Y Francisco Javier encontró a sus compañeros 65 años después

Mila Méndez Otero
Mila Méndez A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Francisco, que vive en Vigo desde los 18 años, decidió publicar la foto de su pandilla de la infancia en La Voz y, gracias a eso, dio con uno de sus añorados amigos, Manuel, en la foto de la derecha, y con la noticia del domingo en la mano.
Francisco, que vive en Vigo desde los 18 años, decidió publicar la foto de su pandilla de la infancia en La Voz y, gracias a eso, dio con uno de sus añorados amigos, Manuel, en la foto de la derecha, y con la noticia del domingo en la mano. M. Moralejo / Ángel Manso

Este vecino de Vigo se puso como meta localizar a sus amigos de la infancia a partir de una vieja foto en blanco y negro

03 sep 2024 . Actualizado a las 08:29 h.

Es normal durante la juventud, reconoce Francisco Javier Pozas, pensar que hay tiempo. Tiempo para aprender, trabajar, progresar, conocer nuevas amistades... Con los años es cuando uno se da cuenta de que se escapa. Fue revisando fotos de la infancia cuando a este vecino de Vigo de 83 años «y medio», puntualiza, lo embargó la morriña. En una de esas instantáneas en blanco y negro un grupo de nueve chavales posan sonrientes a cámara en los jardines de Méndez Núñez de A Coruña, con la escultura de Emilia Pardo Bazán de testigo a sus espaldas. «Mis amigos de la calle Caballeros», pronunció en voz alta.

Roto el contacto con el grupo por las vicisitudes de la vida, el padre de Francisco Javier era ferroviario y tras un ascenso lo trasladaron a Vigo, se dijo a sí mismo que había que intentarlo. «Me pudo la nostalgia», confiesa. Empujado por este sentimiento, se puso en contacto con el periódico para pedir que se hiciera la magia. Había que encontrar a sus viejos compañeros.

«No sabía si iba a tener éxito con esto, y qué emoción cuando va y me llama Manolo», exclama sin ocultar la impresión. Francisco Javier envió su foto a La Voz, el periódico que lee Manuel Precedo en su ciudad, A Coruña. «¡Anda, si esta es mi pandilla!», se sobresaltó el hombre, del año 1941, cuando pasaba las hojas. «Me quedé clavado leyendo la noticia. Claro que me acuerdo de Francisco Javier, y de todos. De pronto afloraron todos los recuerdos», comenta Manuel, extrabajador jubilado de la banca.

Solo quedan tres

En la foto, Manuel es el segundo por la derecha de los que están de pie. Francisco Javier, el primero por la derecha de los agachados. Manolo, como así lo llamaban, fue el encargado de poner a su amigo al día. «Desgraciadamente, solo vivimos tres. Además de Manolo, de mis amigos de A Coruña solo queda Chicho, el tercero por la derecha de los que están agachados en la foto. Era el más joven. Los otros se fueron yendo», detalla.

Fueron la generación de la posguerra. «Nací el 3 diciembre de 1940. Llegué a Galicia por mi padre, que era de Madrid. Era el pequeño, una hermana mía acaba de morir y cuando lo mandaron a A Coruña yo tenía 7 años. Aquí estuvimos hasta que tuve 18. Vivíamos en una de las casas de los ferroviarios en la desaparecida estación norte de la ciudad, entre A Gaiteira y Marqués de Amboage. En A Coruña fui a los Maristas y jugué al hockey. Los de la foto éramos todos vecinos, los que salíamos los domingos para ir al cine, a merendar o al Teatro Rosalía. Después, hice mi vida en Vigo. Me casé dos veces y tuve cuatro hijos. Tuve un concesionario de Toyota y Alfa Romero y una planta donde fabricaba piezas de automoción. Mi afición era la pesca submarina», hace memoria Francisco Javier.

Con todo, son los lazos que se establecen durante la infancia y la juventud, añade, los que dejan huella. «Regresé a A Coruña por el trabajo, pero nunca me detuve a buscarlos. Ha pasado mucho tiempo, pero no quise perder esta oportunidad», remarca.

Aunque con los años crecen los achaques —después de la entrevista Francisco Javier indica que tiene que ir a un control hospitalario— la ilusión no desaparece y desde ayer, gracias a publicar la foto, tiene una nueva misión. «Manolo se va a encargar de ponerse en contacto con Chicho. Hemos quedado en reunirnos y comer juntos. Viajaré yo hasta A Coruña», avanza.

Nunca es tarde si la dicha es buena, y él lo ha comprobado.