Edificios seguros con vecinos más libres (El espacio próximo. Parte I)

Carmen Vázquez, arquitecta y urbanista

LALÍN

05 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace ya tiempo que abandonamos nuestra condición de ciudadanos participativos para convertirnos en espectadores de las trasformaciones urbanas. La emergencia sanitaria que vivimos no ha hecho más que escenificar esta postura, con nuestras ventanas como palcos en una representación que ha ocasionado críticas, incluso pataleos, pero no ha despertado en la concurrencia motivos suficientes para cambiar los escenarios construidos de la ciudad. A pesar de ello pudimos advertir que el confinamiento evidenció la necesidad de disponer de condiciones formales y espaciales, a menudo inexistentes en el espacio exterior de las viviendas, ya sea en las zonas comunes de los edificios o en el entorno público más cercano, la calle. En estas áreas de influencia inmediata de la comunidad, es dónde la participación pública y sus demandas serían más útiles; donde la crisis podría volverse oportunidad de implicación vecinal en la construcción colectiva de sus espacios vivenciales. Decidir colectivamente como se quiere vivir, propician la interacción y el vínculo social. La vivienda es la inversión más importante de una familia que ahora sabe que sus miembros están más seguros cerca de casa, desarrollando las actividades cotidianas en la proximidad del domicilio. La reclamación de condiciones para que esto se produzca, instaría a las administraciones y a los profesionales de la construcción, a considerar la incorporación de zonas de esparcimiento comunitario en los edificios residenciales. Promovería la creación de áreas de expansión segura para facilitar la comunicación con el exterior y las relaciones saludables en el vecindario. La existencia de lugares de coincidencia para el contacto entre personas, que garanticen además el distanciamiento social, supondría mayor seguridad y bienestar cuando se repitan situaciones de reclusión.

Hacer posible un modo diferente de habitar y compartir espacios comunes, requiere también la implicación de las administraciones locales mediante ordenanzas edificatorias. Normas que propicien en algún caso la recuperación o reinterpretación de tipologías en desuso como la casa-patio o la corrala, pero que en general regulen la creación de espacios comunales seguros en las edificaciones de vivienda colectiva. Se trataría de procurar la reserva de superficie en el interior de las mismas para crear o habilitar zonas al aire libre o cubiertas de buena calidad, relacionadas con la totalidad del edificio o por grupos de viviendas, que en cualquier caso dispusieran de facultades autónomas en su relación responsable con el exterior. De disponer de una normativa municipal que favorezca medidas como la creación de plantas diáfanas intermedias, patios de manzana acondicionados y con zonas resguardadas de la intemperie. Que posibilite la reconversión de espacios comunitarios como azoteas, patios de luces, o locales y recorridos mal aprovechados en los bajos del edifico, semisótanos o garajes. Y que propicie también la integración de elementos naturales de vegetación como patios-jardín o jardinería vertical para mejorar la calidad ambiental de zonas de concurrencia de mayores y niños dentro de cada edificación. Se requieren soluciones imaginativas para que toda célula habitacional y cada segmento de población encuentren posibilidad de esparcimiento y el juego dentro de las limitaciones que sean impuestas para la salud común. Pero si la vivienda es ya causa de discriminación incluso de exclusión social, y los hogares en la ciudad cuentan generalmente con superficies ajustadas, siendo cerca del 8% de ellos interiores, la creación de zonas de convivencia vecinal no habrá de hacerse a costa de penalizar la superficie de las viviendas. La administración estableciera el cómputo cero de estos elementos comunes en la aplicación de los parámetros urbanísticos de máxima ocupación, edificabilidad y altura permitida de los edificios.

Es preciso abandonar el ritmo de vida urbana basado en la productividad sin tener demasiado en cuenta la calidad de vida de la gente, pero extraer el máximo partido del urbanismo participativo a fin de reestructurar la ordenación del espacio semiprivado y público, interior y exterior, no será posible sin la concurrencia ciudadana, sin que se despierte y se transforme la conciencia colectiva en la procura de individuos más seguros y libres.