Karl Ove Knausgård termina su lucha

Álvaro Soto MADRID / COLPISA

CULTURA

Karl Ove Knausgård (Oslo, 1968)
Karl Ove Knausgård (Oslo, 1968)

El escritor noruego publica en España «Fin», el sexto volumen de sus monumentales memorias que en castellano ha editado el sello Anagrama

17 jun 2019 . Actualizado a las 22:48 h.

Para unos, es el escritor más talentoso del siglo XXI y un claro candidato al premio Nobel de literatura. Para otros, un farsante y un ególatra que, incapaz de crear nada original, solo sabe mirarse al ombligo para intentar alcanzar el parnaso. De lo que no cabe duda es de que Karl Ove Knausgård (Oslo, 1968) ha sacudido el mundo de la literatura desde que en el año 2009 comenzó a publicar sus memorias, Mi lucha, un ambicioso proyecto literario compuesto por seis novelas y más de 3.500 páginas en el que se ha dedicado a contar su vida, desde los tres años, con todo lujo de detalles. Controvertido desde el título, por su evocación de Adolf Hitler, Mi lucha se cerró en España con la publicación, el pasado miércoles 12 de junio, del último volumen, Fin (Anagrama), que, en honor a la verdad, en el mundo anglosajón salió a la calle hace casi un decenio, en el 2011.

Fin, la más voluminosa de todas las novelas (1.024 páginas), responde a una de las preguntas que los lectores de Knausgård se hacen desde que se engancharon al primer libro: ¿Qué pensarán sus familiares y sus amigos más cercanos de que el escritor desvele sin pudor secretos y miserias de quienes pululan alrededor de él? Pues bien, Knausgård cuenta que, mientras promocionaba La muerte del padre, la primera novela de la saga, recibió un correo electrónico encabezado por las palabras: «Violación verbal». Se lo enviaba su tío Gunnar y lo acusaba de escribir «un libro lleno de mentiras bajo el influjo adoctrinador de su madre». Gunnar anunciaba que adoptaría medidas legales si aquello era publicado.

Construcción de la identidad

Obviamente, La muerte del padre, igual que los cinco libros siguientes, vio la luz, pero el email de su tío, como todo lo que le ocurría a Knausgård, se convirtió a su vez en material literario. Con su estilo hiperrealista, el escritor noruego reflexiona sobre la familia y la construcción de la identidad, en realidad, el asunto central de una obra que está llena de derivadas.

Porque por la pluma de Karl Ove Knausgård pasa todo lo humano: la infancia, como marcador principal del conjunto de la vida; el amor, motor a veces gripado de la existencia; la paternidad, y la duda sobre si uno es buen padre; la amistad, siempre difícil con un tipo tan intenso como Knausgård; el alcohol, acompañante continuo en los años de juventud del autor; la música, el fútbol, el sexo... Para Knausgård, cualquier cosa es susceptible de transformarse en palabras.

La capacidad del escritor noruego para la descripción hiperrealista es legendaria, motivo de burla para sus detractores y un imán para sus seguidores: páginas seguidas dedicadas a cómo fregar los platos, párrafos llenos de marcas de comida, bebida o coches, líneas y líneas para describir paisajes de la niñez o para recordar conversaciones que, por supuesto, no sucedieron así -¿quién recuerda con exactitud qué dijo a sus amigos cuando tenía cinco años?-, pero que Knausgård convierte por arte de magia en reales.

Una vida nada especial

Si se mira con lupa, la vida de Knausgård no parece particularmente literaria: en ella no hay nada de especial. Hijo de una familia de clase media marcada por la personalidad de un padre alcohólico, el escritor creció sin dificultades económicas en una sociedad opulenta como la noruega, con la que, sin embargo, se muestra crítico: ridiculiza la excesiva tontería de un país al que tanta prosperidad ha vuelto un poco loco.

Descacharrantes son las páginas en las que Knausgård y su esposa piensan en cómo decirle, sin que se sienta herida, a una vecina rusa y borracha que baje la música a las cinco de la mañana. Por eso, en algún momento, Knausgård habla con deleite de España: le parece que España es un país libre en el que todo está permitido.

Pese a sus defectos, no pocos ni pequeños, el lector acaba cogiendo cariño a Knausgård y piensa si la monumental Mi lucha no es más que la manera que el escritor ha elegido para justificarse ante el mundo y proclamar que, pese a todo, él es un hombre bueno.

El autor ha contado su vida en 3.500 páginas recurriendo a la ficción pero de un modo hiperrealista

En «Fin», la última novela de la saga y la más voluminosa de todas, se enfrenta a las quejas de su tío