Rubén de la Barrera: «Siempre sentí interés por el porqué»

DEPORTES

Fue el más precoz y ahora reflexiona sobre los pilares del fútbol, desde el vestuario al verbo

04 sep 2017 . Actualizado a las 13:13 h.

Atrás quedan los debates surgidos en torno a su precocidad en los banquillos. Su esmerado verbo fluye para retratar la actividad que da sentido a su existencia. El fútbol como concepto vital, según Rubén de la Barrera (A Coruña, 1985).

-¿Comenzó como esperaba?

-Un inicio positivo. La Cultural competirá en esta categoría compleja y ofrecerá mejor versión conforme pase el tiempo.

-¿Se ve muchos años ahí?

-Este deporte es impredecible. El objetivo de la Cultural es estar un segundo año en la categoría. Y el mío, consolidarme en del fútbol profesional.

-¿Los entrenadores le roban el azar al fútbol?

-Nuestra labor es reducir la complejidad inherente del juego, y esa incertidumbre y caos diario que condicionan el resultado. Es, probablemente, el único deporte en el que no hay relación causa-efecto. No necesariamente gana el mejor o el más eficaz. Por eso es tan bonito. Sin pasar el mediocampo ni disparar a portería, puedes ganar el partido. Nuestra responsabilidad es acometer lo controlable y que el azar influya lo menos posible.

-¿Las formas importan? ¿El modo de expresarse, el estilo de juego?

-Una facultad y talento nuestros debe ser comunicar, transmitir lo que se pretende que otros hagan en base a lo que son. ¿Cómo ser eficaz en la transmisión? Es preciso un lenguaje común para instaurar comportamientos. Debemos conocer al futbolista y discernir el modo en que mejor le llegue. La palabra puede diferir. Hay que facilitar al equipo sus posibilidades de acción y, con todo el estrés que se genera, buscar una palabra innovadora quizás no ayuda, pero el trabajo diario es fundamental.

-¿Y el estilo de juego?

-Creo en el establecimiento de los cómos en función de los quiénes; el estilo, en base a lo que los futbolistas son capaces de manifestar. Debemos estar alerta, tener capacidad adaptativa, basarnos en relaciones. Un entrenador lo es si obtiene rendimiento dentro de las posibilidades de este juego, y eso es más amplio que proponer por medio de la posesión o la recuperación. Pecamos de reduccionismo limitante, de poca capacidad reflexiva. Estamos en pañales en explotar factores cruzados.

-¿Los futbolistas tienen el poder?

-No creo que sea una relación desfavorable de uno contra 25. Debemos justificar permanentemente nuestra capacidad, pero es un proceso mutuo de interdependencia donde ambas partes se necesitan para obtener y ofrecer el máximo rendimiento. No me creo para nada lo de las camas. El futbolista puede ser egoísta, pero no tonto. El problema: se habla solo de futbolistas y no de personas.

-Usted fue futbolista efímero.

-Siempre sentí interés por el porqué de las cosas. Me sentía más vinculado a lo estratégico que al disfrute de practicar deporte, más allá de las habilidades. Luego vinieron los viajes y creció la pereza por seguir jugando y perder la juventud. Empecé a entrenar al benjamín B del Ural. Me lo tomé muy en serio. Lo recuerdo con cariño. El nombramiento me hizo sentir lo que quería ser. Fue el input que construyó mi futuro y estaba dispuesto a invertirlo todo en ello.

-Ya no le preguntan por su edad.

-El primer año en el Villaralbo de Tercera, con 24 años, era el único miembro del cuerpo técnico. Había jugadores con historial, peso relevante y 35 años. Fue un máster. Las vi de todos los colores. El liderazgo, más que la autoridad, depende del conocimiento y cómo se estructura, de la honestidad y del trabajo, no de la edad.

-Visitó a Lillo y a Mourinho.

-Estoy orgulloso. Sin respaldo, en compañía de nadie, me presentaba en sus sesiones con toda mi cara. Les explicaba mis inquietudes.

-¿Entrenaría en Primera, en A Coruña o en el extranjero?

-Esa parte es tan impredecible como el propio juego. Lo que parece que puede ser, deja de serlo y lo que semeja imposible, se puede dar. Más importante que las categorías y localizaciones es que me siga produciendo lo que me produce. En la Cultural será bonito y complicado, sin renunciar a nada. Claro que quiero entrenar en Primera, en el extranjero si es para crecer (primero, en lo personal) y a A Coruña no podría decirle que no.

-Abdulaziz preside la Cultural. ¿Fue a Catar?

-Más que a A Coruña. La primera vez fue un espectáculo, a lo que contribuyeron mis ganas. Superó lo antes vivido por mí. Recursos inagotables, otro nivel. Más allá de lo material, las personas dan sentido a todo esto.

En corto

De la Barrera transmite, principalmente, fútbol. Por excepcional, su vertiente extrabalompédica genera especial curiosidad.

-¿Qué hace fuera del fútbol?

-Es raro encontrarme en momentos que nada tengan que ver con el fútbol. Leo libros que ahondan en extraer rendimiento de un grupo, especialmente deportivo y no necesariamente futbolístico. Tenemos que aprender del baloncesto y el balonmano. Escucho música de todo tipo. Si alguien entra en mi coche, se sorprende. Hay que saber desconectar, hasta con un paseo. Es más que necesario. He mejorado en eso. La familia lo agradece.

-¿Cocina?

-Cocino. Bien o mal, no sé. Básico. Soy más de comer y fregar.

-¿Viven en una burbuja?

-El fútbol es un agitador social, la actividad que mayor impacto genera en el resto. Condiciona la vida, las relaciones. Para la gente, es una válvula de escape. Ves claramente quién va a un partido porque le interesa el juego o quién va a manifestar su frustración y a desahogarse. Se vincula fútbol y dinero. Eso es el PSG, el Barcelona, el Real Madrid... pero hay mucho fútbol fuera de los focos, no pocos jugadores hacen malabares para llevar yogures a casa.

-Insisto. ¿Viven aislados?

-Habrá el que viva en su mundo y el que es consciente. El entorno de la persona es el que facilita o no la integración del deportista en el mundo. Acercarse a la realidad mejora el rendimiento.

-Su entorno le ayudó. Desde su abuela, Ángeles de la Iglesia, a Luis Ucha, también familiar.

-Con ella iba a Riazor y a hoteles de equipos. Me recuerdo siempre con un balón. El fútbol, tema principal de conversación.