José da Silva Costa: «El milagro portugués ha sido por la paciencia del pueblo»

Mario Beramendi Álvarez
Mario Beramendi SANTIAGO / LA VOZ

ECONOMÍA

PACO RODRÍGUEZ

Este experto sugiere que es necesaria una mayor armonización fiscal entre Galicia y el norte de Portugal

20 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Invitado por el Grupo Colmeiro, del que es miembro, José da Silva Costa, catedrático de Economía de la Universidad de Oporto, habló ayer en Santiago sobre la situación de Portugal.

-¿En qué medida Galicia está aprovechando el crecimiento luso, sustentado en turismo, inversión extranjera y construcción?

-No conozco la economía gallega tan al detalle como para responder a esto. Puedo hablar de lo que pasa en Portugal, donde la recuperación, en particular en las dos grandes ciudades, Lisboa y Oporto, está sostenida por la inversión, asociada al turismo y a la inversión de extranjeros en el inmobiliario para obtener la residencia. Operaciones empujadas por los beneficios fiscales.

-¿No cree que el crecimiento portugués está sostenido por un modelo de bajos salarios?

-Es un hecho. Se trata de un modelo en el que la tasa de paro ha bajado muy rápidamente; estamos en el 7 %, en valores precrisis, y en cambio no ha habido incrementos salariales. Esto tiene que ver con las expectativas y con cambios en las leyes laborales, más flexibles. Ahora han empezado a cambiar las cosas.

-¿En qué exactamente?

-Hay un recrudecimiento de las tensiones laborales, y de las reivindicaciones salariales. El Gobierno de izquierda ha conseguido un control de las cuentas públicas, pero los sindicatos ya han dicho que es la hora de los aumentos de sueldo. Hasta ahora habían estado callados.

-Le preguntaba si este modelo de devaluación es sostenible.

-Yo diría que, a medio y largo plazo, no. Y por varias razones: para ser competitivos hay que aumentar la productividad, y eso significa pelear por la innovación y por crear valor, no por ser más baratos en costes laborales, que además son muy bajos comparativamente con España. Esto puede ser una ventaja en regiones transfronterizas, pero no para el conjunto del país. Desde el punto de vista estructural, los factores de la crisis no han desaparecido. Hablo del gasto sanitario y, sobre todo, de cómo ha encogido la clase media, que es cada vez pequeña en Portugal.

-Sin embargo, el FMI ha hablado recientemente del milagro portugués como un ejemplo para el mundo.

-Nuestro milagro económico ha sido por la paciencia del pueblo. La gente fue capaz de aguantar mucho. No hubo huelgas ni paros. Pero esto tiene un plazo después de diez años con salarios estancados. No hay ya paciencia para esperar más, y la presión social es cada vez mayor. Ya hay un acuerdo del Gobierno y los sindicatos para reformar algunas leyes laborales.

-¿Hay un problema de desigualdad?

-Sí. Ser pobre en Portugal no significa ser desempleado. Hay pobres que están ocupados, pero muy mal pagados. Nuestro salario mínimo son 580 euros.

-¿Qué opina de la estrategia de los ayuntamientos del norte de Portugal, con suelo barato, cero trámites y una política fiscal tan agresiva?

-Se trata de instrumentos útiles para los municipios fronterizos, pero no para el conjunto del país. Son modelos que llamo juegos de suma negativa. Quiero decir que se gana una empresa en un sitio pero se pierde en otro. No es una estrategia interesante. Hay que diferenciarse en la política innovadora, en la estrategia de clústeres. El modelo de la región norte y de Galicia tiene que ir por otro lado: sumar esfuerzos y juntar masa crítica. Lo otro es un juego de suma nula.

-¿Puede estar habiendo una competencia desleal?

-No. Nosotros también nos podemos quejar de la fiscalidad de las gasolinas. Pero sí sería bueno que hubiese una mayor armonización fiscal entre los dos territorios.

-¿Hay algún ejemplo de que Galicia y el norte de Portugal estén sumando esfuerzos en la senda correcta?

-No parece. Voy a ser franco. Soy economista, estoy en Oporto y observo los debates. Y las cuestiones transfronterizas se analizan desde cuestiones técnicas sin un impacto real. Es una cuestión muy intermitente. Y en eso contribuye, sin duda, un hecho: a diferencia de lo que ocurre con la Xunta, la región norte de Portugal no tiene una autonomía decisoria. No contamos con un gobierno regional. Y cuando se discuten asuntos estratégicos interviene el poder central de Lisboa. Hay que entender que la masa crítica del noroeste peninsular puede ser entendida como una amenaza para Lisboa. Basta ver lo que sucede cuando deciden potenciar su aeropuerto, lo que perjudica a Oporto.