Federico Luppi, un actor trasatlántico

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

PACO RODRÍGUEZ

El argentino, fallecido ayer a los 81 años, puso su talento natural como intérprete al servicio de directores a ambas orillas del océano en filmes de profundo humanismo

21 oct 2017 . Actualizado a las 09:58 h.

Como un trasatlántico Federico Luppi cruzó el océano, ida por vuelta, entre su Argentina natal y España para contribuir como actor con un talento tan natural como efectivo a cerca de un centenar de películas entre las que se cuentan muchas normales y algunas excepcionales, pero todas tocadas por su presencia inconfundible. El intérprete murió ayer en Buenos Aires a los 81 años. En abril había sufrido una caída en su casa que le causó una lesión en un brazo y un hematoma en la cabeza, cuyas complicaciones lo llevaron a la clínica donde finalmente falleció.

Nacido en Ramallo, al norte de la provincia de Buenos Aires, en 1936, Luppi, de ascendencia italiana, se inició en la interpretación como otros grandes que también provenían de orígenes humildes. Se pagó los cursos mientras por el día alternaba distintos trabajos, de administrativo a vendedor de seguros; por las noches se curtía en los escenarios de la capital. Sus credenciales de clase obrera aparecieron en su debut en el teatro, Ha llegado un inspector, una obra de J. B. Priestley de marcado carácter social (aunque Luppi hacía de galán, no de inspector).

Ese compromiso vertebró la filmografía de Luppi, quien se convirtió en opositor de la dictadura argentina, lo que lo obligó a exiliarse en España a principios de la década de los ochenta. Más tarde regresaría, en el 2001, impulsado por el corralito, para volver a Argentina unos años después y alinearse con las tesis del kirchnerismo. En sus últimos años fue muy crítico con el Gobierno de Macri: «Estoy decepcionado, amargado, tristón, solitario», declaró en febrero. Admitía que no le alcanzaba «la guita para llegar a fin de mes».

Algunos de sus mejores trabajos desprenden se enmarcan en la voluntad de investigar y honrar vidas que, de una forma u otra, creen que se puede hacer del mundo un lugar mejor. Luppi encarnó personajes como el exsindicalista de Tiempo de revancha, el cooperativista de Un lugar en el mundo o el guionista desencantado de Martín (Hache): las tres, dirigidas por Adolfo Aristarain, con quien el actor firmó sus mejores interpretaciones y le valió premios como la Concha de Plata de San Sebastián.

Otro director con el que Luppi trabajaría intensamente fue Guillermo del Toro: el atormentado anticuario de Cronos fue decisivo en el lanzamiento de la carrera internacional del cineasta mexicano, que luego volvió a contar con el intérprete para sus notables éxitos posteriores.

En estos años Luppi fue requerido por directores españoles, participó en coproducciones hispanoargentinas y tampoco se olvidó de sus colegas americanos, con trabajos para cineastas uruguayos, chilenos o peruanos, entre otros. Una de sus quejas frecuentes criticaba lo difícil que era ver cine latinoamericano en aquel continente: «Nuestros gobiernos son tan hábiles que entre ellos no se comunican y tengo que ver las películas en festivales en España», denunciaba.

Su última película estrenada fue Nieve negra -otra coproducción- que lo reunió con lo mejor de la interpretación de su país: Ricardo Darín, Dolores Fonzi, Leonardo Sbaraglia.

De rodar en Lugo, Ferrol y A Coruña a recoger un premio en Cineuropa

Federico Luppi trabajó en Galicia y con cineastas gallegos en diversas ocasiones. Una de las primeras fue en 1985 cuando el rodaje de La vieja música, de Mario Camus, lo trajo a Lugo y lo convirtió en un habitual de los paseos por la muralla y las salidas nocturnas. En aquel filme también participaba Paco Rabal, con quien coincidió en el 2000 en Divertimento, rodada en el Teatro Jofre de Ferrol. Ese mismo año colaboró con el cineasta Manu Mayo, quien con Toda clase de pieles había ganado un concurso de guiones de la Universidade de Coruña. Y dos años después regresaría a Cineuropa para recoger su premio, además de volver con giras teatrales, como la obra El guía del Hermitage. Fue compañero de reparto de Mabel Rivera en Inevitable, cuyo guion fue coescrito por Héctor Carré.