Con más de 30 años de historia, Mariluz González e Isabel Adán están al frente del único establecimiento de este tipo en la localidad, en él venden todo tipo de material, imparten cursos y realizan piezas por encargo
31 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.En el mes de mayo se cumplen 31 años de la apertura de Moucho Manualidades, una tienda lalinense que durante décadas no solo ha surtido de material a todo tipo de manos con vocación de artista sino que ha instruido a mayores y pequeños en un sinfín de técnicas plasmadas en millares de obras. Echando la vista atrás a su propietaria, Mariluz González González, le cuesta creer que «al final, llevemos ya tanto tiempo». Un camino que sigue recorriendo detrás del mostrador con su prima, Isabel Adán. Ambas son el corazón de un establecimiento que, desde hace unos años, no tiene competencia en la capital dezana y casi en la zona.
Funcionaria de Correos, Mariluz aprovechaba las tardes libres para «ir a clases de manualidades en Pontecesures, que era donde estaba y luego pedí una excedencia para tener a mi primer hijo. Teníamos este bajo que era de la familia. Quedó libre y como era nuestro decidimos aprovecharlo porque no había nada de este estilo en Lalín». Y así empezó todo.
Al igual que todo en la vida, el mundo de las manualidades no es ajeno a las modas. En los comienzos de la década de los noventa lo que triunfaba «era la escayola. Se hacían todo tipo de figuritas y objetos de decoración, y sobre todo, muchos belenes». Más tarde, explica, «empezó la madera y los muebles. Pero si ahora se restaura, antes se trataba de hacer muebles nuevos: mobiliario auxiliar, como alguna mesita».
Luego vendría una moda que causó furor y que continúa teniendo tirón. Son las famosas fofuchas que, aseguran al unísono Mariluz e Isabel, «se siguen haciendo». Un arte realizado «con materiales baratos» pero que exige mucha dedicación porque «trabajas con la plancha enchufada y la pistola de silicona». En su haber tienen infinidad de trabajos. «Nos tienen pedido de todo», aseguran. «Desde un autobús para un conductor de Monbus, hasta un tractor con el señor sentado; muchos guardias civiles, policías, cocineros, pescaderas, médicos, enfermeras, muchísimos profesores... era un no parar y aún sigue».
Entre los más curiosos destacan «uno que tuvimos que hacer representando a un señor cruzando la frontera de Suiza saliéndole billetes de 500 euros del bolsillo» o «una novia que le quería regalar a su novio una moto y le hicimos al chico vestido de piloto en un podio con una botella de champán en la mano para celebrar la victoria. La botella se abría y dentro iba la llave de la moto».
Los encargos que más se repetían eran «la pareja de novios como regalo para una boda y los profesores. Había veces que llegaban los niños y ya les decíamos: regaladle otra cosa que a esa profesora ya le hicimos tres». Curiosamente, afirman, «a los que más les hace gracia el regalo de una fofucha es a los hombres».
Cuando fue la hora de bautizar la tienda, Mariluz cuenta que «le quería poner algo de hacer con las manos» pero no encontró la palabra adecuada así que «como coleccionaba búhos, acabó siendo Moucho. La colección de figuritas, adquiridas en múltiples viajes, tiene su lugar de honor en una estantería de la tienda. Y en honor a la pericia de los trabajadores de Correos hay que decir que «una vez una clienta nos mandó una carta que ponía solamente El Búho. Lalín, como dirección. ¡Y llegó!».
Otra fiebre anterior a las fofuchas fue la de pintar lecheras y desde hace un tiempo destacan los trabajos con decoupage y todo tipo de objetos con pintura a la tiza, así como la restauración de muebles a los que se les da una nueva vida. «En el confinamiento tuvimos muchos problemas de suministro. Como lo que más nos pedían con mucha diferencia era el blanco, el blanco roto y el gris claro, intentamos hacer acopio. Acabó la pandemia y nuestra sorpresa fue que todo el mundo vino a por colores. Llamamos al distribuidor para cambiar la mercancía y nos dijo que había pasado lo mismo en todas partes», explican.
A diario imparten cursillos a personas de todas las edades. Los niños, apuntan, «empiezan a los seis años y vienen hasta que van al instituto» y entre los adultos, la mayoría son mujeres, a partir de los 35 y muchas, son trabajadoras. Tienen clientela de toda la zona abarcando hasta concellos como Chantada o Monterroso.
En Moucho, enmarcan desde espejos a cuadros o fotografías, venden todo tipo de material para cualquier disciplina de Bellas Artes, además de las necesarias para diferentes manualidades, pero también realizan todo tipo de piezas por encargo. En muchos casos son detalles para regalar en bodas, bautizos y comuniones o para regalos por un nacimiento. Mariluz e Isabel ya se ven cerca de la jubilación y al hablar de futuro, esperan que alguno de sus hijos tome el relevo «aunque no sea exactamente el mismo tipo de negocio» pero tienen claro que lo que no querrían es llegar un día a echar el cierre. Con una sonrisa, ambas siguen recibiendo a la clientela a diario y ofreciendo toda una clase sobre su uso o la forma de realizar cualquier manualidad al que entra por material.
Desde 1992
Manualidades Moucho abrió sus puertas en el número 80 de la rúa Bos Aires de la capital dezana en 1992