Nadal reconquista Nueva York en la red

Paulo Alonso Lois
PAULO ALONSO REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

MATTHEW STOCKMAN | AFP

Ganó la final del US Open, su decimosexto grande, con un atípico pleno de efectividad en la volea

11 sep 2017 . Actualizado a las 07:19 h.

Saque y volea. El viejo Rafa Nadal, el nuevo Rafa Nadal, ganó el US Open con un último punto de los que no se asocian con su estilo. Con una propuesta más variada que nunca, ventiló al sudafricano Kevin Anderson por 6-3, 6-3 y 6-4 para ganar, a los 31 años, su decimosexto grande, su tercer US Open, su título número 74 de la ATP... Cifras de leyenda, de nuevo a tres majors de distancia en su íntimo pulso con Roger Federer por fijar, cuando se retiren, el palmarés más asombroso de la historia de su deporte. Uno y otro dibujan un 2017 cargado de romanticismo. El suizo ganó en Australia y Wimbledon y el español triunfó en Roland Garros y Nueva York. El gran clásico sigue vivo, a mayor gloria del tenis

En el mejor día de su vida, Anderson hizo al inicio lo que mejor sabe hacer: servir con la potencia de un animal y la precisión de un cirujano. Con cañonazos se sostuvo durante seis juegos. Al límite, porque Nadal activó la versión de sus mejores días, la que luce en las finales de grand slams, la que le ha llevado a ganar 16 de sus 24 partidos con un grande en juego. Si servía el español, no había final; si ponía la bola en juego el australiano, los puntos se discutían en largos intercambios. Hasta llegar al séptimo juego. Con el primer break para Nadal empezó a terminarse la final. 

Selló ese primer set por 6-3 Nadal con un punto que retrata su atípica propuesta. Convirtió una derecha teóricamente defensiva desde un rincón de la pista en un golpe de ataque y se lanzó poseído hacia la red para cerrar el set con una volea sutil de revés. En esa zona se volvió inabordable, hasta terminar la final con un balance de 16 puntos ganados en 16 subidas a la red.

También lo aupó el saque. En toda la primera manga concedió tan solo cuatro puntos con su servicio. Donde antes podía parecer más vulnerable, cuando le costaba conectar primeros que le dejasen en clara ventaja, ahora encuentra potencia, estrategia y variedad. A su manera, no tiene nada que envidiar a grandes sacadores. Aprendizaje constante e inteligencia táctica. 

El rival, ya manso

Con el partido controlado, Nadal supo esperar su momento en cada set. Esa bola de ruptura definitiva fue llegando antes cada vez. En la segunda manga, en el sexto juego. De nuevo con un punto clave que finalizó en la red. Al rato, había finiquitado ese segundo acto por 6-3. Por entonces, a Anderson ya no le quedaba ni la satisfacción de estar jugando el partido que quería, al ataque. La profundidad del juego de Nadal, la forma como repartió sus golpes y cambió direcciones, todo ello dejó al sudafricano sin posibilidad siquiera de jugárselo todo al cara o cruz.

Para entonces, Anderson ya sabía que su sueño en Nueva York había terminado. El break para Nadal en el tercer set cayó ya en el primer juego. No quedaba espacio para los sobresaltos. Una derecha aquí, un revés allá, unas cuantas voleas para romper los tópicos sobre su juego y la final estaba ya consumida.