¿Por qué existe Vox?

Manuel Varela Fariña
Manuel Varela REDACCIÓN

ELECCIONES 2020

El dirigente de Vox Ortega Smith se zambulle frente al Peñón de Gibraltar ondeando una bandera de España
El dirigente de Vox Ortega Smith se zambulle frente al Peñón de Gibraltar ondeando una bandera de España

Parte del electorado compra un mensaje que aúna extrema derecha tradicional con «trumpismo», según los analistas

21 mar 2019 . Actualizado a las 21:11 h.

En solo una semana, Vox sumó a sus listas para las generales a dos militares que ensalzan a Franco y a un tertuliano que niega el Holocausto y enviaría a su hijo a una clínica si fuese homosexual. A través de Iván Espinosa, número tres en Madrid, dijo que España está acostumbrada a ver «una izquierda sucia, con coleta». Es más, llegó a plantear la prohibición de partidos que no renuncien al marxismo, en referencia a Podemos. La ultraderecha entrará en el Congreso de los Diputados el próximo 28 de abril. La única duda reside ahora en saber con cuántos representantes. En Andalucía superó cualquier expectativa al entrar al Parlamento con 12 escaños y, según la estimación de voto que muestran las encuestas para las generales, Vox se maneja en una horquilla que le sitúa por encima del 10 % de los votos.

«Dice abiertamente lo que piensa esa parte del electorado, que siempre ha existido», advierte el sociólogo Francisco Haz, gallego en la Universidad de Murcia. «No tiene miedo a dar su mensaje porque va a gente que engancha con él», añade sobre discursos y figuras políticas que nunca habían tenido cabida en democracia. El partido rechaza la exhumación de Franco, exalta manifiestamente al dictador y, su propio líder, Santiago Abascal, lleva el inicio de la Guerra Civil a 1934, con las revueltas en Asturias. La sombra del franquismo parece cubrirlo todo pero, según el historiador especializado en extrema derecha, Xavier Casals, Vox va más allá de eso.

 «Es erróneo identificar a Vox como un retorno del franquismo. Lo que ha hecho es una síntesis ideológica nueva de temas clásicos de lo que era la derecha radical», comienza Casals: la unidad de España, la familia tradicional heterosexual, el papel de la mujer como madre o el irredentismo sobre Gibraltar. Sobre esto último, la Operación Tarzán, donde un entonces poco conocido Ortega Smith desplegaba una bandera rojigualda de casi 200 metros junto al Peñón, al que reclama «español y libre de piratas». El brazo derecho de Abascal es un nostálgico del Imperio que acostumbra a cerrar sus actos con un brindis en el que recita los versos de un militar -que él mismo reconoció que no llegó a existir- de los Tercios de Flandes.

De Gibraltar a Trump

Todos esos ingredientes del nacionalismo español tradicional se mezclan ahora con las nuevas vertientes de la ultraderecha occidental. «Tenemos un rechazo del Islam, que sintoniza con la extrema derecha europea, y una deriva trumpista», apunta, que tiñe el discurso hasta impregnar el lema del partido: «Hacer España grande otra vez». Al margen del neofranquismo del partido, lo que observa Casals por encima de todo es «un nacionalismo español integrista, en el sentido de que su razón última es España».

El historiador expone como precedente el caso de la Guerra de Independencia en Cuba, cuando entre los peninsulares surge el miedo al troceamiento del país. «Los militares repatriados vieron una segunda Cuba en el País Vasco y Cataluña», apunta Casals. Fruto de este temor fue la creación de la Liga Patriótica Española en 1919: «Este ultranacionalismo no nace en Madrid, sino en Cataluña».

Y es, precisamente en Cataluña, donde se empezó a gestar el éxito de Vox. En las críticas de los miembros del partido al PP, de donde procedería el 53 % de los votos a Abascal según el CIS, se repite la palabra «traición». La ultraderecha afea al Gobierno de Mariano Rajoy su gestión con el secesionismo, que organizó un referendo ilegal durante su mandato y acabó con la aplicación del artículo 155.

Seis de cada diez futuros votantes piden «mano dura» en Cataluña, algo que Vox les asegura, con Abascal pidiendo la suspensión permanente de su autonomía y sugiriendo la encarcelación del presidente Torra. A la crisis territorial se suma la coyuntura en Andalucía, donde hubo una alta abstención a los partidos tradicionales, o la moción de censura que colocó al PSOE en el Gobierno con el apoyo de Podemos y los nacionalistas. También está el gesto de Pedro Sánchez con el buque Aquarius, lo que generó aún mayor malestar en una formación partidaria de blindar las fronteras.

Los propios partidos le hicieron campaña en Andalucía, según Casals. Desde la izquierda se usó a Vox como herramienta de movilización, mientras que PP y Ciudadanos «le dieron proyección cuando no eran una realidad demoscópica». Haz añade cómo Pablo Casado y Albert Rivera fueron modulando su discurso o, al menos, parte de él, «entorno a Vox». La última del partido fue generar un nuevo debate -inexistente hasta ahora en España- sobre el uso de armas, que los medios recogen y Abascal, desaparecido desde hace semanas por su ausencia de propuestas reales, aprovecha para fomentar un discurso de miedo y odio.

Tras C’s y Podemos, Vox

Casals apunta a que Vox es la reacción de la derecha a la democracia salida de la Transición. La primera sería Ciudadanos, que «se proclama heredero de Suárez y González» y apunta al «cambio sensato». Le siguió Podemos, «la enmienda a la totalidad» que hablaba de régimen agotado y un giro total que pasa por recuperar la república. La tercera vía es la de Vox, eliminando las autonomías o el Tribunal Constitucional. «Ante el agotamiento del sistema, aparecen estas respuestas», añade haz.