El Museo del Prado resucita la magia de Caravaggio

Miguel Lorenci MADRID / COLPISA

CULTURA

Atlas TV

La restauración de «David vencedor de Goliat» recupera la plena potencia plástica del maestro claroscuro

19 dic 2023 . Actualizado a las 18:23 h.

La oxidación de los barnices y el acúmulo de suciedad durante decenios habían sepultado la magia del seductor claroscuro de Caravaggio en David vencedor de Goliat. Pintado hacia 1600, es uno de los cuadros estelares del Museo del Prado y recupera todo su esplendor gracias a una portentosa restauración. Durante más de tres meses ha estado en los talleres del museo donde Almudena Sánchez ha devuelto todos sus matices a una pintura sutil y clave para el naturalismo. «Ahora se percibe el aire. Es un nuevo y desconocido Caravaggio que nos ocultó el paso del tiempo y que recupera la luz y el espacio con la que fue concebida», se felicita la restauradora.

Es uno de los cinco Caravaggios que hay en España, y uno de los más relevantes junto al la Santa Catalina de Alejandría que atesora el Thyssen. En las Colecciones Reales brilla Salomé con la cabeza del Bautista, y en la Abadía de Montserrat San Jerónimo penitente. A ellos se suma el Eccehomo descubierto hace un par de años en manos privadas, que a punto estuvo de subastarse por 1.500 euros y hoy atribuido sin dudas al maestro lombardo y que podría llegar al Prado si lo adquiere el Estado. Hay dudas más que razonable sobre el San Juan Bautista de la catedral de Toledo, ahora atribuido al caravaggista Bartolomeo Cavarozzi.

En el redivivo David vencedor de Goliat se puede apreciar en todos sus matices la luminosa tiniebla de Caravaggio, el indiscutible y genial maestro del claroscuro y «gamberro del barroco» que cambió el paso del la pintura naturalista. La restauración le ha devuelto su cromatismo y sus contrastes, revelando elementos de la composición ocultos bajo la opacidad del barniz, como la luz clara que rodeaban la cabeza del joven David o el cuerpo en escorzo de Goliat.

«El naturalismo fue global en el siglo XVII en Europa y América, y el Prado tiene una colección no muy extensa pero de gran calidad de esta época en la que brilla este Caravaggio», se ufana Daniel García Cueto, jefe del departamento de pintura italiana y francesa hasta 1800 del Prado. Gracias a la restauración «se comprende mejor el espacio y las figuras», asegura el experto. «Hay una visión diferente de la cabeza de Goliat», precisa. Y es que las radiografías y la reflectografía infrarroja revelaron hace tiempo que bajó la pintura visible hay una anterior, con la cabeza de Goliat en un gesto agónico, con ojos desorbitados y la boca abierta en un gesto de espanto, muy distinto a la visible ahora y que el pintor «decidió cubrir para cambiarla por una cabeza menos dramática y ya separada del tronco».

Mutilada

La tela original está recortada, unos quince centímetros por arriba y unos diez por abajo. «Fue mutilada para acomodarla a las dimensiones de otro cuadro junto al que seguramente se expuso», dice García Cueto del primero de los tres davides que pintó Caravaggio, «una obra de juventud que rompe con la tradición iconográfica». El segundo está en Viena y el tercero en la galería Borghese de Roma. «La importancia de esta pintura del Prado es que plantea una ruptura y hace algo íntimo que supera la tradición manierista de esta escena bíblica», apunta el experto.

Almudena Sánchez, la responsable de la restauración, confirma que la oxidación de los barnices «afectó a la pintura y alteró la percepción del espacio y su concepción». «Las sucesivas limpiezas ignoraron los fondos de sombra y dejaron la composición reducida a un solo plano», lamenta. La imagen original «se había perdido bajo el barniz oxidado y opaco, de modo que el tono amarillento del barniz degradado altera la obra y su opacidad ocultaba las veladuras y los medios tonos».

La tela sufrió varios desgarros, seguramente accidentales, que ya se conocían «y sobre los que se aplicó más pintura de la debida en repintes antiguos». Ahora se han estucado, se ha retirado el pigmento excedente y se han repintado las grietas. La icónica tela se presenta en el centro de un nuevo montaje de las salas 7 y 7A de la pinacoteca donde se ofrece una visión panorámica del fenómeno del caravaggismo.

La restauración ha sido posible gracias a la colaboración de la Fundación Iberdrola, que cada año aporta 300.000 euros a los presupuestos del Prado como miembro protector del programa de restauración de la pinacoteca. «Hace cincuenta años el cuadro ni siquiera estaba atribuido a Caravaggio —recordó el director del Prado, Miguel Falomir— y hoy nadie discute su relevancia como una de los grandes obras de la trayectoria del pintor». Más si tenemos en cuenta que en todo el mundo se conservan apenas cuarenta pinturas de Michelangelo Merisi da Caravaggio, (Milán, 1571-Porto Ercole, 1610) el rompedor e influyente genio del naturalismo tenebrista, dueño de una técnica portentosa que brilla en el desgarrador realismo que sedujo a Rembrandt, Rubens, Zurbarán o Velázquez.

Fallecido a los 39 años, este atrabiliario artista llevó una vida disoluta y pendenciera en la que acumuló una negra pila de delitos. Fue arrestado por portar espadas sin permiso el 4 mayo 1598; demandado por apalear a bastonazos a un hombre en 1600; acusado de insultar y atacar a otro con una espada en 1601; implicado en un asalto a un camarero tras servirle alcachofas en una taberna en 1604; arrestado por arrojar piedras a un policía ese mismo año y sentenciado a muerte el 28 mayo de 1606 por matar a otro, Ranuccio, durante una pelea en el romano Campo Marzio.