ha creado una especie de unión familiar. Su pura y firme fe en el reencuentro de nuestros hijos en esa dimensión superior nos refuerza mucho también a nosotros». Peter Velicky pidió perdón una y mil veces a los padres de los policías en nombre de su hijo. Cuando ya estaba de sobra perdonado. Y «siempre recibí cariño, comprensión y amor por su parte», dice. 

La madre de Rodrigo Maseda: «Siento ternura por el chico. Es una víctima más»

Isabel Lozano, madre del policía fallecido Rodrigo Maseda, acudió ayer a la coraza del Orzán. Sola. Con un ramo de flores en una mano y una humanidad que no le cabe en el corazón. Allí se encontró con algunas de las personas que hace diez años participaron en el operativo de rescate, reunidas por La Voz de Galicia para elaborar este reportaje. «Voy bien, intento ir bien, a veces tengo bajones, y muy fuertes, pero intento superarlos sobre todo por mi otro hijo, que es el que más me importa ahora mismo, por mi familia, por mis amigos para que no estén incómodos, tristes, porque no se puede estar con la misma melancolía delante de la gente. Al final tienes que vivir, por mi hijo tengo que estar bien», dice.

En este décimo aniversario de la peor tragedia vivida en la playa del Orzán, Isabel Lozano escribió un poema dedicado a su hijo que envió a La Voz.

Poema de Isabel a su hijo

Como decirte hijo de mi corazón

que aunque pasaron diez años y mil más que pasarán

nunca podré olvidar lo ocurrido en el Orzán.

Os fuisteis los cuatro juntos,

Rodrigo, Javier, José Antonio y Tomás, como duendes de ese mar.

Cuan jinetes cabalgando a otros mundo encontrar.

Muchas cosas han pasado desde que pudimos hablar. Aunque yo lo sigo haciendo,

y sé que tú me escucharás.

Ahora estás con papá,

quién lo iba a imaginar.

Y yo volveré allí,

a visitar ese lugar que me apartó de ti, y en el que tú eras feliz.

Te gustaba la playa, nadar en aguas frescas, olas de espuma blanca

y disfrutar de tus amigos, que no se olvidan de ti.

Tú adorabas la vida.

Tres cosas te hacían feliz,

tu familia, tus amigos y tu trabajo.

Esta era tu pasión.

Muy jovencito decidiste lo que querías hacer.

Ilusión de cambiar el mundo y que fuese un poco mejor...

Y nos quedamos sin ti.

Pero siempre orgullosos de tu vida por aquí.

Ahora miro las estrellas e imagino que me dicen que ya no llore por ti.

Que tú ya eres feliz.

Mi pequeño.