Alberto García-Alix: «No tengo tanto ego ni me quiero tanto como para soportarme en la pantalla»

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

PACO RODRÍGUEZ

Niega ser el fotógrafo de la movida madrileña, una época de vitalidad «que no he vuelto a ver»

09 oct 2017 . Actualizado a las 08:02 h.

Gira la mirada. Y la fija en la cámara fotográfica que tiene sobre la mesa la pareja de al lado. «¿Me disculpas un momento?» Se acerca a ellos. Les pide verla. La sostiene. Es una Pentax de medio formato, pero hay un modelo posterior con la empuñadura de madera «con la que se trabaja de puta madre». Alberto García-Alix (León, 1956) está en Santiago no por su fotografía, sino por sus películas. Presentó De donde no se vuelve y Un horizonte falso en el festival Curtocircuíto. 

-¿De dónde no se vuelve?

-De dónde no... [piensa]. Pues no se vuelve del pasado. Es pulsión poética De donde no se vuelve. De lo que viene a hablar es de la vida. He tenido una vida que ha sido así [señala varios puntos sobre la mesa] y de esta vida ha salido esta obra. Eso no vuelve. Es pasado siempre.

-¿Y «Un horizonte falso»?

-Es un trabajo para la Casa Europea de la Fotografía en París. Es una exposición que convertí en una pieza audiovisual para explicar qué es un horizonte falso.

-¿Qué es?

-La misma fotografía es un horizonte falso. La misma fotografía. No es real.

-En «De donde no se vuelve» dice que el retrato es un enfrentamiento. ¿Qué es entonces el autorretrato, que usted practica?

-Para mí, hoy día, es una búsqueda de mí mismo a través de un ejercicio fotográfico.

-No es un enfrentamiento.

-No, el autorretrato no. Porque entonces me dolería demasiado como para hacerlo.

-¿Qué opina de la era de los selfies?

-Que deben dimitir todos. [Ríe].

-Sigamos con los retratos. Acaba de estrenarse «En la línea de la sombra».

-No. Eso es un documental que ha hecho Nicolás Combarro sobre mí.

-Pero habla de usted mismo.

-No me han dejado hablar de otro, te juro que si por mí fuera hablaría de otro [risas]. Nicolás es un amigo muy capaz, un artista, un hombre que ha estado siempre cerca de mí y de mi trabajo. Me pidió permiso para hacer un documental sobre mí. Me costó decirle que sí pero me sacó el sí. Siempre pensé que no encontraría el dinero. Lo encontró y me jodí. Es una pieza muy bien hecha, pero a mí no me gusta verme. Así no. Me da apuro. Es una exposición muy grande. No tengo tanto ego ni me gusto tanto ni me quiero tanto como para soportarme en la pantalla. Cuando hago cosas para mí o un autorretrato, lo hago bajo otra dimensión donde la creación es la poética que empaña la obra. [Silencio]. Bueno, otra cosa.

-Le consideran el fotógrafo de la contracultura y de la movida. ¿Fue para tanto?

-Fue para más. Pero eso queda muy lejos.

-No le gusta que lo definan así.

-Me encantaría, pero no lo fui. Yo no fotografié la movida. Mis fotos se conocieron cuando la movida llevaba enterrada años. No fui el fotógrafo de la movida. Sí fui, mal que me pese, un gran actor de aquellos tiempos. Bailaba mucho.

-¿Sigue Madrid siendo igual?

-El mundo ha cambiado. Es más banal. Más autoritario. Miro para atrás y me doy cuenta de que viví una España fenomenal [se ríe]. Moderna, interesante, productiva... No he vuelvo a ver lo mismo. Pero claro, yo también tenía 25 años, y con 25 años... Lo que no había era mucha formación, era una cosa muy juvenil, pero bueno. El mundo no ha ido a mucho mejor, no nos mintamos. Nunca ha habido tanta prohibición ni mayor cerrazón. Nunca ha habido mayor capacidad de que triunfe lo mediocre. Vivimos en una sociedad cada vez más mediocre.

-Otra etiqueta: la marginalidad.

-No es verdad. Tonterías. ¿Porque he retratado a algún amigo que es drogadicto? Lo he sido yo también. ¿A alguna amiga puta? Cada uno se gana la vida de lo que puede. Pero eso no es lo marginal. Lo marginal es otra cosa, es un extremo más allá de lo que yo fotografío. Y luego los políticos, que son más marginales que nadie.

-¿Le gustaría fotografiarlos?

-No. Bueno, con lo de marginal intento hacer una broma. Pero no me gusta retratar el poder.

«Ya no hay performance, ya no hay provocación. Vivimos una España más cateta»

En De donde no se vuelve Alberto García-Alix define la fotografía como un poderoso médium.

-¿Qué es el cine?

-Es el mismo médium pero con alma de Pepito Grillo, porque habla. El cine es una narración, no es un instante. El instante puede ser también atractivo, pero la fotografía es una cosa y el cine es otra. El cine está hecho para contar historias. La fotografía también, pero de otra manera. Para hacerlos me veo obligado a escribir un guion, y escribir un guion es el campo de batalla... más campo, porque además yo siempre los he dirigido desde el guion. Creo el ritmo, sé donde estoy dando espacios y hago crescendo. La fotografía es un poderoso médium, es un lenguaje con un gran aliento poético para decir lo máximo con lo mínimo.

-Lo más difícil es escribir.

-Para mí sí. Construir el guion me crea un gran pánico, porque lleva meses y meses de trabajo. Es un trabajo diferente.

-Volviendo a esa España fenomenal...

-La palabra fenomenal... La España fenomenal... Perdona, era una España con todos los defectos que siempre tendrá España. Todos los jóvenes queríamos un mundo mejor, estábamos contra el Vietnam, teníamos la sensación de la libertad que alimenta, un tiempo en el que la agitación, la provocación, el estar contra el sistema, eran valores en alza de la juventud.

-¿Y hoy no?

-No. Ya no hay performance, ya no hay provocación. Ahora la provocación es decir «conozco un chiste de mariquitas». Eso es hoy la provocación. ¡Bah! Vivimos una España más cateta, un tardofranquismo, yo lo veo así. Desde la ley Corcuera, cómo nos han ido engañando...