Un agente forestal gallego en La Palma: «Hay quien vive en sitios peligrosos, por especulación o por tradición»

Santiago Garrido Rial
Santiago Garrido LA PALMA | ENVIADO ESPECIAL

ESPAÑA

SANTIAGO GARRIDO

Juan Salvadores Canedo es uno de los gallegos que mejor conocen La Palma y que más tiempo llevan en la isla, a la que llegó en 1985 tras aprobar una oposición del antiguo Instituto para la Conservación de la Naturaleza

27 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Juan Salvadores Canedo es uno de los gallegos que mejor conocen La Palma y que más tiempo llevan en la isla, a la que llegó en 1985 tras aprobar una oposición del antiguo Instituto para la Conservación de la Naturaleza (Icona). Son ya 36 años, con breves interrupciones laborales en la Península y, sobre todo, cuatro años en Estados Unidos, tras conseguir una plaza para trabajar en la zona de Luisiana.

Juan es agente forestal dependiente del Cabildo de La Palma, jefe comarcal. Nació en el barrio coruñés de Monelos cuando el río aún bajaba abierto hacia el mar, y su familia materna es de Rebordelos, en Carballo. Desde pequeño siempre le gustaba la naturaleza, y el deporte, y de hecho fue el más joven entonces en conseguir el título de entrenador nacional de fútbol.

Pero la vida lo llevó primero a trabajar en el Banco Pastor de León, de donde quiso marcharse voluntariamente para preparar las oposiciones. Vio que en Canarias había más facilidades, por la abundancia de espacios protegidos. Llegó en barco, hizo el examen, sacó una buena nota y, sin haber estado nunca antes, ese iba a ser su destino definitivo, y tal vez el de la jubilación, el año que viene.

Además de trabajar en una zona plagada de pinares, de enormes y verdes montañas, de castaños, también ha ido completando su formación con algún máster universitario, y sin olvidar su vinculación con Monelos, que mantiene viva todos los años. Desde su atalaya de Barlovento, en el norte, apenas ve los ecos del volcán, con mínimas excepciones. Algunos compañeros han ido a colaborar estos días en los trabajos, pero tiene que haber personal en las funciones forestales porque la época de incendios sigue activa y no se puede descuidar la vigilancia, y más en espacios tan sensibles.

Sobre los efectos de lo que está pasando (edificios destruidos, desalojos...), señala que «hay quien vive en sitios peligrosos, por especulación o por tradición». Y en el segundo caso se trata de familias que mantienen las viviendas donde las tenían sus padres, y no se mudan. No es que ocurra en Canarias, es que pasa en muchos sitios: casas en valles pirenaicos, al lado de cauces de grandes ríos... «Esto lo he visto también en Estados Unidos», añade. Y son sucesos que, en La Palma, se están repitiendo cada 30, 40 o 50 años, sobre todo en la zona sur de la isla.

La norte, donde él vive y trabaja, tuvo actividad volcánica mucho antes, es más vieja, al contrario de la sur, más joven y con más riesgo, como se está viendo. Juan ya sabe de gente que, sin haber nacido en La Palma pero residente aquí, se marchará cuando todo esto acabe.