Sofía Vázquez, activista gitana: «Soy la matriarca de mi casa, y sí, soy gitana y feminista. El machismo es global»

A CORUÑA CIUDAD

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ANGEL MANSO

Es una defensora de los derechos de su etnia, pero también de las mujeres y los colectivos desfavorecidos. Estudia, trabaja e integra pioneros proyectos sociales y de vivienda desde A Coruña

04 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El año que estamos empezando es especial para Sofía Vázquez ( A Coruña, 1979) por varios motivos. La cifra más redonda que celebra son los 600 años de la llegada de los gitanos a la Península. «El 12 enero de 1425 le dieron el salvoconducto a la primera familia, llegaron por el este de Aragón», cuenta. Pero este 2025 también es un año de pequeñas y no menos importantes victorias personales. Es el año en el que planea empezar un ciclo superior de educación y en el que toma impulso la pionera cooperativa de viviendas de la que forma parte en A Coruña con un modelo inaudito hasta ahora en Galicia: el Gobierno autonómico les ha facilitado a los vecinos promotores un terreno en régimen de cesión de uso en un proyecto para el que cuentan con financiación europea.

Hija de una leyenda en su ciudad, su padre fue Antonio Vázquez, El Gitano, el masajista del Superdépor, cree firmemente en el poder del trabajo colectivo para conseguir avances, como los que siguen afianzando en la cooperativa social donde trabaja y es gerente, Mulleres Colleiteiras.

Sin unión, opina, no hay inclusión social, y en un mundo donde todavía se siguen escuchando comentarios en televisión como los que dijo Ágatha Ruiz de la Prada estos días con su «estoy viviendo como las gitanas. No tengo de nada. Ni luces, ni cocina, ni lavabo, ni sofá», Sofía recuerda que no hay que dar nada por hecho.

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ANGEL MANSO

—¿Todavía resuenan en tu cabeza las declaraciones de la diseñadora?

—Nuestra imagen social siempre ha sido negativa, y eso persiste con creencias, con prejuicios, con acciones discriminatorias que continúan a día de hoy, y siguen saliendo en la televisión. «Vives como un gitano», «vienes vestida como una gitana». No me molesta una frase en concreto, es el estereotipo, y desde luego, no son dichos populares. Cosas como las que dijo Ágatha Ruiz de la Prada duelen porque nos infravaloran, y ya es hora de que se vayan borrando esas frases hechas. Después de 600 años aquí, de superar leyes que iban contra nosotros [hasta 1978, con la Constitución, no éramos reconocidos], hay que empezar a valorar más al pueblo gitano. Hemos contribuido a muchísimas cosas.

—¿Qué nos habríamos perdido?

—Nuestra cultura, nuestra alegría, nuestro flamenco. Incluso hemos traído moda. Y los mercadillos ambulantes, que dan mucha vida. ¿A quién no le gusta pasarse por uno?

—¿Tenéis la sensación de estar siempre en el punto de mira?

—Si eres gitana, siempre tienes que demostrar tu valía, tu honradez para ser respetada. La población mayoritaria no tiene que hacer ese esfuerzo, al contrario, hasta que comete un error, no tiene que demostrar nada.

—¿Qué es Mulleres Colleiteiras, donde trabajas y eres la gerente?

—Es una cooperativa social, sin ánimo de lucro, fundada por Arquitecturas sin Fronteras. Ahora la llevamos gitanas. Somos gestoras, revalorizadoras y transportistas certificadas, con el ISCC y el ISO 9001. Somos pioneras en Galicia y en España. Éramos tres personas cuando empezó y, a día de hoy, somos ocho profesionales, con previsión de ir ampliando. En A Coruña tenemos 81 contenedores. El aceite usado se echa en una botella de plástico. Lo recogemos en locales privados y públicos y lo llevamos a nuestra nave, donde se decanta hasta llegar a una pureza del 97 %. A partir de esa decantación, se convierte, con otro proceso, en biodiésel. Le damos una segunda vida al aceite, pero también a nosotras, a la mujer. Trabajamos con un porcentaje mayor de población gitana, pero no todas somos gitanas, hay diversidad, que es al final lo que da sabiduría y te nutre. Y hacemos formación dentro del horario laboral.

—Además de trabajar, también estás estudiando. ¿Por qué ahora?

—Hice un cambio de 180 grados en mi vida laboral desde que estoy en Mulleres Colleiteiras. Siempre fui dependienta, nunca trabajé en el medio ambiente ni en el tema social. Pero ahora, que lo he probado, he encontrado mi propósito de vida. Estoy estudiando a distancia una diplomatura de la Universidad de Navarra sobre intervención social en la comunidad gitana y, si va todo bien, entraré en A Coruña en el Ciclo Superior de Integración Social en marzo. 

—En tu ciudad, A Coruña, ¿has sufrido discriminación?

—Sí, y la sigo sufriendo en el tema de la vivienda. Divorciada desde los 36 años, con una hija de 22, aunque tengo un trabajo estable, no me puedo permitir comprar un piso. Tienes que tener unos ahorros muy altos y los bancos te exigen una serie de condiciones, complicadas para una persona en mi situación. Pero es que incluso alquilar es cada vez más difícil.

—Trabajas en una cooperativa y formas parte de otra de viviendas en Xuxán. Aquí los cooperativistas no seréis propietarios, sino que tendréis un derecho de cesión del piso por 60 años. Una fórmula muy europea.

—Me veía toda la vida de alquiler, pero es que los alquileres cada vez suben más. No encontraba una calidad de vida para mi presente y futuro, así que empecé a informarme. Con esta cooperativa te dan unas facilidades que no encuentras en otros sitios. Voy a pagar menos de lo que estoy pagando ahora y durante 30 años, y es una cesión de 60 años con derecho de transmisión.

—En un país donde las herencias causan tantos quebraderos de cabeza, comprar sigue siendo la opción predilecta, sin embargo.

—Para qué quiero tener una herencia si no tengo dónde vivir ahora. Aquí vamos a tener un lugar de pertenencia asequible y con unas calidades que no encontraríamos en ningún alquiler. Es un edificio sostenible, nuevo, con sus plazas de garaje y a un precio que te puedes permitir el día de mañana. Hay mucho suelo público donde se puede construir, hacer cooperativas sociales de vivienda sería una alternativa para el peligro que tenemos, no solo en mi ciudad ni en mi colectivo, sino en general, de acceso a la vivienda.

—Como comentas, estás divorciada. ¿Te costó dar ese paso en tu entorno?

—Al principio costaba un poco más divorciarse. Por tus creencias o porque intentas luchar, como todo el mundo. Pero hoy en día nadie aguanta a nadie. Quien se quiere divorciar, se divorcia, hay custodias compartidas y una forma de vida muy igualitaria. ¿En qué nos diferenciamos? En que los gitanos nunca vamos a perder nuestros valores, cuidar a los enfermos y al mayor. Eso siempre lo vamos a tener, pero obviamente, vas avanzando en la vida y ahora está normalizado el divorcio en la mujer, también en el colectivo gitano.

—¿Alguna vez ocultaste tu etnia?

—Siempre, siempre digo con orgullo, y me encanta, que me llamen la gitana.

—¿Notaste en falta la carencia de referentes cuando eras pequeña?

—Mi hija de 22 años sacó el ciclo de Integración Social y esa fue la meta que nos pusimos. Es verdad que nos faltan muchos referentes para su estudio. En casa, toda mi vida y mi infancia fueron muy buenas, y es cierto que mi padre ha sido nuestro referente. Él tuvo sus estudios, una clínica, trabajó en el Deportivo. Falleció en el 2004, pero dejó un buen legado. Una mujer con una carrera no la hubo en mi entorno, pero sí tengo referentes de otras gitanas luchadoras. De hecho, no puedo decir que no tenemos trabajadoras referentes, porque la mujer gitana ha trabajado mucho. Y ha sido autónoma toda la vida, yendo a los mercadillos. Ha madrugado, salido en invierno con lluvia y frío y en verano con calor con la venta ambulante.

—¿Te defines como feminista?

—Soy la matriarca de mi casa. Y, sí, soy feminista, y hay que luchar por el feminismo gitano. El patriarcado y el machismo son globales, no de una población minoritaria. Y es de ese patriarcado del que nos tenemos que preocupar.