«Los cabezudos siguen funcionando porque despiertan nuestra inocencia»

FErnando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

SADA

EDUARDO PEREZ

Ha recuperado este clásico de las fiestas populares con un toque moderno y crítico

21 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Las fiestas de Sada han contado este año con unos protagonistas que hacía años que no se les veía. Desde el Concello han querido retomar una tradición como la de los cabezudos y adaptarla a nuestros tiempos. Un complejo encargo que terminó en las habilidosas manos de la profesora de plástica, artesana y escultora Ana Sastre, conocida por su ingente obra basada en la mujer, pero que este verano ha tocado un terreno más festivo con su arte al encargarse de los pulpos y medusas que han desfilado por las calles de Sada.

-¿Cómo recibe un encargo que parece tan alejado del grueso de su obra?

-Con muchísima ilusión. El objetivo era recuperar un tradición pero, al mismo tiempo, transformarla, tanto en su concepto y temática como en su técnica, porque estos son más coloridos, más ligeros, reciclados... Los cabezudos tradicionales se hacían sobre molde de barro, se añadían después distintas capas de papel... Y ahora se hacen en resina, que es algo que a mí no me gusta nada, va contra mi sentido de lo natural. Nuestro reto era utilizar papel reciclado, pasta de papel, para elaborar unos cabezudos totalmente artesanales. A la larga, lo que se pretendía era despertar la curiosidad entre niños y mayores, que más adelante pudiésemos hacer talleres para crear más cabezudos, implicar a la gente para que elabore sus propias máscaras.

-¿Cómo escogió la temática y el diseño de cada personaje?

-Me dieron libertad total. Algunos están más ligados al resto de mi obra. Por ejemplo, está Maruxa Abril, que así la he llamado en homenaje a Maruja Mallo, a la que se le dedica este año y de la que siempre he sido gran admiradora. Es mujer, y yo siempre he reivindicado el papel de la mujer a través de mi arte. Así que bauticé así a este cabezudo porque empecé a trabajar en él en el mes de abril. Es una pescantina como las retratadas por Maruja Mallo.

-Pero algunos cabezudos tienen cierta carga de crítica social.

-Quise encontrar personajes que enlazaran de alguna manera con Sada, que al fin y al cabo es un pueblo marinero. Pero sin renunciar a la ironía. Así que hice un pez grande, en alusión a algunos peixes que andan por ahí sueltos. Le llamamos Menudo Peixe y tiene una boca inmensa. Le había pintado sangre en los colmillos, pero quedaba demasiado aterrador, así que se la cambié por sangre azul, así deja un poco en paz al pueblo llano. También hay un pulpo que se presenta al estilo de James Bond en Octopussy, pero en lugar de «Bond, James Bond» dice «mi nombre es Bo, Pol Bo». Este fue el más difícil de elaborar por los tentáculos, que tenían que tener un soporte que diera seguridad, pero que no pesaran al mismo tiempo para poder moverse. Fue el mayor reto técnico.

-En plena era digital, ¿funciona algo tan tradicional como los cabezudos?

-Precisamente, para que funcionase, hemos querido darle una vuelta, añadirles algo de la ironía gallega, cosa que como gallega de adopción admiro muchísimo. Se trataba de unir de alguna manera un comentario crítico pegado a la actualidad con la tradición festiva de los cabezudos. Y todo con mucho colorido. Funcionan con mayores y con niños, porque despiertan la inocencia de todos, aunque estén cargados de crítica social.

-¿Se incrementará la familia de cabezudos de cara a las fiestas del próximo año?

-Esa es nuestra intención, que la gente se implique y los realicen ellos mismos. Todo es cuestión de empezar a trabajar. Se puede hacer en grupo, hay muchos pasos para compartir y es sencillo trabajar con pasta de papel. Es un material fantástico, a mí me tiene totalmente conquistada por la cantidad de cosas que se pueden hacer con ella. Y además, reciclamos.

«Vine a Galicia por amor y terminé enamorándome de Galicia»

Nació en Ávila, pero el amor la convirtió en gallega, algo a lo que no opuso demasiada resistencia: «Es muy fácil enamorarse de Galicia», asegura Ana Sastre.

-¿Cuánto tiempo lleva en Sada?

-En Sada llevo unos 17 años, pero ya la primera vez que vine a Galicia fue a Sada, siendo casi una cría, al albergue. Es que tenía un novio gallego. Volví a trabajar a mi tierra, Ávila, pero cuando nos casamos me vine para aquí y la integración fue facilísima. En cierto modo puede decirse que vine a Galicia por amor y terminé enamorándome de Galicia. Y, afortunadamente, el amor que me trajo hasta aquí sigue conmigo. Fue quien despertó en mí las inquietudes artísticas y compartimos taller, aunque trabajamos de espaldas contra el otro para no distraernos.

-Hablando de trabajo, ¿qué tiene la pasta de papel que no tengan otros materiales?

-Es tremendamente versátil. He realizado los cabezudos, pero también relieves, muñecos y esculturas de todo tipo con ella. Con los acabados de pintura y los barnices consigo texturas diferentes que parecen otros materiales. En la exposición que hice en marzo con motivo del Día de la Mujer había representaciones de diferentes diosas desde la prehistoria, así que había piezas que parecían de arcilla, madera, cobre... Y todas hechas con pasta de papel. Pero, sobre todo, es un material humilde, reciclable, económico y ligero y que, sin embargo, te da todas las posibilidades imaginables. Son todo ventajas.

-Habla de este material con auténtica pasión.

-Es que la sensación al trabajar la pasta de papel con las manos es única. Te olvidas de cualquier problema y ves salir de tus manos una cosa que parece que estaba ahí esperándote... Es algo mágico.