Rubén Naveira, de A Casa do Cura: «Todos los días hacemos más de seis tartas de queso gigantes»

CULLEREDO

El propietario de A Casa do Cura de O Burgo, Rubén Naveira, tiene 44 años un hijo de 10 y es natural de Oza-Cesuras
El propietario de A Casa do Cura de O Burgo, Rubén Naveira, tiene 44 años un hijo de 10 y es natural de Oza-Cesuras CÉSAR QUIAN

Antes de la pandemia miró locales en A Coruña, pero paró el proyecto

23 may 2022 . Actualizado a las 09:55 h.

Dice que ningún cura se enfadó. «Seguimos manteniendo en la carta la zorza consagrada, el bacalao pecaminoso o el polbo na sacristía. Pero siempre con ironía y respeto. Sigo jugando con las palabras, pero algo menos que al principio», comenta Rubén Naveira Naveira, propietario de A Casa do Cura de O Burgo. Abrió en el 2013 en un local de 120 metros cuadrados que pronto se le quedó pequeño y se mudó al actual, de más de cuatrocientos. Es normal que en cada turno coman o cenen 200 personas, que pagan por cabeza entre 20 y 25 euros. «El tique se puede disparar según el vino que pidas, pero la media es esa. Lo que noto es que la gente tiene ganas de disfrutar. Están consumiendo mucho. Creo que la clave del éxito es que pongo el alma en el negocio. Le doy vueltas a la decoración, a la carta... No le puedes gustar a todo el mundo, pero mi idea inicial de A Casa do Cura, a casa de todos sigue vigente. Mi clientela es más o menos de mi quinta», analiza Rubén, que tiene 44 años y es natural de Cesuras, ahora Oza-Cesuras Su mujer, Yolanda Sixto, es la repostera que elabora casi todas las tartas que se hacen en el local. Venden muchas para fuera y todas tienen en común un tamaño descomunal. «Por ejemplo, todos los días hacemos más de seis tartas de queso gigantes y diferentes», afirma.

El secreto de las raciones

A Casa do Cura tiene fama de raciones abundantes. «El postre lo ponemos grande porque normalmente piden uno para compartir. La gente viene a pasar el rato, disfrutar y piden cosas para tomar entre todos. Por eso son grandes las raciones. Pero me gasto un pastizal en loza, que ayuda a que parezcan todavía mayores», comenta con buen humor. Trabajó en varios locales de hostelería y siempre tuvo claro que algún día montaría un negocio propio. Era el representante de una bodega de La Rioja cuando nació su hijo.

El pequeño Álex

Convertirse en padre y que el niño tenga una enfermedad de las denominadas raras adelantó los planes. «Hubo que eliminar kilómetros para estar más en casa. Como sabía de vinos y me apetecía lo de la hostelería, decidí cambiar de vida y dejar de viajar», comenta. Ahora libra los domingos por la noche y los lunes. Ese día el pequeño Álex, de 10 años, no va a Aspace para poder estar todos juntos. «La vida son momentos», sentencia Rubén, que cuando era niño escuchaba en la aldea a los mayores decir frases como «comín coma un cura» o «en casa do cura fartura». Fue su fuente de inspiración más adelante. Cuando va a otros restaurantes le gusta pedir crudos como los cebiches o el steak tartar. También le gusta mucho el pescado. «En mi negocio lo que más piden es el pulpo, los berberechos, navajas, almejas o zamburiñas, oreja á feira... En verano la gente toma alguna copa en la terraza, pero a la una cierro. Soy inflexible con los horarios porque tengo 15 empleados y hay que respetar el descanso», afirma.

Apertura en A Coruña

A Casa do Cura va tan bien y tiene tantos clientes que repiten una y otra vez que decidieron expandirse. «Antes de la pandemia estuvimos mirando locales en A Coruña. Nuestra idea era un tipo de restaurante más pequeño, parecido al de O Burgo, pero con otro nombre. Algo así como una filial. Pero pasó lo que pasó y paramos el proyecto. Quién sabe en un futuro», explica. Además de las raciones, otro detalle del local es que siempre está sonando música. «Desde que abrimos hasta que cerramos. Algunos se quejan de que está muy alta, pero son los menos. Hay personas que pasan muchas horas con nosotros. Incluso hay parejas que se conocieron aquí. Soy muy celestino», asegura Rubén, que confiesa que su principal defecto es que le cuesta delegar. Antes de la despedida me cuenta una anécdota. Una vez se cayó de la moto cerca del local y la gente que se arremolinaba decía «foi o cura».