El secesionismo ya solo quiere mambo

ESPAÑA

Pilar Canicoba

La exitosa apuesta de Puigdemont por la radicalidad desbarata la campaña posibilista de ERC

12 dic 2017 . Actualizado a las 08:57 h.

Creía el místico Oriol Junqueras que dos gramos de falsa autocrítica, tres cucharadas de aparente moderación, una ración de sermones epistolares desde Estremera y la unción de Marta Rovira como primera mujer aspirante a presidir la Generalitat serían suficientes para mantener el voto radicalmente independentista, sumar el de sectores más moderados, ganar holgadamente estas elecciones, forzar su salida de la cárcel y dejar colgado a Puigdemont en la frías calles de Bruselas. Pero han bastado siete días de campaña para que el líder de ERC comprenda que, de seguir hasta el final con ese plan, su cuento de la lechera puede acabar muy mal para él.

De entrada, la opción de promocionar a Rovira se ha revelado como uno de los mayores fiascos de la historia política. La exhibición de incompetencia que ofreció a las primeras de cambio en lo de Évole frente a la candidata de Ciudadanos, Inés Arrimadas, solo es comparable al petardazo que pegó aquel Manuel Pizarro al que Rajoy presentó como un crac y al que un Pedro Solbes crepuscular y con el ojo a la virulé dejo KO en diez minutos. En los cuarteles de ERC hay alarma roja. Empezaron como destacados líderes en solitario, pero ahora sienten ya el aliento de Puigdemont en el cogote.

Junqueras quiere salir a jugar

Frente al mazazo del 155, la opción buena ha resultado no ser la del preso que se inmola aspirando a ser referente moral y ejemplo de coherencia, sino la del tahúr que escapa a la carrera escondido en el maletero del coche de su esposa para jugar a ser el rey en el destierro. De ahí que Junqueras pretenda ahora, a la desesperada, que el juez Llarena le permita saltar al campo para jugar el segundo tiempo del partido, aunque el magistrado esté más bien pensando en echarle el guante a Rovira. Asegura el líder de ERC en su escrito a Llarena que su encarcelamiento «ya está teniendo efectos muy relevantes en el ámbito de la campaña», que traducido quiere decir que con él en el talego y Puigdemont todos los días en prime time su partido lo lleva claro.

Pero no parece que ese, el de que van palmando, sea un argumento que vaya a conmover al juez, ni siquiera aunque Junqueras se baje del pedestal y diga ahora claramente que apuesta por la «resolución bilateral». El problema para él es que ese giro con el que quiere seducir al juez se da de tortas con la evidencia de que ERC está haciendo exactamente lo contrario. Es decir, virando de nuevo hacia al radicalismo y la vía unilateral, porque ha comprobado que tras cinco años de procés que han generado unas falsas expectativas de independencia, el secesionismo quiere mambo, y no repliegue táctico.

Rajoy exhibe el botón nuclear

La moderación no vende en las filas secesionistas. Y llegados a este punto, a quien quiera ganar solo le cabe ya huir hacia adelante. La cosa está en un puño y Puigdemont, que tiene calefacción en Bélgica, prefiere jugársela a todo o nada, cerrando la puerta a terceras vías que impliquen cualquier negociación con el Estado y dejando así casi sin espacio a la mismísima CUP. Es decir, el cuchillo entre los dientes y crispación máxima desde aquí a que finalice la campaña. Si sale vuelvo, y si no me busco un piso en Bruselas. Un órdago que arrastra a ERC, temerosa de quedar relegada y que por eso amenaza, es verdad que con la boca pequeña, con volver al bucle de la DUI, aunque solo sea para tratar de forzar a Rajoy a negociar.

Puigdemont opta por endurecer la campaña y ordena crispación máxima para no perder la iniciativa El líder del PP, que la ha visto al vuelo, sabe que detrás de ese giro estratégico del independentismo hacia la vía del órdago unilateral se esconde un intento de ocupar una posición de fuerza de cara al escenario que se abrirá si el decisivo escaño 68 acaba cayendo de su lado. El presidente del Gobierno acepta ese reto y deja claro que el botón del maletín nuclear sigue estando en su mano. «En España la ley se cumple y así va a seguir siendo». Es decir, si tras las elecciones hay DUI, o cosa parecida, vuelve el 155. Y esta vez, sin nuevas elecciones.