Diego Pellejero, deportista tetrapléjico: cuando la hazaña es la normalidad

DEPORTES

SENÉN ROUCO

Tras el motocrós, surf, esquí , parapente y vuelo sin motor, el bugui es la última pasión del coruñés

23 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«No soy ejemplo de nada». Diego Pellejero Vales (A Coruña, 1976) insiste una y otra vez cuando se le reclama su cuota vital de superación vinculada a la actividad deportiva. Para Diego, la normalidad consiste en subirse a su bugui y participar en algún ralimix, incluso en alguna prueba del Campeonato de España de ralis de tierra que se ponga a tiro. Lo hace como antes trazaba con la moto de motocrós o la tabla de surf, como después hizo con el ultraligero y el parapente.

Sin embargo, los que le llevan observando toda la vida saben que la diferencia estriba en seguir practicando este tipo de deportes con una tetraplejia completa nivel C-7, que se produjo zambulléndose de cabeza en el mar de la playa de Espiñeiro cuando tenía apenas veinte años. Para ellos, y para los que le ven competir, aunque sea de forma aficionada, Diego Pellejero es un ejemplo.

«No lo veo como nada fuera de lo normal. Yo no contaría como una hazaña lo que yo hago cuando hay pilotos como Albert Llovera que corren el Mundial de ralis», argumenta otra vez. Además, recuerda a cada minuto que uno de sus secretos es la ayuda, literal, de sus seres queridos. «Si quisiera haber hecho todas estas actividades solo, no habría sido capaz. Pero cuando todos se ponen de tu lado...», advierte. «Está claro que con la lesión tienes limitaciones grandes, pero también que existen adaptaciones para algunos deportes. Por ejemplo, lo de volar vino por un amigo. Hicimos un biplaza y probamos. Pilotaba él. Después conocimos gente que iba más allá y por medio de la que supimos que desde 1999 ya había deportistas en silla de ruedas que volaban solos... ¿Ves que no es nada del otro mundo lo que yo hago?», reitera recordando su experiencia con el Club de Vuelo Cambre de Santa Comba y el instructor José Antonio Taibo.

Sostiene que la sensación de libertad que otorga volar es incomparable, pero a Diego Pellejero siempre le gustó el sonido de los motores. «Recuerdo ir con mi padre todos los domingos a pasear en moto de trial», cuenta para introducir su afición por el bugui. «Me inscribo en las carreras no por competir, sino por poder ir rápido por zonas regladas que sabes que no te vas a encontrar a nadie. Quiero disfrutar más del coche que mirar el tiempo, aunque después te comparas y te picas con los que son igual de malos que tú», resume.

Competición dosificada

La competición le echó sus redes (junto a los copilotos que suelen acompañarle, José Conchado y Tania Martínez) cuando fue a ver a unos amigos al rali Terras da Auga por la zona de Arzúa y después se animó a recorrer la Baja Aragón (fuera de competición, es decir, cubriendo el trazado tras los competidores oficiales por el triunfo). La Baja TT do Pinhal y la de Idanha a Nova, junto con un par de ralimix fueron matando el gusanillo de competición que se le despierta a Diego Pellejero de vez en cuando. En el horizonte, el Campeonato de Bajas de Portugal y la Copa Botas Bikes. «Cuando, en las bajas, los 320 kilómetros cronometrados se hacen con calor extremo y polvo o frío, lluvia y granizo, hay que vadear ríos que alcanzan una altura del medio de la puerta y hay que hacerlo contra el crono, pues en el momento... Pero es una satisfacción», resume.

«Cada uno adapta, o debería hacerlo, la competición a su nivel. Yo conduciendo no veo mis limitaciones. Si voy a correr, trataré de ser lo más rápido posible, no pienso para nada que voy penalizado. Hay que tomarlo con normalidad. Todo tiene su dificultad. El mérito es de la gente que tengas alrededor, que no te pongan pegas cuando quieres hacer estas cosas», asegura.

«La lesión medular requiere actividad física, pero por tener calidad de vida»

Practica handbike de montaña (con una montura fabricada en casa) y esquía cuando la agenda laboral se lo permite. «Todo lo que hago tienen un contexto de naturaleza», apunta. Diego Pellejero repasa su vida deportiva para La Voz en las instalaciones de La Base Motor Club, circuito para autocrós y trial auspiciado por Maikel Vilariño, entre otros, con un taller especializado en mecánica de competición, una tienda y un complejo de más de treinta y cinco hectáreas situado en Bértoa, a seis kilómetros de Carballo, en el terreno que perteneció al Pazo de Vilar de Francos.

Pellejero también tiene una relación fluida con otras entidades, como el Club Parapente Ferrol, Parapentelandia, donde tiene el material con el que solía volar y que ahora es utilizado para que las personas con discapacidad puedan disfrutar de vuelos gratuitos.

«La lesión medular lo que requiere, aparte de no hacerte daño, lo que mejor le va es la actividad física», avanza. Hace dos sesiones de media hora con un entrenador personal un par de días a la semana. «Pero es por calidad de vida, no por puro entrenamiento», apremia a explicar. «Mi día a día me resulta más fácil si estoy más fuerte y me canso acelerando porque hago más fuerza que un piloto sin discapacidad», añade el deportista coruñés.

Para finalizar, Diego Pellejero vuelve a insistir en que no se considera un ejemplo para las personas con discapacidad, pero reconoce la satisfacción personal que le supone toda esta actividad deportiva.