Ellos muestran el buen camino

Pablo Gómez Cundíns
pablo gómez REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

SANDRA ALONSO

Los copilotos que han llevado a Galicia a liderar cinco categorías del Nacional de ralis de asfalto se ponen en valor

05 sep 2017 . Actualizado a las 11:47 h.

Son el alma de los ralis, el Pepito Grillo de los pilotos punteros, el navegador más evolucionado que existirá jamás, un laboratorio del asfalto que analiza cada detalle. Los son todo, o mejor dicho, sin ellos, el piloto no es nada. Y, sin embargo, permanecen en un segundo plano. Tanto, que en ocasiones los organizadores de las carreras los dejan sin trofeo porque no los tienen en cuenta. «Ó menos, sentímonos moi valorados polos equipos e polos pilotos», afirma José Antonio Pintor, acompañante del líder absoluto del Nacional de asfalto, Iván Ares. «Pero no traballo ás veces nos preguntan: ‘¿Pero ti non pediches libre para correr? Non apareces por ningún lado...», apunta con retranca.

Pintor y Ares forman una de las cinco parejas con componentes gallegos y líderes en el Campeonato de España de ralis de asfalto, que se retomará con el Princesa de Asturias a mediados de septiembre. También guían hasta lo más alto Antonio Solórzano (2RM, con Álvaro Muñiz como piloto), Ariday Bonilla (R2, con Roberto Blach hijo al volante), José Antonio Vázquez (Copa Dacia Sandero, pilotando Juan Carlos Castro, Piru) y Rubén Soto (al lado de David Cortés en la Copa Suzuki).

La preparación de la carrera, el control horario en competición, las notas de pilotaje... todos hacen hincapié en que un copiloto no es un mero acompañante que va leyendo los apuntes sobre cómo afrontar el trazado. «Para vencer, claro que tes que ter un bo piloto. E o copiloto pode que non gañe carreiras, pero pode perdelas», acentúa Pintor, que empezó «de coña» hace catorce años y, aunque ya hizo sus incursiones en el pilotaje en autocrós, prefiere acompañar.

La buena relación, que muchos tildan de «matrimonio» es clave y el copiloto debe ser un contrapunto. «Ares é moi competitivo, presiónase moito e transmite esa presión en cada detalle, que si as rodas, que si mirei tal ou cual... quere ter todo controlado e cando se pon o casco é un pouco pesado. Discutimos moito, pero somos moi amigos. É moi importante levarse ben», explica tras recordar entre risas la superstición de algún piloto, como el que abría la puerta cinco veces antes de la carrera.

«O que máis me gusta é ir o máis rápido posible, pero tamén o traballo diario. Isto é unha afección e ó nivel competitivo ó que estamos, o normal é que cobrásemos, pero iso non sucede», concluye.

En la misma línea se pronuncia Antonio Solórzano, además director de la escuela de conducción PTC. «Nuestra labor es fundamental, requiere trabajo de equipo y una compenetración absoluta», dice. «Algunos se ciñen a una relación profesional. No es mi caso. No me subo con nadie que no sea mi amigo. Mi segunda condición es que conduzca bien, rápido, seguro y técnicamente que sea bueno, porque si voy con alguien que va a todo gas pero no conduce bien no lo paso bien porque voy analizando lo que haría yo como piloto, que es mi vocación», explica. Lleva la batuta en la escuela, pero no en el Nacional: «Muñiz y yo tenemos la misma idea, hay fluidez. Técnicamente es un espectáculo, de lo mejor de España. Y transmite tesón y positividad». Tiene su propio test de calidad. «Pregunto a los pilotos de modalidades unipersonales, como las subidas: ‘¿Mejorarías el tiempo con un copiloto, a pesar del sobrepeso que supone?’ Y todos contestan que sí», argumenta.

Rubén Soto ejemplifica sobre la importancia de la compenetración entre ambos deportistas. «David, por ejemplo, no quiere las notas leídas sino cantadas, con el ritmo adaptado a la velocidad. Y es muy exigente en eso. Nos solucionamos dudas, la unión es muy fuerte. Llevo muchos años con él. Empecé con 22 años y nunca me fui con otro, aunque tuve propuestas. Éramos amigos antes y esto es realmente como un matrimonio. Hay mucha responsabilidad. Aunque a veces no estemos valorados por los ajenos al automovilismo, nosotros dibujamos la carretera», relata el también mecánico de Cortés, que tiene en mente pilotar e insiste ufano: «Nunca penalicé. Y es en los controles donde ganamos los tramos los copilotos».

Confianza y agradecimiento es la palabra que más repite José Antonio Vázquez. Él prefiere tantear la compenetración antes de ponerse a casi doscientos por hora en competición y realiza una prueba técnica con el piloto previa al inicio de una relación profesional. «Aínda que o copiloto se soe adaptar ás notas do piloto, é mellor saber se a el lle vai ben o xeito que tes de cantalas, non é sinxelo», argumenta. También coge el volante, con la escudería de amigos de la que forma parte en A Estrada, «por probar».

Ariday Bonilla vive en Lanzarote y su piloto Roberto Blach hijo, en Arteixo. «No somos nadie sin el otro», espeta. «Ni por todo el oro me subo a un coche con alguien con el que no esté a gusto», avanza. «Rober es la euforia y yo, el contrapunto de tranquilidad», describe Bonilla, que es copiloto desde los 17 años, nunca compitió pilotando («probaría kartcrós, pero no me veo con un copiloto al lado», dice) y aparcó otros proyectos por el Nacional de asfalto. Se resume así: «Me gusta la preparación de la prueba, que todo dependa de un detalle y la sensación de pasar a 160 por hora por lugares inéditos sin miedo porque confío en él. Me juego la vida a su lado».