De jugar en campos con topos a Riazor: así es el día a día del Victoria CF

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CESAR QUIAN

El equipo de Preferente gallega, que se enfrentará al Villarreal en la Copa del Rey, vive semanas mucho más ajetreadas de lo que está acostumbrado

29 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En la sede del Victoria hay un ritmo frenético. Se respira ilusión, pero también cansancio. El teléfono no para de sonar. Los trabajadores entran y salen. Mañana (19.00 horas) se enfrentan al Villarreal en Copa del Rey. Un partido único en sus 78 años de historia. Guillermo Pigueiras, entrenador del primer equipo, lleva desde primera hora de la mañana en la sede del club. Llegará a su casa a las doce de la noche. Aunque reconoce que pasa muchas horas, confirma que esto no es lo habitual. Alejados de los focos mediáticos, el día a día del equipo de Santa Lucía no cuenta con tantas revoluciones como el pasado jueves.

Pigueiras ha cogido los mandos del equipo esta misma temporada, pero cumple su segundo año en el Victoria CF. Un oportunidad bonita que compagina con su otra labor en el club: gestionar la parte administrativa. Una «carrera» de 11 meses que tiene muchísimas etapas. Las comparte con Carlos Pérez, secretario de la institución. El camino comienza en agosto, con renovaciones, fichas, licencias, seguros médicos... «Hay más de 500 jugadores, hacer todo esto lleva mucho trabajo», relata el técnico. Juntos se apoyan, y pasan muchas horas en la sede para que todo esté a punto para el inicio de campeonato. Hasta el mes de octubre, los ritmos no dejan de aminorar. Ese respiro no dura mucho. 

A estas alturas del año, el entrenador estaría pendiente de las rifas y la lotería de Navidad. Pero el Villarreal ha dado un giro de 180 grados al mes de noviembre que suele vivir. «La gente viene aquí a buscar las rifas, los premios», cuenta. Sin embargo, la gente que acude a la sede estos días pregunta por las entradas para el partido de Copa. El administrador del Victoria recibe el año pensando en la gestión de los carnés de socios. Finalmente llega marzo. Y, con él, la calma. «Baja un poquito el trabajo, y nos podemos dedicar a hacer las planificaciones, mejoras...», explica Guillermo.

Tres días a la semana pasa las tardes en la sede, recibiendo a gente y haciendo trabajo de oficina. Eso no es todo. Su trabajo para el equipo va mucho más allá de la gestión administrativa y de, incluso, entrenamientos. La dedicación de Pigueiras a la preparación de los partidos es muy concienzuda. Visualización de rivales, llamadas telefónicas a entrenadores, etc. Todo lo necesario para un análisis exhaustivo del rival. Y para esto, tiene una herramienta que llama mucho la atención: WhatsApp. Este año, los entrenadores de la categoría crearon un grupo en esta plataforma para comunicarse entre ellos. Después de cada jornada en casa, el técnico envía por el chat el vídeo del enfrentamiento. «Es mucho mejor para todos. Ahorras dinero sin tener que irte a una aplicación, y ahorras el tiempo de ir a ver un partido», sentencia. Preparar el duelo frente al Hernani, de la ronda previa de Copa del Rey, no fue tan sencillo. Recurrió a amigos para que fuesen a ver sus partidos e, incluso, llegó a suscribirse al Diario Vasco. Contra el Villarreal no tendrá ese problema.

Las imágenes e informes hechos pasarán después a los jugadores. Tendrán una hoja de ruta de qué se van a encontrar. Sumado a todo lo trabajado durante la semana, podrán sacar el partido adelante. «Últimamente estamos pasando menos informes del rival. La carga mental del jugador estos días es alta, tampoco queramos meterle más. Les damos un poquito todos los días, de palabra y de forma individual. Unos aguantan dos minutos, otros 15 segundos», explica Guillermo Pigueiras.

El entrenador gallego se quita mérito al trabajo diario que realiza. El Victoria es un equipo conocido por su cantera, el trato y gestión de las diferentes categorías: «Yo al final tengo la suerte de recoger el trabajo de mucha gente durante los últimos años. Diego García [ex entrenador del Victoria] hizo muy buena temporada el año pasado, nos pusieron ahí de escaparate». Un entrenador modesto, en un equipo muy unido. Para Pigueiras, los entrenadores no tienen que estar por encima de los jugadores. Y eso se nota en el vestuario. Comparten muchas horas del día juntos, «sufrimos juntos, nos animamos juntos», y forjan una comunicación entre ambos. Entrenador y jugadores mantiene charlas individuales de forma frecuente. Todo ello, en un ambiente inmejorable que se aprecia desde fuera. 

Motiva a sus pupilos desde la tranquilidad, sin levantar jamás la voz, cuenta Miguel Mandayo, jugador el equipo. «Estoy aquí para que disfruten y se lo pasen bien entrenando. Si se consiguen ambas cosas, es muy raro que el fin de semana no se consigan resultados positivos», explica Pigueiras. Esta es la fórmula de la estimulación del míster para sus jugadores. Unos futbolistas muy jóvenes para Preferente. La plantilla cuenta con tres de 28 años, uno de 26 y el resto de 24 para abajo. Algo que provoca que terminen los partidos con medias de edades inferiores a 20. A excepción de seis, el resto estudia. Algo que no es un problema, pues lo normal es que ninguno falte a los entrenamientos y partidos.

«Cada día entrenamos en un campo diferente. No tenemos uno propio, con nuestra afición y nuestra grada», explica Mandayo. Alternan entre San Pedro de Visma y A Grela para sus partidos en casa. Cuando viajan por la Preferente Galicia Norte, juegan en terrenos de todo tipo. Ocho de trece clubes que integran la liga cuentan con hierba natural. Dependiendo del día, pueden encontrar una auténtica alfombra, o hasta topos, como les ha pasado alguna vez. Para los desplazamientos más largos, se habilita un bus que los recoge en Elviña. Si juegan en casa, van en sus vehículos.

El equipo del barrio de Santa Lucía es humilde. Modesto. Los jugadores reciben una pequeña prima de 20 euros si ganan y, «al final de cada partido nosotros nos llevamos las medias y pantalones para casa. El club se lleva las camisetas para lavarlas. Hay categorías en las que se comparten», afirma Mandayo.

CESAR QUIAN

Ya ha caído la tarde, y el entrenamiento de preparación para el partido contra el Galicia de Mugardos está a punto de comenzar. Llueve en A Coruña, pero poco parece importar a los jugadores. Las risas y carcajadas demuestran el ambiente especial entre la plantilla. Comienzan a tocar balón divididos en pequeños grupos. En la mayoría de ellos, se habla de lo mismo. «Así en Riazor, eh». «En la Copa…». «Danjuma». El entrenador no quiere oír hablar del Villarreal, pero la cabeza de los jugadores no piensa en otra cosa. Y no es para menos. Viven en una nube, en una montaña rusa de emociones que alcanzará su pico más alto mañana. «Le damos importancia, pero tiene tanto mérito o más el trabajo que están haciendo en las escuelas de aquí, que es la clave para que el club siga creciendo», sentencia Pigueiras. Porque, al fin y al cabo, eso es el Victoria. Un club humilde, un equipo de barrio que ya ha hecho historia.