«El muñeco de nieve»: De la nieve al hielo...

miguel anxo fernández

CULTURA

La nueva película de Alfredson, protagonizada por Fassbender, no cumple las expectativas: el guion ni aprovecha las posibilidades de la trama ni es capaz de superar a otros filmes en la misma línea estrenados en los últimos años

19 oct 2017 . Actualizado a las 08:49 h.

Retengo el nombre de Tomas Alfredson desde la inquietante Déjame entrar (2008) y desde la fascinante El topo (2011), sus mejores obras en una filmografía ecléctica que arrancaba cuando el XX agonizaba. Ambos títulos invitaban a un festín con El muñeco de nieve, que es la séptima del detective Harry Hole creado por el noruego Jo Nesbø en 1997 y la primera en ser llevada al cine. Elegir para vestirlo al últimamente algo despistado Michael Fassbender, ayudaba en las expectativas. Pero solo se cumplen a medias, porque por mucho que sea el nivel de factura -que lo es, un thriller nórdico pura cepa...-, con el ambiente nevado de los exteriores noruegos contribuyendo al espectáculo, no basta porque el guion ni aprovecha las posibilidades de la trama ni es capaz de superar a otros filmes en la misma línea, estrenados en los últimos años hasta cimentar un sello propio. Tomas Alfredson suele trabajar sobre guiones ajenos y a saber si ahí hay también un problema.

Como manda el canon en el género, hay un psicópata anotado a métodos espeluznantes y hay un detective que suele apuntarse al tipo solitario y hecho un asco, cuyo perfil psicológico muchas veces solo difiere con el de su antagonista en que aquel sofistica su alianza con el mal, mientras este se mantiene en las constantes de la ley y la justicia, conceptos que suelen llevar asociados en el thriller a la siempre execrable venganza. Los lectores de Hole podemos identificarlo en Fassbender, aunque rechacemos su escoramiento hacia el tópico, pero encontramos muy superficial su relación profesional y familiar, como también los restantes personajes, a los que apenas se despacha con pinceladas, quizá por evitar el error de no dárselo todo masticado al espectador. Eso último suele agradecerse, pero otra cosa es trazarlos con simples líneas que no ayudan a redondear el conjunto. Desaparecen varias mujeres en un plazo bastante largo y tienen en común relaciones maritales complejas y en medio un huérfano, o casi. Las hay mucho peores, claro, pero a Alfredson le exigimos más enjundia por sus galones previos.