Nico Rodríguez: «Este bronce compensa todos los sacrificios, todas las renuncias»

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso ENVIADO ESPECIAL TOKIO

DEPORTES

Nico Rodrúíguez, en la isla de Enoshima, celebra con la bandera gallega la medalla de bronce
Nico Rodrúíguez, en la isla de Enoshima, celebra con la bandera gallega la medalla de bronce Paulo Alonso

«En Galicia caerán una mariscada, percebes, cerveza y lo que haga falta», avisa

05 ago 2021 . Actualizado a las 03:01 h.

La víspera de convertirse en medallista olímpico, a Nico Rodríguez García-Paz (Vigo, 1991) le costó conciliar el sueño. «No podía dormir, el reto era muy grande. Así que intentaba relajarme pensando que siempre había soñado con llegar a este día con una opción de medalla. Pero no sé si me puse más nervioso o me relajé. Ahora la medalla sabe a oro. Venir ya era un sueño cumplido, así que, subir al podio, ya no te quiero ni contar. Sin duda, una medalla te puede cambiar la vida», explicaba ayer al atender a La Voz en Enoshima. «Qué alegría tener esa bandera para las fotos», comentaba feliz de fotografiarse con la enseña de Galicia.

—Comentaba hace un instante, con afán perfeccionista, que no fue su competición soñada.

—Si soy honesto, no fue la competición soñada porque nos ha costado mucho entrar en el campeonato. Quizá acusamos lo que es estar en unos Juegos. Pero dimos lo mejor que teníamos y hemos logrado el objetivo. El trabajo de cinco años ha valido la pena.

—El bronce premia cinco años de enormes renuncias.

—Este bronce compensa todos los sacrificios, todas las renuncias, todo el tiempo que no hemos estado en casa, todas las veces que no hemos visto a nuestras familias cuando nos hubiesen necesitado... Pero ha merecido la pena. Lo volvería a hacer.

—¿Qué es lo primero que hará ahora?

—Hoy era uno de los días más felices y quizá el día más importante de mi vida. Ahora tengo ganas de ver a mi novia, a mi hermano, a mis padres y a toda mi familia y mis amigos. Para darles un abrazo. Ellos han sufrido tanto como yo o más, porque desde el otro lado a veces se sufre más. Tengo varias cuentas pendientes. Por un lado, irme un fin de semana en barco a liarla con unos amigos. Y también tengo pendiente juntarme con toda la familia a celebrarlo, pero no sé cómo está la situación ahora en España [por la pandemia]. Habrá que hacer varias xuntanzas diferentes, por grupos, y ya está. Tiempo voy a tener, y quiero disfrutarlo. Este es el sueño de una vida. Ahora caerá más de una mariscada. Celebraré la medalla con mi madre como siempre, con un arroz con bogavante. En Galicia caerán una mariscada, percebes, cerveza y lo que haga falta.

—¿De quién es esta medalla?

—Esta medalla es de mucha gente porque por nuestro proyecto ha pasado mucha gente. Mucha gente ha aportado muchas cosas a lo largo de estos años. Creo que la filosofía del equipo era intentar nutrirse de todo el mundo que pasaba, porque todo el mundo intentaba aportar. Tuvimos muchos entrenadores, hubo momentos muy malos también porque el Mundial de Aarhus, [en Dinamarca], el primero en el que conseguimos una medalla [en el 2018], era un punto de inflexión, llegamos en un mal momento, un momento delicado en el equipo, y a partir de ahí supimos darle la vuelta a la situación, para subirnos al podio. A partir de ahí, con trabajo, demostramos que se puede llegar lejos. Familia, amigos, mi pareja... Todo el mundo ha sumado.

—Aunque no haya 470 masculino en París, cuesta pensar que no vaya a intentar ir a los Juegos de París 2024.

—Mi vida se acababa el 4 de agosto. Acaba con un bronce. Mañana [por hoy] me lo tomaré de vacaciones y hasta septiembre no empezaré a pensar en mi futuro. Ahora quiero vivir esto con toda mi gente y disfrutar del momento. El camino no ha sido fácil, la verdad. Fuimos a contracorriente cinco años porque éramos un equipo nuevo, con un montón de cosas por trabajar y pulir, dos personas que no habían navegado nunca juntas. En el podio están el equipo australiano, con siete títulos mundiales y ahora tres medallas olímpicas, y el sueco, en sus cuartos Juegos. Demostramos que con trabajo se puede llegar muy lejos.

«Prometí a un amigo tatuarme los aros si había medalla, y cumpliré»

Cuando llegó a Japón para la concentración previa a los Juegos, Nico Rodríguez apagó su móvil y activó uno nuevo para aislarse de la sobreexposición de la cita olímpica. «El número solo lo tenían mi hermano, mi madre, mi padre, mi novia, y la gente del equipo de vela. Queríamos llevar una vida lo más normal, dentro de la anormalidad de los Juegos. Decidimos que era lo mejor para el equipo, y al final creo que todo ha salido bien», razona el regatista vigués. Por eso ayer no era capaz de calibrar el apoyo recibido desde Galicia en los últimos días: «No lo sé. Estuve desconectado de todo durante estos días. Aunque sabía que iba a haber gente empujando».

—¿La medalla va vinculada a alguna promesa?

—Ya no me acuerdo de todo lo que he prometido (ríe), pero sí. Prometí a un amigo tatuarme los aros si había medalla, y cumpliré. Hice la promesa hace años a un amigo, Javi Fernández-Ahúja. Estábamos en Vilagarcía entrenando en el Centro Galego de Vela y soñábamos en voz alta. Habíamos dicho que si algún día lo conseguíamos, lo haríamos. Yo estaba en la clase 49er. Luego la vida dio muchas vueltas y, obviamente, estoy en otra clase, de otra manera y han pasado muchos compañeros más en medio. Pero esa promesa la mantengo. Javi es un gran amigo y sabe que la voy a cumplir; ya veré dónde me tatúo los aros.