«¿Cómo puede ser que acceder al arte sea un acto subversivo?»

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

PACO RODRÍGUEZ

«La suerte de los filmes depende sobre todo de su presupuesto y de si tiene distribuidora», advierte el intérprete

15 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El otro hermano es una película esquinada. Lo dice la reseña del catálogo de Cineuropa que ha emocionado a Leonardo Sbaraglia (Buenos Aires, 1970), que ayer recogió el premio del festival compostelano y presentó esa misma película, que no se ha estrenado en España.

-«Nieve negra» y «El otro hermano» están en Netflix. ¿A favor o en contra de las plataformas?

-No tengo esa disyuntiva. Lo de las plataformas digitales es un fenómeno relativamente nuevo, que se está armando. Son plataformas en las que todavía es difícil de entender el negocio.

-Almodóvar cree que una película que no pase por el circuito cinematográfico convencional no debería ir a festivales de cine.

-Por supuesto que me da pena que El otro hermano no haya tenido un estreno en salas en España. Estamos hablando de un tema complejo. Relatos salvajes tuvo una inversión de entre 600.000 y 800.000 euros solamente para la promoción. El otro hermano no costó ni eso hacerla [ríe]. La suerte de las películas depende sobre todo de su presupuesto y de si tiene una buena cadena de televisión o distribuidora.

-Aquí se habla de crisis del cine. ¿En Argentina está en crisis?

-Es una realidad. Por un lado, en los últimos 15 años el cine argentino ha crecido exponencialmente. Estamos produciendo más de cien películas al año. ¿Cuál es la suerte de esas películas frente al público? Muy diversa. Hay muchas películas en Argentina maravillosas que no va a ver nadie y eso tiene que ver con la cadena comercial y las vías de comunicación y llegada al público.

-Hablábamos de bandos...

-Con mi hija vemos la plataforma que sea, y si hubiera más vería más. Yo muchas veces quiero ver una película y no sé dónde más buscar, porque uno quiere acceder al conocimiento, acceder a la posibilidad cultural de ver. Ojalá el cine también ofreciese eso, una plataforma muy accesible.

-¿El público está cautivo de lo que escogen otros para ellos?

-Hay un directivo que decide qué es lo que supuestamente el público quiere ver y se empiezan a fabricar salchichas en lugar de fabricar arte. Por eso son tan importantes los festivales, como este, que se encargan de llevar al público cosas a las que no tienen acceso de otra manera. ¿Cómo puede ser que acceder al arte sea un acto subversivo? Cada vez más para el acceso al arte parece que uno tiene que rebelarse a no sé que cosa.

-Su entrada en Hollywood fue de mano de Rodrigo Cortés. Seguro que allí no hay crisis.

-Red Lights fue mi única experiencia. Sin conocer mucho ese medio, Estados Unidos también tiene que luchar. Está dividido entre el cine comercial y el cine arty. Tienen otros líos, pero más felices [ríe].

-Tienen uno un poco feo. Kevin Spacey está siendo borrado de su última película. ¿Hasta qué punto la vida personal de un actor debe influir en la profesional? -Es complicado. No estoy defendiendo lo que haya hecho o no, pero es un grandísimo actor, aunque me parece terrible y condenable lo que ha hecho y también la manera en la que se ha defendido.

-Cuando Federico Luppi murió se recordó que su mujer lo denunció por violencia machista.

-Es cierto. Y al mismo tiempo uno puede decir que Federico había luchado mucho contra eso. Había iniciado un proceso psiquiátrico en los últimos 30 o 40 años para revertir esa situación, que por supuesto también es condenable. Pero en el caso de Federico eso se aprovechó casi de manera política, porque era un opositor a cosas que estaban pasando en ciertos sectores de poder y esos sectores fueron a por él, buscando sus miserias, que las tenía y uno no las va a defender, pero al mismo tiempo fue muy inhumano lo que se hizo con él. Creo que ahí está la clave, en no ser inhumanos en la manera de juzgar a las personas.