Twitter afronta un futuro incierto tras el rápido asalto de Elon Musk

S. Cabrero / M. Mora / B. Pallas REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

ALEXANDER BECHER | EFE

La firma advierte a los empleados de que los puestos no están garantizados

26 abr 2022 . Actualizado a las 19:20 h.

Tres semanas. Es lo que se ha alargado el culebrón de una de las compras que más han sorprendido en el seno del sector tecnológico norteamericano. Elon Musk lograba el lunes dar la campanada y hacerse con el 100 % de Twitter tras mantener un intenso pulso con el consejo de administración de la red social. Nada hacía presagiar este final el pasado 28 de marzo, cuando Musk inició su particular cruzada contra la falta de libertad de expresión en la firma del pajarito azul. No era una crítica nueva. El hombre más rico del mundo ya había dejado caer en más de una ocasión su disconformidad con las estrictas reglas de la tecnológica. Pero entonces, su planteamiento, tal y como él mismo expresaba, era crear de cero su propia red social. Debió parecerle tediosa la tarea y, con una gran fortuna respaldándole, optó por cortar por lo sano. El 4 de abril llegaba la primera sorpresa. Elon Musk abría la cartera, ponía sobre la mesa algo más de 2.600 millones de euros y se convertía en el mayor accionista de la compañía tecnológica al hacerse con un 9,1 % de los títulos. Ahora, visto con la perspectiva que da el tiempo, este movimiento se antoja como una especie de caballo de Troya moderno. Porque esa fue la puerta de entrada de un Musk que desde el principio parecía tener claro cuál era su objetivo.

Solo un día después de la operación, los directivos de Twitter le ofrecieron incorporarse a la junta de dirección. Pero Musk hizo oídos sordos y optó por arrancar una particular campaña de consultas —a golpe de tuit— con los usuarios de la red social. Durante varios días testó el mercado para ver cómo respiraban los internautas y su opinión sobre algunos cambios de calado, como un botón para editar tuits o un modelo de suscripción. Y el 14 de abril, llegó el campanazo. Musk se ofreció a comprar el 100 % de Twitter por la cifra de 43.000 millones de dólares. La oferta cayó como un jarro de agua fría entre los 11 miembros del consejo de dirección. La empresa optó por protegerse contra la opa hostil y los jefes de Twitter se sacaron un as de la manga. La conocida como píldora venenosa que impediría a cualquier accionista poseer más de un determinado porcentaje del accionariado (en este caso el 14,9 %) sin la aprobación de la compañía.

A estas alturas de la historia, todo parecía apuntar a que el órdago de Musk quedaría en papel mojado. Hasta que el lunes el culebrón escribió su giro definitivo. Tras un fin de semana ajetreado y cargado de reuniones, a última hora de la tarde Elon Musk y los mandatarios de Twitter se daban la mano para firmar un acuerdo valorado en más de 43.000 millones de dólares (lo que implica que cada accionista recibirá 54,2 dólares por cada título ordinario que posean).

¿Y ahora?

El relato todavía tiene capítulos por escribir. Dice Musk (y esta es la razón que esgrime para justificar su obsesión por comprar Twitter) que la libertad de expresión será el elemento central que sostendrá la estrategia de la nueva dirección de la empresa.

Pero la capitanía del dueño de Tesla es, a partir de aquí, un completo misterio. De hecho, ayer mismo el actual consejero delegado de la red social, Parag Agrawal, reconocía directamente a los trabajadores que existe una «gran incertidumbre» sobre lo que ocurrirá una vez finalice la operación. «En estos momentos», y es importante la precisión temporal, no se prevén despidos en la compañía. Pero Agrawal no se atreve a comprometer nada de cara al futuro. Los caminos de Elon Musk son inescrutables.

Los entresijos de una complicada operación financiera

Cuando Musk reveló su plan para hacerse con el control de Twitter, la principal incógnita que planeaba sobre la operación era cómo iba el multimillonario a orquestar su desembarco en la firma desde el punto de vista financiero. Y no porque no tenga dinero, que lo tiene. Para algo es el hombre más rico del planeta. Sino porque buena parte de su fortuna la tiene en acciones. De Tesla, concretamente. Poco fue lo que tardó el magnate en despejar las dudas. Según lo detallado por Musk a la SEC, el regulador bursátil estadounidense —con el que el multimillonario ha tenido sus más y sus menos, pero esa es otra historia—, va a poner de su bolsillo 21.000 millones de dólares (unos 16.300 millones de euros) para comprar la compañía. Aparte de eso, Morgan Stanley y otros bancos le van a prestar 12.500 millones de dólares, avalados con acciones de Tesla. Y otro sindicato de entidades van a poner otros 13.000 millones, a través de otro crédito.

Influencia política

Una operación esta que, desde el punto de vista financiero resulta complicado de entender. Es embarcarse en una empresa que no es precisamente un caramelo en dulce. No parece que vaya a ganar dinero con la compra. Aunque bien es cierto que aunque Twitter no tiene ni los usuarios ni las expectativas de rentabilidad de otras grandes redes, su influencia en la política y en la sociedad es mayor que la de sus competidoras.

Algo más entendible resulta desde el punto de vista de las entidades financieras que lo acompañan en la aventura. Una, porque las comisiones en este tipo de operaciones son de lo más jugosas (en torno al 1 % del valor de la operación para los asesores) y dos, porque no conviene enfadar un cliente del calado del fundador de Tesla. Implacable con quienes considera enemigos.

Libertad de expresión y eliminar los «bots», los planes del nuevo dueño

Twitter, una de las redes sociales más influyentes, es ahora propiedad de Elon Musk, el hombre más rico del mundo. Todo ese poder está en manos de este empresario que ha insinuado en sus tuits recientes cuáles son las «mejoras significativas» que espera introducir en este servicio. La primera meta que se ha marcado es defender la libertad de expresión hasta sus últimas consecuencias. «Espero que hasta mis peores detractores sigan en Twitter, porque eso es lo que significa la libertad de expresión», señaló poco antes de cerrar el acuerdo de compra.

A finales de marzo, antes de que su interés por la empresa saliese a la luz, Musk puso en tela de juicio el modo en que la red social ejerce su papel de moderador de contenidos. Lo hizo como rechazo a las medidas adoptadas por Twitter en los últimos tiempos para intentar contener los mensajes de odio y la noticias falsas, con decisiones como la suspensión de la cuenta de Donald Trump en enero del 2021 al considerar que este espoleó el asalto al Capitolio. Musk subrayó el mes pasado que «la libertad de expresión es esencial para una democracia que funcione» y avanzó que se proponía crear una nueva red social donde esto se cumpliese sin cortapisas. Pocos días después anunció la compra de un 9,2 % de las acciones de Twitter, que precedía a la adquisición de toda la compañía. La CE le advirtió ayer al magnate que en la UE rige una ley de servicios digitales que obliga a las plataformas a eliminar información ilegal y a evitar que sus algoritmos la promuevan.

Otra intención de Musk es hacer que el algoritmo que personaliza las tendencias para cada usuario sea de código abierto y también pretende purgar las cuentas anónimas para que detrás de cada perfil haya un ser humano autentificado. Esto implicaría eliminar los bots, cuentas automatizadas que publican de forma anónima contenidos que con frecuencia responden a campañas de acoso y desinformación.

Por último, Musk también espera complacer a los usuarios creando el ansiado botón de editar, que permitiría modificar los mensajes una vez publicados. La compañía estudia crear una herramienta que guardaría el historial de los cambios realizados.